Pienso en Roald Dahl como un maestro imprescindible en el desarrollo de la literatura infantil universal; sus propuestas (aparte de incomodar a parte de los adultos de su época) son la prueba certera de que a los peques no hay que acercarles con pamplinas ni haciendo de nana querendona al punto de invadir su espacio personal; ellos lo entienden casi todo, puede que algunas cosas les tomen más tiempo de procesar que otras; son seres en desarrollo a los cuales no se les debe ocultar el mundo real porque como a las crías de los animales, cuando no son preparadas por la falta de la madre, su destino es ser tragados por la vida.
Crecí viendo las adaptaciones de los libros de Roald cuando pasaban las películas en Caracol, en casa no acostumbrábamos a tener televisión por cable siempre, era 2008 y tener un servicio de canales internaciones era casi un lujo para cualquier niño de la clases media baja. Recuerdo con cariño a Matilda, Charlie y la fábrica de chocolates… etcétera, Jim y el durazno (en DVD’s) piratas de dos mil pesos, en los que a veces venían películas de Barbie coladas.
La primera vez que leí un libro del autor inglés fue a los catorce años, no recuerdo bien; comencé con Cuentos en verso para niños perversos, después seguí con Matilda y hasta allí lo dejé. Luego encontré sus libros pirateados en internet, en mala calidad y con páginas mal escaneadas. Eran piratas incompetentes los que subían los documentos.
Sin embargo, hace unos meses Penguin Ramdon House hizo llegar a mi casa un bello paquete con sus libros… bueno, eran tres a decir verdad. Pero eran bellos: Las brujas y Matilda. Ese día me emocioné mucho, fue como volver por un momento a mi infancia; un bucle de segundos, una bocanada de años y recuerdos que solo evocan los buenos libros.
Supondrán pues que el último libro que hojeé fue Matilda.
Las brujas: Este libro me enganchó tanto que, en esos días, en la sala de espera del hospital lo saqué (cosa que no hago seguido). Los niños que estaban alrededor quedaron viendo su portada sin disimulo. Y sí, lo reconozco, la portada es una maravilla, la bruja mayor le da un toque de enigma.
Las brujas narra la historia de un niño huérfano que no le queda más remedio que irse a vivir con su abuela; una corpulenta noruega adicta a los puros. Todo comienza cuando la abuela le cuenta al pequeño una peculiar historia sobre porqué y como las brujas en realidad existen y le da consejos de como reconocerlas. Por último le advierte: Quieren deshacerse de todos los niños del mundo.
Un día, la abuela y el niño se van de vacaciones a un lujoso hotel que está frente al mar. Todo va maravilla hasta que unas refinadas y elegantes señoras llevan a cabo un congreso que según afirma, busca llevar un debate sobre la protección de los niños.
El niño se entromete en el salón de la reunión y se oculta para que las damas no lo vean. Poco después las mujeres entran y se encierran en el salón. Y paso algo… todas son brujas.
Esta es una aventura para lectores medios que busquen una histórica corta y enigmática con un poco de humor negro.
Matilda: En esta historia, por el contrario, encontramos a una pequeña que sus padres detestan a tal punto que no se preocupan por enviarla a la escuela en sus primeros años.
Los padres de Matilda son unos petardos y ella lo sabe, por eso siempre busca la manera de ser independiente. Sin embargo, Matilda es diferente a su familia; ella tiene poderes para mover cosas.
Por otra parte, a la edición que ha publicado Penguin Random House no tengo casi nada que rechistar a excepción de que me hubiese gustado encontrar las ilustraciones a todo color, como en la versión inglesa. Y claro, como no como no, esta edición trae dos capítulos inéditos.