El manejo de residuos sólidos en Bogotá debe transitar urgentemente hacia un adecuado sistema de recolección, transporte, transferencia, tratamiento y disposición final.
Ello requiere una adecuada separación de basuras en la fuente para facilitar el reciclaje (basura que se separa deja de ser basura) y de tomar en cuenta la llamada “jerarquía de manejo de residuos”, que empieza por evitar (por ejemplo bolsas plásticas de un solo uso, empaques absurdos, o recipientes de icopor para comida, que no están siendo reciclados), reducir, reutilizar, repensar, reciclar y por último desechar.
Con estas dos sencillas pero poderosas medidas se reduciría sustancialmente la cantidad de basura que genera la capital, se aumentaría exponencialmente el material reciclable y se reduciría considerablemente la cantidad de desperdicios que van a parar al relleno sanitario de Doña Juana, que ya casi alcanzó su vida útil, pero que el irresponsable alcalde Peñalosa quiere extender otros 37 años.
Y aunque ha habido esfuerzos por transitar hacia un esquema de este tipo, el problema es que sigue habiendo mucho desconocimiento técnico, incompetencia e improvisación por parte de las autoridades encargadas del tema, incluida la cuestionada directora de la Uaesp, Beatriz Elena Cárdenas, y de los operadores del distrito.
Así que aquí van algunas recomendaciones puntuales para que el manejo de residuos en Bogotá se corrija, porque es un verdadero despelote.
En primer lugar se requiere una campaña masiva que eleve la conciencia ciudadana sobre el tema (algo similar a la actual campaña del Minsalud contra el dengue): basta recordar que la mala disposición del plástico se volvió un problema global, como evidencia el grave daño a los ecosistemas marinos. De modo que familiarizarla con la jerarquía del manejo de residuos y enseñarle a separar residuos sólidos en el hogar y el lugar de trabajo es casi 80% de la solución.
También se debe reestructurar el servicio que, con el aval de las autoridades, prestan empresas tan ineficientes como Promoambiental y Lime (por mencionar algunas), que irónicamente, con el actual esquema, son las que más basura plástica generan con miles (millones al año) de bolsas plásticas grises supuestamente oxodegradables (ojo, esto no quiere decir biodegradables, pues por adición de un químico sólo se acelera su fragmentación). El primer paso es precisamente dejar de usar estas bolsas contaminantes.
Hoy en día, los “recolectores” uniformados de azul, que andan con su escoba y carrito, no están agregando ningún valor a la recolección, pues al vaciar las canecas de la vía pública lo único que hacen es meter la basura, toda revuelta, en esas bolsas grises. Por el contrario, ellos deberían ser el primer eslabón (recolección primaria) en la separación y recolección diferenciada de basura: si se les dotara con un carrito de doble contenedor (reciclable y no reciclable), podrían sin problema, ya protegidos con guantes y tapabocas como andan, separar la basura ellos mismos para llevarla separada, por ejemplo, a los enormes contenedores negros que ha ido instalando el distrito, pero donde a falta de campaña educativa muchos ciudadanos están revolviendo también la basura.
En estos puntos de contenedores negros hace falta personal de apoyo que explique a los ciudadanos, incluso con ayuda de volantes, qué va en cada contenedor.
Una vez ya bien recolectados y separados los residuos en esos contenedores negros, ahí sí pasaría el camión que las recoge para llevarlas, por un lado, a estaciones de transferencia (recolección secundaria) donde se acumularían los desechos no reciclables para posteriormente llevarlos al relleno sanitario, o por el otro lado, a centros de tratamiento para su reciclaje y reincorporación al ciclo productivo (economía circular).
En cuanto al servicio de recolección residencial, una vez mejor educada la ciudadanía, cada vez más consciente y dispuesta a colaborar, y separados los desechos sólidos en la fuente, los camiones del distrito recolectarían determinados días los desechos no reutilizables (por ejemplo, lunes, miércoles y viernes) y otros días los reciclables (martes, jueves y sábados).
De modo que transitar hacia un adecuado manejo de residuos sólidos en Bogotá es mucho más sencillo de lo que parece. El problema es que la incompetencia, la negligencia, la falta de voluntad política, la improvisación y la irresponsabilidad de unos pocos lo ha vuelto literalmente un basurero (para no usar la palabra más fuerte que lo amerita), en detrimento de la ciudad y del planeta.
En esa misma línea, también sería de gran ayuda prohibir las bolsas plásticas de un solo uso, como han hecho otros países como Chile, al igual que los recipientes de icopor para comida, como han hecho otras ciudades importantes como Nueva York o los municipios boyacenses de Iza y Nobsa, pues su reciclaje masivo no es realista dado que por el alto volumen que ocupan y poco peso, a los recicladores no les interesa recogerlo pues les pagan muy poco.
El distrito está pues en mora de hacer las cosas bien y no con tanta ineficacia e improvisación, pues del actual esquema solo se están beneficiando unos pocos y no la ciudadanía a la cual deben rendir cuentas.