Las guerras preventivas en las que nos ha metido el gobierno de los Estados Unidos deben considerarse sin ambages, como los planes y procesos de injerencia y recolonización a sangre y lágrimas de nuestra región... en los cuales hablar de soberanía sobra; decir democracia importa menos; y sobre todo, muy sobre todo, respetar los derechos humanos es cosa del pasado o letra muerta.
Los organismos multilaterales no tienen vergüenza de continuar siendo los convidados de piedra en los tiempos que corren. A ninguno parece importarle el sentido y los intereses que se juegan los Estados Unidos en la llamada Iniciativa Regional Andina (IRA) o, en su prima hermana, la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA).
"La meta de los organismos multilaterales es conseguir acuerdos globales en relación a temas de interés que afectan a la mayoría de países. A través de estos organismos es posible arribar a consensos para poder implementar acciones concretas en relación a un tema y así poder mantener el equilibrio de intereses entre las naciones” (Diccionario ABC).
A nadie importa, por ejemplo, lo que ha pasado con el pueblo de Irak, que es la muestra de lo que puede hacer y piensa hacer el gran capital financiero del mundo en nuestra América Latina (el mismo que puso en la presidencia de los Estados Unidos a Barack Hussein Obama y ahora, al inefable Donald Trump).
Más de 600.000 civiles dejó la guerra preventiva allá, que realmente fue una invasión en Irak. En Colombia, la cifra es similar, la diferencia es que se alcanzó en más de medio siglo de conflicto social y armado.
Ahora bien, rodear de bases militares "la patria grande de Bolívar", como le decía Fidel a nuestra patria grande en sus reflexiones y editoriales, significa nada más ni nada menos la mayor injerencia extranjera. Si bien no es de extrañar que eso suceda en países como Colombia o Perú, sí causa rechazo en los demás de la región (las razones son demasiado obvias).
Estamos ad portas de otra guerra preventiva, de esas a las que nos tiene acostumbrados el imperio norteamericano con sus peones en todo el planeta. Estamos frente a un monstruo de cien cabezas que por encima de cualquier consideración política o social ha defendido, defiende y defenderá sus intereses.
Con la asesoría gringa en la frontera colombo-ecuatoriana ya se probaron las bombas, las comunicaciones satelitales, las decisiones unilaterales, el irrespeto al vecino y el desprecio de los convenios internacionales, en el ataque al campamento guerrillero de las Farc. La Operación Jaque también lo prueba. Qué otra cosa estarán fraguando aquí.
En la república de Honduras ya se probó que volver por los caminos de alienación y compra de los militares sí paga, al sacar del cargo al presidente constitucional; igual como sí paga en Colombia la utilización de militares y exmilitares en las contras u hordas paramilitares que han dejado una estela de sangre y miseria entre la gente campesina, indígena y afrodescendiente ubicada en esas zonas de importancia geoestratégica.
La ONU (el inservible organismo multilateral o lo que queda de él) pasa a las páginas de libros de historia universal del próximo siglo, ignorada por Estados Unidos como en Irak; se la ha despreciado como en Afganistán; o se la ha subestimado como en Haití, país que no se cansa de reclamar el regreso de su líder Aristide con el poder popular.
A Chávez, en Venezuela, lo secuestraron en su propio país para cambiarlo por un títere que defienda sus intereses y dicen que eso no es '"secuestro": es plan de defensa nacional de los Estados Unidos de América. La ONU obviamente no dijo ni mú. El golpista está escondido en Colombia.
Colombia, por desgracia y como siempre, va a la vanguardia del proyecto de la Casa Blanca. Ya ha creado las zonas francas; ha vendido o privatizado servicios públicos y las generadoras departamentales de energía; ha entregado a particulares el manejo de las telecomunicaciones y ha destinado como nunca grandes sumas de dinero en zonas aparentemente improductivas para dar paso a proyectos de transporte multimodal y agroindustria.
Nuestro país, por desgracia y como siempre, va a la vanguardia de estos planes imperiales. Ha contribuido a uno de los más oprobiosos desplazamientos de campesinos e indígenas, a sangre y fuego oficial, en regiones que se dice aparentemente usadas por el narcotráfico, pero que son de probada importancia para megaproyectos como la agroindustria del etanol, la palma africana y la infraestructura vial.
En la práctica ya no encontrarán oposición popular, civil y organizada, porque es una oposición atemorizada al ver la eliminación física de cientos de sus líderes sociales, solo encontrarán vestigios de la existente insurgencia armada y otros grupos.
La iniciativa IIRSA tiene por objetivo potenciar y elevar la competitividad y la productividad regional mediante una serie de pasos para integrar físicamente la región sudamericana, al tiempo que se reformarán procesos sectoriales claves bajo la coordinación de los doce gobiernos, con el apoyo supuestamente técnico de la banca multilateral, los bancos nacionales de desarrollo y, por supuesto, el sector privado.
Frente a esa ruptura a cuchillo limpio del mapa sudamericano, a machete, esos proyectos abren camino, entre otras, para la explotación de las plantas aromáticas, las raíces tropicales, la biodiversidad, la fauna y la flora en general; especies que más tarde aparecerán en el concierto mundial patentadas por los herederos del Tío Sam. Por esos caminos geográficos correrán las armas, las drogas prohibidas y la política de dominación y recolonización.
Con esos amagos de guerras preventivas y esa injerencia comprobada, la ruptura física y política del mapa sudamericano que contempla la Iniciativa Regional Andina, es urgente el llamado a la unidad de los pueblos, a la combatividad y a la concientización de su gente para evitar una nueva catástrofe ambiental, cultural y social. En otra ocasión me referiré en detalle a los ejes temáticos de IRA a IIRSA.
Es urgente, digo, la unidad regional, requisito sin el cual resulta imposible ganar la lucha de países saqueados contra pretensiones de países saqueadores. También, advertir la inoperancia de organismos multilaterales que deberían apoyar a los gobiernos a levantar las banderas de la autodeterminación de los pueblos, la soberanía y el derecho internacional.
El gran capital financiero, las multinacionales, los expertos en especulación financiera y monetaria, desde el Petén, el Plan Puebla Panamá y la Iniciativa Regional Andina jecutarán siniestros planes de desestabilización de la región.
Repito, desestabilización como ya ocurre en Haití y nos duele; también en Honduras, y lo lamentamos; Venezuela y Cuba con el bloqueo; y ahora en Colombia, y nos hiere, servida hoy como plataforma militar estadounidense para amenazar real y evidentemente a sus vecinos y al resto de países del centro y sur de América. (Bolivia)
Así como van las cosas los militares gringos con licencia para matar, armados hasta los dientes y con inmunidad, podrán pasearse en Colombia como lo hacen hoy, pero esperemos que no por mucho tiempo.
Entonces los colombianos veremos inermes la pérdida de los más elementales derechos civiles y de las libertades sociales, cobijados por el trabajo antiético de la gran prensa y de los monopolios de la desinformación, que venden ante la comunidad internacional un clima ficticio en el campo social, político y económico del país.
Guerras preventivas inventadas y la injerencia comprobada del gobierno de los Estados Unidos en la región (con Colombia a la cabeza) son los males que se suman sobre nuestros pueblos además de la pandemia, la discriminación y racismo.