Una característica de nuestras oligarquías, hasta hoy apenas descubierta, es su nunca antes sospechada preocupación por los pobres. Tuvo que suceder que Petro presentara una reforma tributaria con la cual conseguir recursos para solucionar ancestrales necesidades sociales para que ese minúsculo sector desnudara su corazón, henchido de preocupación por lo que, según dice, sería una reforma que empobrecería aún más a los que de todo carecen.
Es una lástima que no hubieran tenido tal corazón cuando, por ejemplo, se creó el IVA con la tarifa del 3 %; tampoco cuando se extendió a los servicios y comercio al detal; mucho menos cuando dichas tarifas se fueron incrementando hasta el actual 19 %, y ni siquiera ante la pretendida reforma del expresidente Duque, por fortuna derrotada mediante la movilización social.
Pero bueno, aquellas fueron épocas en las que los sentimientos oligárquicos eran menos expresivos y su solidaridad más escasa. Hoy las condiciones les son más favorables. Por eso no es raro que los Mac Master y los Cabal, también las Cabal y los Uribe Turbay, se vayan lanza en ristre contra esta reforma tan “dañina” para la economía de los más vulnerables, que ahora resultan ser los más entrañables protegidos de tan generosos personajes.
Hubiera sido bueno que estos señores se hubieran dirigido, no a los micrófonos y cámaras de sus grandes medios, como lo hicieron durante su trámite, sino al Congreso y al Gobierno nacional, para hacerles saber su preocupación por tan dañinos efectos y solicitarles, como alternativa a su tributaria reforma, que les permitiera a las élites, representadas por ellos, asumir por su cuenta los 20 billones que se pueden captar con la reforma, comprometiéndose, además, a no contabilizarlos como gastos, pues a la postre resultarían trasladados, a través de los precios, a los “protegidos” de hoy.
A propósito de la conversión de los impuestos en gastos, razón tiene el señor Cabal, presidente de Fenalco, al afirmar que así a los tenderos no les toque pagar impuestos a raíz de la Reforma, si resultarán afectados por ella, pues tendrán que comprar encarecidos los alimentos ultraprocesados y las bebidas azucaradas, ya que estos tendrán incorporados a su valor los impuestos que se paguen en los escalones anteriores de la cadena de producción.
Esta confesión del señor Cabal deja claro que, a la hora de la verdad, no son los ricos los que pagan los impuestos, sino los de abajo, y esto continuará así mientras se siga permitiendo que su cálculo se efectúe antes del cierre de cada ejercicio contable y no se prohíba su contabilización con cargo a gastos. Esta es otra reforma que no da espera.
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