Por esta misma época hace dos años, Laura Archbold andaba de pestaña postiza, impecablemente maquillada y peinada desde muy temprano en la mañana hasta altas horas de la noche. Debía sonreír todo el tiempo a la manada de periodistas que le acechaban, bailar con cuanto viejo verde de los clubes de élite cartagenera quisiera hacerlo, tolerar el inclemente sol entaconada sobre una carroza y por ninguna razón podía decir que lo que ella realmente quería era cambiar los tacones por los tenis para irse a pasear por la ciudad como cualquier otro turista, pues en aquél entonces se atenía a un reglamento impuesto por el Concurso Nacional de Belleza cuyas prohibiciones de opinión en público hacen quedar como ignorante hasta al más intelectual.
La idea original de esta nota era una conversación con ella en dónde yo llegaba con la tesis de que el reinado no le sirvió para nada en su carrera y ella la refutaría o confirmaría. Sin embargo, algunas de sus entrevistas resaltan una persona políticamente correcta, por lo cual era improbable que reconociera la pérdida de tiempo en Cartagena.
Pero es que no hace falta hablar con ella para entender que cuando una mujer tiene la capacidad de observación suficiente para, por ejemplo, “leer la personalidad de la gente según su forma de mascar chicle”, como lo indica en los trinos inteligentemente sarcásticos que desde hace más de dos años lanza en @laurarchbold entonces se entiende que ella ya sabía de lo absurda que era su situación en Cartagena.
La escritura es una de las maneras más efectivas para conocer a alguien y a juzgar no solo por sus trinos, sino por textos como el que acompañó su desnudo en SoHo y por esta autobiografía o inclusive por su forma de mostrar el mundo en Instagram -dónde según dijo una vez la vida se ve en filtros y a colores-, la parte más sexy de su cuerpo no es otra distinta a su cerebro.
La inteligencia trae consigo una actitud crítica la cual está absolutamente prohibida en una reina de belleza, más aun para la Señorita Colombia. En efecto ella sabe de todo cuanto se salvó si le hubiera caído aquella lata –que algunos llaman corona- para oxidarse sobre su cabeza. Mientras la reina de aquel año y su corte real andaban montadas en la carrosa de cuanta feria de pueblo hay en Colombia o desfilando en los sitios más recónditos del país, Laura protagonizaba el vídeo de Carlos Vives y Michel Teló, Como le gusta a tu cuerpo,-que ya registra más de 14 millones de vistas en youtube- y era portada de revistas como Don Juan.
También sabrá que es injusto atribuirle esos logros a su paso por el reinado pues por encima del haber sido Señorita San Andrés pesa el mánager Fernando Hurtado, director de la agencia Contacto Básico, quien la movía en el mundo del modelaje desde mucho antes de ser reina; Laura no necesitaba estar en el especial que hace Cromos para ser portada de la revista, pues ya lo había logrado sin banda alguna cinco años antes.
De lo que tal vez no es consciente es que ella no necesitaba de un desfile en Cartagena para potenciar su carrera, como tampoco la necesitaba Margarita Rosa de Francisco en su momento. Pasaron casi 30 años entre la una y la otra, y con toda seguridad pasarán otros 30 antes de que alguna mujer de tales virtudes vuelva a desperdiciar su tiempo en este evento cuya decadencia es inminente. En efecto, la segunda quiere seguir los pasos de la primera en el mundo de la actuación y se pinta en cine más que en televisión.
Todas las noches, al verla como Celmira en la serie Niche de Caracol queda claro que la naturaleza no quiso favorecerla más por simple solidaridad con nosotros, los mortales. Excepcionales son los casos en que la inteligencia coincide con la belleza y además con el talento. Laura contra todos los pronósticos logra interpretar creíblemente un personaje con matices, conflictos y por si fuera poco lo hace en medio de un acento caleño que dista de su naturaleza isleña.
Sin embargo, ella también sabe que esto fue irresponsable pues su formación actoral es nula y si quiere trascender al nivel en dónde están Angie Cepeda o Juanita Acosta, es mucho lo que le falta por estudiar. Hay todo un Hollywood de cartón acechando por ella, mundillo que hará todo lo posible por devorarla y reducirla a su más mínima expresión como sucede con quienes se quedan presas del conformismo en nuestra farándula criolla. Ojalá que su sueño de ser musa de Almodóvar tenga la fuerza para convertirla al menos en una Barbara Mori colombiana.
A Laura no la he visto más de dos o tres veces en la vida y siempre de lejos, de las cuales la última fue hace menos de un mes en los estudios del canal RCN durante la grabación del desfile en traje de baño del reinado -que como bien se sabe fue un desafortunado “Raimundo´s Secret Fashion Show”-. A diferencia de los extras llevados a modo de público para rellenar el estudio, Laura no se alborotaba con el show sino que siempre estuvo muy calmada. De vez en cuando revisaba el celular y solamente observaba, a veces con la cara apoyada sobre el puño, mientras las reinas desfilaban una y otra vez.
Mientras tanto, si usted aún no se ha enamorado de ella, bien pueda y engrose la lista:
