La rebelión de las conejitas de Playboy contra su creador

La rebelión de las conejitas de Playboy contra su creador

La fama de seductor que aún acompaña a Hugh Hefner a sus 88 años, ha sido puesta en duda por las declaraciones de dos de sus esposas, que lo han acusado de acosador e impotente

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marzo 24, 2015
La rebelión de las conejitas de Playboy contra su creador
Foto: archivo 1075theriver.com

Mientras ella programaba pic-nics con estrellas del cine o del fútbol americano, él, forrado en su batín rojo de seda, se levantaba muy temprano a darse un paseo por la casa editorial a intentar buscar un antídoto para el desangre de suscriptores que ha tenido la revista desde mediados de la década del setenta, momento en el que tuvieron siete millones de suscriptores y ahora deben conformarse con apenas uno.

Hefner, con sus pasos cortos y amortizados por unas sandalias de cuero, recorre la mansión por la que desfilaron desnudas Marilyn Monroe, Jane Mansfield, o Anne Nicole Smith. Cansado, se sienta frente a la chimenea principal. Las chicas que habitan los 22 cuartos de la mansión Playboy salen y ocupan sus respectivas posiciones. Holly está afuera, coqueteando descaradamente con un jugador de Hockey. Hefner pregunta por ella, la muchacha se disculpa y sale corriendo al sofá en donde está él,  esperándola para ver El expreso de Shangai, la mítica película de 1932 que él ha ayudado a restaurar. La conejita cabecea en los brazos de papi hasta que el sueño termina estrangulándola. Las chicas una a una se van excusando, “Hef y sus películas” murmuran sonrientes mientras afuera, un guapo boxeador las espera para dar una vuelta en su nuevo descapotable.

Al ver el reality Girls of the Playboy Mansion, quedaba claro que era ella la que quería domesticar al viejo sátiro. Hugh Hefner, el hombre que creó en 1953 la revista que ayudaría a forjar la revolución sexual de los años sesenta, parecía haber quedado inmune al matrimonio. Al entrar las cámaras a su casa se mostraba como un abuelo comprensivo y bueno, que siempre tenía un sabio consejo que darles a sus voluptuosas nietas.

Cinco años después de que entre lágrimas Holly Madison hubiese decidido alejarse de la mansión, ha decidido sacar sus memorias en donde les cuenta a sus lectores la infelicidad que le significó ser  durante cinco años, la novia del magnate del entretenimiento. En el tiempo en que duró la relación, Madison sintió  perdía su identidad y la esperanza de un futuro. La depresión fue tan profunda que incluso pensó en suicidarse.

No es la primera vez que el nombre de Hugh Hefner está ligado al escándalo. En sesenta y dos años de publicación once de sus conejitas murieron de manera trágica. Ente ellas se cuentan a Marilyn Monroe, muerta por una sobredosis de somníferos y Jane Mansfield, quien murió decapitada en un accidente automovilístico.

Kendra Wilkinson, compañera de Holly en el reality, reveló en el 2010 que Hefner le obligaba a tener relaciones sexuales. Su estancia en la mansión se convirtió en una verdadera tortura por culpa del incesante acoso del semental de ochenta y ocho años y producto de ello se volvió adicta a las drogas.

Sin embargo, no todas las acusaciones hablan de la supuesta intensa actividad sexual de Hugh Hefner. Crystal Harris, su actual esposa, sesenta años más joven que él, reveló en una entrevista radial que la única relación que había tenido con Mister Playboy había durado dos segundos. Por presiones de la revista, Harris se retractó un par de días después.

Rodeado de mujeres y de una leyenda que aún lo acompaña, su buen gusto y criterio literario hicieron de Playboy una publicación mucho más importante que el de una simple sucesión de fotos de pechos y nalgas. Por sus páginas pasaron escritores de la talla de Truman Capote, Vladimir Nabokov, Jack Kerouac, Gabriel García Márquez o Kurt Vonnegut. Su crianza en un hogar puritano lo convirtieron en un joven inseguro que tenía la maña de comerse las uñas y de tartamudear. El temor de Dios se disipó el día en que siendo editor de Esquire decidió pedir un aumento de cinco dólares. Cuando las directivas se negaron, Hefner decide renunciar y un par de años después compraría por quinientos dólares las fotos de Marilyn tendida sobre un terciopelo rojo y cincuenta mil ejemplares de Playboy se esfumarían de los kioskos. A partir de allí, su idea de hacer una revista para entretener a los hombres, cambiaría para siempre la manera de hacer periodismo en Estados Unidos.

El internet y la post-modernidad fueron las hordas que mermaron su imperio. Ya no tiene el poder de producir películas, de abrir casinos, o de cotizar en la bolsa. Amargado al ver como su longevidad le hacía ver el ocaso de la revista, Hefner se conformó con mantener su imagen de semental infatigable, un estilo de vida en el que se le van cerca de dos millones dólares al mes. Complacer a dos docenas de conejitas no es tarea fácil ni barata.

Al verlo sentado al lado de seis rubias despampanantes en una disco de moda, con su mandíbula batiente y su piel cuarteada, no puede dejar de despertar comentarios. Algunos lo tildan de ridículo o viejo verde. Otros temen por su salud: el abuso del viagra lo ha convertido en un sordo. Lo único cierto es que a sus ochenta y ocho años Hefner morirá en su cama giratoriacon forma de corazón, rodeado de modelos cansadas de darle pedacitos de uva en su boca, un privilegio que se dieron muy pocos reyes a lo largo de la historia.

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