Son varias, y de ninguna manera despreciables, las restricciones que enfrentan los rellenos sanitarios, no solo en Colombia, sino a nivel mundial; pero la evidencia indica que no estamos enfrentados a una crisis de corto plazo, sino a un reto estructural que nos exige innovación empresarial y decisión política.
Es cada vez más difícil contar con soluciones de disposición final en rellenos sanitarios debido a las restricciones de suelo, comunidades y actores políticos locales por lo que es necesario avanzar a parques tecnológicos con elementos adicionales en el tratamiento de residuos.
La solución es impulsar la renovación tecnológica de valorización y tratamientos de residuos sin poner en riesgo los avances en disposición final que hoy nos parecen modestos, pero que son un referente en América Latina. Hoy más del 94% de las cerca de 12 millones de toneladas que se producen en el país, se disponen en rellenos sanitarios controlados, los botaderos a cielo abierto, así como las quemas y la disposición en cuerpos de agua son reducidas excepciones; el modelo de prestación del servicio es sostenible y regular; la generación de residuos per cápita es inferior a la de otros países de la región; hay una desarrollada normatividad para la gestión de residuos peligrosos; la tasa de reciclaje, a pesar de todas las dificultades, es según la ONU la más alta de la región* y existe un modelo institucional de convergencia público privada que es ejemplo regional.
Pero sobra decir que lo anterior no es suficiente. Entre el 60% y el 70% de los residuos que se generan en el país son orgánicos (es decir distintos a los materiales reciclables como cartón, plástico, papel, etc.), residuos que se descomponen generando lixiviados y gases que deben controlarse. Si el país realmente quiere subir su tasa de tratamiento de residuos, debe apostar por soluciones como la generación de energía a través del gas resultante del tratamiento de los residuos orgánicos, como del gas proveniente de los rellenos sanitarios.
Lo anterior exige que los rellenos sanitarios puedan transformar gradualmente su tratamiento en parques de tratamiento de residuos para lo cual se debe eliminar tres restricciones: i) el bajo precio comparativo de la producción energética, pues la energía producida a partir de residuos puede ser poco competitiva en precio ii) el bajo costo de la disposición final, aunque este cambio debe ser gradual para evitar la reaparición de botaderos a cielo abierto iii) la posibilidad de usar como fertilizante el subproducto de la descomposición orgánica, un líquido rico en nutrientes llamado digestato. Lo anterior ni siquiera movería la matriz energética en más de un 0,6%, pero dispararía la tasa de aprovechamiento de residuos.
Por supuesto existen otras opciones como las plantas de tratamiento mecánicas, que separan los residuos combinados para enviarlos a diferentes cadenas de comercialización, una tecnología con muchas experiencias amargas en nuestro país; las soluciones térmicas, que recurren a procesos como la incineración para generación de energía, pero cuyo cierre financiero es aún más lejano.
La política pública y la regulación deben entonces centrarse en incentivos graduales que generen las condiciones para el tratamiento y la valorización de residuos, al fin y al cabo, no sería la primera vez que seamos pioneros regionales.
(*) ONU. Perspectivas de la gestión de residuos en América Latina y el Caribe. 2018.
