Ajustar la gestión del café es una prioridad por la importancia que tiene en la generación de ingresos para 540.000 familias que viven de esta agroindustria y para los miles de campesinos que recibirán tierra fresca de la reforma agraria en curso y esperan encontrar fórmulas para producir y rentar de la tierra. El café es de los pocos sectores que permite una distribución más o menos democrática de las utilidades que genera, a pesar de que se ha concentrado en las últimas décadas y que los exportadores han obtenido mayores beneficios al orientar las políticas del sector. El gobierno Petro, al provocar el retiro del actual gerente de la Federación, asumió el reto de ajustar la política con expertos que comprendan el contexto de la producción, el consumo y el mercadeo global. Es un cambio que genera resistencia entre los tradicionales manejadores de la Federación pero que se puede llevar a cabo con un diálogo que mantenga la unidad y logre un crecimiento armónico sostenible.
La infraestructura alrededor del café es una garantía para que a la vuelta de pocos años muchos de los campesinos que reciban tierras cuenten con ingresos. Puede ser una alternativa inclusive par la sustitución de cultivos ilícitos porque es un producto con demostrada viabilidad. De manera que los subsidios que se inviertan para pasar de la coca al café serían productivos y no paliativos temporales. Pero lo más relevantes es que una nueva política que estimule el crecimiento y la diversificación de variedades es una opción de crecimiento para las 540 mil familias que hoy lo producen y las nuevas que se incorporen a la producción agrícola como desea el gobierno.
A través de inversiones en programas de renovación con estímulos, subsidios específicos y apoyo financiero debe dar frutos. Asumir el costoso esfuerzo de renovar los cafetales, con los años que significa para el caficultor invertir sin recibir ingresos, con un ritmo de gastos importantes para llegar a la primera cosecha, exige el apoyo de un gremio que maneja los multimillonarios recursos del Fondo Nacional de Café y la decisión de un gremio renovado en sus conocimientos y conectado al mercadeo global.
En la reorientación de la política cafetera es importante darle mayor voz a los departamentos que superaron en producción a los del viejo eje cafetero. Nariño, Cauca, Huila y Tolima ya son los mayores productores del país, pero necesitan políticas específicas para crecer con eficiencia. Equilibrar los recursos que se invierten para resolver necesidades del nuevo eje y mantener las del antiguo eje cafetero (Antioquia, Caldas, Risaralda) es fundamental. La nueva dirección debe tener una alta capacidad de interlocución entre las dos regiones para que cada una comprenda que unidos crecen más.
Por supuesto, en la renovación del mando hay una razón política que justifica el cambio: los departamentos del nuevo eje cafetero apoyaron ampliamente a Petro mientras que la antigua zona se mantuvo en la orilla conservadora, reacia a los cambios. El gobierno debe responder apoyando que el relevo en la dirección recaiga en cabezas con los nuevos conocimiento que exige el sector, con una visión integral que incorpore mejor a las nuevas regiones productoras para dar el giro de manera acertada. Si Petro provoca la salida del gerente no será para poner un nuevo nombre que represente las viejas políticas que han disminuido la importancia del café en la economía colombiana y privado de oportunidades a millares de productores.
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Basta ver como creció la industria cafetera de Brasil -a 70 millones de sacos- y la de Viet Nam a 32 -triplica la de Colombia- para entender que el país perdió mercado e ingresos por mirarse al ombligo
_______________________________________________________________________________PPor supuesto los temores entre los tradicionales detentadores del poder de fijar las políticas cafeteras son válidos, pues todo cambio trae riesgos. Pero sin cambios no hay desarrollo sino estancamiento. Basta ver como creció la industria cafetera de Brasil -a 70 millones de sacos- y la de Viet Nam a 32 -triplica la producción de Colombia- para entender que el país perdió mercado e ingresos por mirarse al ombligo, por proteger a los sectores que más ganaban con la política actual y sobre todo por falta de visión. Algo se hizo mal para que Colombia y los millares de cafetaleros perdieran la oportunidad de duplicar su producción y aumentar sus ingresos mientras que los competidores extranjeros lograron semejante crecimiento para beneficio de sus productores.
Un ejemplo ilustra el elitismo con que se manejó la política cafetera. La prohibición de exportar café de baja calidad (entre el 10 y el 15% del total de la producción) que se levantó por iniciativa de uno de los actuales competidores por la gerencia, Felipe Robayo. Este sencillo cambio generó un importante ingreso adicional para los productores. El café pasilla lo compraban los tostadores a precios bajos. Al liberar su mercadeo, la pasilla se exporta para beneficio del productor que convirtió un falso desecho en un 10% de ingresos adicionales. Los procesadores ahora importan cafés de bajas calidades. Antes la pasilla significaba perdidas porque dominaba la visión del exportador de exportar solo cafés de alta calidad, obteniendo este subsector una mayor utilidad que no se distribuía de manera democrática entre los productores.
Una nueva política cafetera también permitirá cambiar el rol de las mujeres en la industria para hacer equitativa no solo su remuneración sino para revalorar el aporte que hacen, subvalorado por las políticas de un gremio dominado por varones. La creciente independencia de las mujeres exige aplicar políticas de igualdad que le faciliten prosperar con apoyo social que permita profesionalizar y remunerar tareas como el cuidado para que puedan dedicar su energía en áreas más productivas para salir del corral en que las quieren mantener. Este cambio bien podría estar respaldado por la presencia de una mujer en la dirección de la Federación como sugiere el ministro Ocampo, pero no cualquier mujer. Lo más importante no es que la persona al frente sea hombre o mujer, sino que este realmente comprometida con realizar esta transformación y aplicar políticas de igualdad de género. Si los cafeteros descartaron nombres de mujeres no fue por su condición de género sino porque sus hojas de vida no reflejaban las exigencias del cargo. Es importante respetar las reglas de juego que le otorga a los comités un alto poder en la decisión.