La Reforma protestante y la Revolución rusa, un aprendizaje pendiente

La Reforma protestante y la Revolución rusa, un aprendizaje pendiente

"Poco se habla en los medios de los hechos históricos, sus enseñanzas y mucho menos de lo profundamente corroído que se encuentra el Estado"

Por: Luis Fernando Vargas Fajardo
noviembre 22, 2017
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La Reforma protestante y la Revolución rusa, un aprendizaje pendiente

En el año 2017, se conmemoran dos hechos históricos que marcaron un antes y un después en la historia de la humanidad. Dos hitos que de manera centenaria ofrecieron al mundo un punto de vista y dividió opiniones. A hoy, la similitud con nuestra actualidad es escalofriante.

Hace 100 años, el 25 de octubre de 1917 se consumó la revolución bolchevique en Rusia, con la toma final del poder del Soviet en cabeza de Vladimir Ilich Uliánof, más conocido como Lenin y hace 500 años, el 31 de octubre de 1517, el teólogo y fraile católico Martín Lutero, publicaba en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg, en lo que antes se conocía como el Sacro imperio Romano, hoy territorio alemán, las “95 tesis filosóficas”, que finalmente se transformaría en la propuesta a la reforma a la Iglesia católica y la posterior ramificación de la fe en el protestantismo.

En sí los hechos no tienen mayor relación el uno con el otro y más aún cuando sucedieron con 400 años casi exactos de diferencia, y en dos países diferentes, en condiciones políticas y sociales tan distintas.

Hablar sobre la historia no es lo que compete a este escrito, puesto que no soy el más indicado para ello. Al punto al que se pretende llegar es a lo que en mi opinión, los puede relacionar, lo que nos aporta como sociedad, y la triste cíclica histórica que hoy nos aqueja, en un trazo abruptamente general.

Ambos movimientos, que de manera sistémica —hoy lo llamarían viral— desencadenaron violentas reacciones de apoyo y rechazo, sustentando que la la tercera ley de Newton no solo aplica para los fenómenos físicos, también para algunos de corte social.

Sin señalar si se está de acuerdo o no con una u otra postura, puesto que si es partidario ferviente de alguna, difícilmente es partidario de la otra, ambas son una respuesta a el agotamiento de un régimen o doctrina. Ambas son revoluciones, una social y política y la otra religiosa, que finalmente implica una injusticia social, puesto que los pecados se podían perdonar con el dinero suficiente.

Son, en pocas palabras, dos revoluciones contra instituciones que se han contaminado, deteriorado y han caído en la corrupción y descrédito de quienes confiaban en que estas, eran el apoyo y solución para los problemas que los aquejaban, ya sean de índole terrenal o moral, como lo eran el estado zarista y la iglesia católica del renacimiento.

Cuando Lutero viaja a Roma, descubre la doble lectura de la iglesia. El grueso de los fieles, sufrían de enormes carencias terrenales y eran severamente castigados desde el púlpito, la exigencia del diezmo era un dolor en cada contribución por una iglesia que no hablaba su misma lengua. El latín era solo para las clases altas. La pomposidad y el lujo reinaban en Roma, los pecados eran perdonados de acuerdo a la contribución monetaria y el cielo era algo se podía comprar. Que similitud con nuestros honorables senadores, representantes, legisladores y gobernantes. Se puede pagar un “juicio justo” y una “condena ejemplar”, con unos cuantos miles de millones. Que lujo y que pompa en sus haciendas ganaderas y en sus reuniones sociales. Que hambre y que frío sufre el 90% de la población.

El Zar prestaba oídos sordos a las quejas del pueblo, no había comida en las mesas y la fuerza laboral de los campos y ciudades se iba para el frente de la primera guerra mundial, que desangró a los viejos imperios de Europa. El pueblo entregaba sus pocas raciones para sus hijos en el frente y estos, que si no morían por las balas, morían de hambre y frío en las trincheras. Los suministros se quedaban en los burócratas y nobles intermediarios. La familia real prestaba más atención a Rasputín que al pueblo necesitado.

Qué curioso ver cómo el señor presidente miente “piadosamente” para proteger a su secretario privado, el funesto señor Prada, frente a las casi ineludibles muestras de galopante corrupción cuando fue director del SENA, y prefiere seguir al tanto de sus “monerías” mientras el pueblo sufre con la nefasta reforma tributaria de su otro “Rasputín”, el ministro Cárdenas, a quien recordamos cada vez que cancelamos una nueva factura.

¿Qué queda de ello? Un sistema corrupto cansa. Obliga a que el pueblo tenga que rebelarse ante ello. Curioso que el parecido al sistema que hoy nos gobierna: un ejecutivo inoperante y corrupto, un legislativo peor y un judicial sin nada que envidiarle a los dos anteriores. Poco se habla en los medios de los hechos históricos, sus enseñanzas y mucho menos de lo profundamente corroído que se encuentra el Estado. Un silencio cómplice con la corrupción y la ignorancia.

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