El gobierno de Duque lleva más de un año dando toda clase de versiones sobre la reforma tributaria. Primero señalo que no la habría, después que no sería tributaria sino fiscal, después que sería una transformación social. Sin embargo, su ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, lo ha formulado con claridad: se trata de una reforma que pretende extraer a la población 26 billones de pesos, 10 por concepto de aumentos del IVA y 16 por renta. Estos saldrán de la inmensa mayoría de la población que es pobre y de la clase media que tendrá que pagar impuesto a la renta aun cuando tenga ingresos muy bajos.
El recaudo efectivo de esos nuevos recursos se logrará una parte a comienzos de 2022 y otra a mediados cuando se hagan las declaraciones de renta, o sea en el último tramo del período presidencial. Por otra parte es manifiesto el deseo de no eliminar los beneficios tributarios que se otorgaron por 9 billones de pesos, en la pasada reforma de 2019 a unos cuantos grandísimos empresarios. Parece cosa de locos que, en la mayor crisis en la historia y en contra del sentido común, Colombia sea el único país del mundo en el cual el gobierno esté pensando en afectar en esta forma grave los ingresos de los que han sufrido particularmente la pandemia.
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El real propósito de la reforma es asegurar el acceso al crédito internacional, quedar bien con las calificadoras de riesgo y acatar los condicionamientos del FMI
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Pero hay muchas cosas detrás de estas medidas las cuales no tendrán mayor efecto sobre las finanzas cotidianas del actual gobierno ni resolverán los problemas de caja de los cuales tanto se queja Carrasquilla y es que el real propósito de la reforma es asegurar el acceso al crédito internacional, quedar bien con las calificadoras de riesgo y acatar los condicionamientos del FMI.
Efectivamente el 12 de febrero del presente año una misión del FMI recomendó “la ampliación de la base del impuesto a la renta de personas naturales y la reducción de las exenciones al IVA”
Carrasquilla, el real operador de la reforma, sigue a pie juntillas las recomendaciones y las conveniencias de la banca internacional, pues cree que hay que preservar o conquistar el equilibrio fiscal a toda costa y además que el secreto del desarrollo futuro radicará en el endeudamiento y las privatizaciones.
Duque por su parte se encarga de la puesta en escena, de la coreografía y de tratar de venderle a la población la idea de que no se les está quitando 25 billones, sino que se les están entregando recursos y para ello va a juntar todas las transferencias que se hacen a la población a través de programas como Adulto mayor, jóvenes en Acción o Familias en Acción y empaquetarlas como un nuevo Ingreso Solidario. En medio de estos ires y venires algunos miembros de la coalición de gobierno se desmarcan entre lamentos pues pensando en las próximas elecciones no saben si el preferir la mermelada gubernamental, les ocasione el repudio popular o si pueden preservar su elegibilidad y al tiempo aprobar todos los atropellos gubernamentales, con la esperanza de que prometido Ingreso Solidario logre engañar a parte de la población que piense que algo es algo y peor es nada, o que el plan de vacunación tan retardado, al final del año haya avanzado lo suficiente para neutralizar la protesta.
Pasa el tiempo y ya Duque, dando vueltas y revueltas, difícilmente podrá borrar con su cansona locuacidad cotidiana de culebrero la imagen de ser un presidente inepto incluso para implementar las políticas que le dictan desde fuera.
Han estado maquillando la reforma y por eso se ha demorado, Carrasquilla está alistando maletas, para algún puesto internacional, Duque recibe fuego amigo, inclusive de Cambio Radical y del mismísimo Uribe Vélez y la mayoría de los medios eluden una discusión de fondo sobre si realmente empobrecer a la población en momentos de crisis es la mejor salida o si caben alternativas que fomenten el empleo, la producción y amplíen el mercado.