El gobierno, como es lógico, ha de servir a quien lo ha instituido: élites y grupos económicos. La reforma es el avance de la burguesía criolla, en el momento de mayor fragilidad para la sociedad colombiana. Categórico mensaje de poder político a una sociedad prepandemia que se mostraba ávida de cambio.
El país ha estado y sigue estando profundamente determinado por las relaciones ideológicas de clases, las de propiedad y el modelo agrícola/extractivista, es importante subrayar este aspecto para entender, su papel fundamental en la sociedad colombiana, respecto de los intereses globales de la nación, a los que evidentemente la reforma afectará en su soberanía alimentaria, y en la relación entre productores y consumidores. Que hay intereses irreconciliables entre las clases sociales de la nación es innegable, como lo es el hecho de que el gobierno no necesita conciliar con la comunidad de base, sino mantener un aparato estatal que garantice el orden, previamente alterado antes de la pandemia, y así encaminar a los ciudadanos a “la expresión correcta” de sus libertades sociopolíticas.
El gobierno actual ha demostrado que su política para el desarrollo del país está estrechamente vinculada con las decisiones de la burguesía criolla y su predilección por esta, lo que pone de manifiesto el cada vez mayor distanciamiento con el país obrero, emprendedor, estudiantil y campesino.
La reforma tiene, por tanto, el objetivo de disuadir a los ciudadanos y menguar en ellos cualquier idea revoltosa que la exaltación de la pandemia haya intensificado, agudizando las contradicciones de clase que la sociedad colombiana ya había evidenciado antes de ella.
Este poderío burgués con matices democráticos, reconoce en las relaciones de producción y explotación el instrumento poderoso que busca a fuerza de reformas instaurar en la sociedad, así que en lugar de ser lo grandes capitales quienes subsanen los efectos postpandemia, serán los ciudadanos comunes quienes a regañadientes concentren el poder de los medios de producción en sus manos y dispongan el producto de ellos al servicio de los intereses de la elite. Bajo el sofisma de detener el avance de la debacle y resguardar los intereses comunes de la nación.
La reforma busca que la burguesía criolla siga siendo la explotadora del pueblo, pero esta vez sin conatos de 21N, paros camioneros o plantones en las vías principales del país.