Alberto Carrasquilla, el ministro de Hacienda del actual gobierno, va a pasar a la historia como uno de los funcionarios públicos que más ha trabajado en pro de los intereses de los más ricos de este país. Ante la difícil situación que afronta el país por el coronavirus, el desempleo que maltrata a los bolsillos más pobres y el panorama de incertidumbre de una economía mundial en declive, no se echa para atrás en su anhelo de imponer una reforma tributaria que maltrate al que menos tiene, porque su misión no es otra que la desfavorecer y proteger el gran capital privado. Su excusa es la pandemia, los desastres financieros que ella va ocasionar junto con el gasto público que se avecina cuando se termine esta historia de terror.
Aunque Duque, su jefe, ha manifestado que no es el momento de hablar de una reforma tributaria, en el fondo sabemos que esa es una de las directrices que el Centro Democrático le ha impuesto a su gobierno. Uribe y sus pupilos siempre han deseado que se favorezca al gran industrial, que la sociedad colombiana gire en torno al arbitrio del banquero, por lo tanto, es un cuento chino el que nos quiere meter el presidente. La reforma tributaria sigue en los planes de este gobierno fracasado, por lo tanto, Carrasquilla se muestra como su gestor pese a las muchas críticas que se le han hecho desde un comienzo.
Como decían los viejos de antes, cuando ante una situación difícil se acuñaba la frase “al caído caele”. Bien mal que está esta república bananera por la pandemia, y ahora quieren colocar más impuestos para supuestamente amortiguar una crisis de la que nada tienen que ver los estratos menos pudientes. Es un crimen, un atentado el que prepara Duque y su gente. Pero no se le puede pedir peras al olmo, sabiendo que está presidencia llegó al poder simplemente para proteger patrimonios privados, así que esta crisis la debe sacar adelante el lomo del que hoy está sufriendo por el costo de vida que lo aflige mes tras mes.
Amigo, lector, ¿quién nos protege a nosotros? Nadie. Robledo, Petro y los demás opositores únicamente critican, pero no pasa nada y se hace algo para contrarrestar a esta banda de burócratas arrodillados a los banqueros e industriales. Lo que sí está claro es que el apellido Carrasquilla, que siempre estuvo emparentado con un prócer de nuestras bellas letras, en un futuro no muy lejano será sinónimo del mal gobierno de un partido político de bandidos llamado el Centro Democrático.