Rondaba el área rival y, al ver que su compañera Lindsey Horan hizo el gesto de querer enviar un pase elevado, hizo la diagonal al punto penalti. No hubo nada que la defensa rival pudiera hacer. Se elevó y conectó un certero cabezazo que fue a dar al fondo del arco inglés. Una verdadera joya por parte de Alex Morgan que sirvió para adelantar a su equipo en el marcador y asegurarle un lugar en la final del mundial femenino que se está disputando en Francia. Las cámaras se irían con ella, con sus declaraciones y su despampanante sonrisa, como regularmente lo hacen cada vez que Estados Unidos gana. Sin embargo, la historia de Morgan, sus años de secundaria, un sobresaliente currículo universitario, sus posturas políticas y su participación en iniciativas sociales, hacen que sea mucho más que una simple cara bonita.
Creció en San Dimas, California, un pequeño pueblo de treinta mil habitantes a media hora de Los Ángeles. Desde su infancia ya expresaba su deseo por ser una deportista de élite. “Hola mami, mi nombre es Alex y seré una atleta profesional en el fútbol. Te amo” escribió con tan solo ocho años en una de sus clases de primaria. No tardó en lucir los colores de la secundaria de Diamond Bar y competir con el dorsal 13 en honor a Kristine Lilly, su principal referente en el fútbol. Conformaría, en tres oportunidades, la lista de las mejores jugadoras a nivel nacional y, previo a su graduación, obtuvo el privilegio de ser convocada a las selecciones juveniles de los Estados Unidos. Más participaciones suyas se vendrían con los colores del conjunto norteamericano.
Basta con ingresar su nombre en un motor de búsqueda y encontrar fotos de Morgan en reconocidas revistas. Sports Illustrated y ESPN la han tenido en sus portadas en más de una ocasión. Pero poco o nada se habla de sus estudios en economía política en la Universidad de Berkeley, en California. Debido a su desempeño deportivo, fue admitida en la prestigiosa institución educativa y lideró la delantera de los ‘Golden Bears’ entre 2007 y 2010. Acabó sus estudios un semestre antes de lo estimado, pese a faltar a clases por sus constantes participaciones con la selección nacional, y se despidió como la tercera goleadora histórica de su universidad.
Lo demás es logro tras logro. Nueva York, Seattle, Portland, Orlando y Lyon la han visto desfilar en sus estadios. Dos ligas de Estados Unidos, una copa y una liga francesa y una Champions League femenina hacen parte de su historial. También se suman el campeonato del mundial juvenil de Chile, la medalla de oro en los Olímpicos de Londres y la Copa del Mundo que se disputó en Canadá en 2015. Su historia deportiva es remarcable. Su vida fuera de las canchas, aún más.
Megan Rapinoe, capitana del actual plantel de Estados Unidos y reconocida activista de la comunidad LTBIQ, al ser interrogada sobre una posible invitación a la Casa Blanca por parte del presidente Donald Trump, en caso de que la selección de fútbol femenino ganara el mundial, respondió sin vacilar “No iré a la maldita Casa Blanca”. La lluvia de críticas no se hizo esperar. Tampoco demoró Morgan en defender a su compañera.
En una entrevista a TIME, la californiana dejó clara su postura en contra de las políticas del gobierno republicano y se solidarizó con Rapinoe. Hizo énfasis, además, en que no pretende ser “políticamente correcta” ya que, al igual que los demás ciudadanos, también tiene posiciones sobre las cosas que suceden.
“Hay una narrativa que se ha impuesto cientos de veces sobre los comentarios políticos de los deportistas. ‘Enfócate en lo deportivo’ nos dicen, pero somo mucho más que eso ¿Ok?” afirmó al semanario.
Su actitud de insatisfacción ante el ‘establishment’ ya tenía precedentes. Junto con Rapinoe y otras jugadoras históricas del combinado nacional, presentó una demanda federal por el trato desigual que recibían por parte de la Federación de Fútbol en contraposición a sus colegas hombres. Ellas, a pesar de ser parte de un plantel que ha cosechado tres copas mundiales a lo largo de su historia, obtenían 62% menos ganancias. Una agobiante realidad que no solo padecen las futbolistas, sino también mujeres que se desempeñan en otras disciplinas. Morgan fue la cara visible. La voz de un puñado de mujeres que sufren esta injusticia.
“Cada una de nosotras está extremadamente orgullosa de llevar la camiseta de los Estados Unidos, y también nos tomamos en serio la responsabilidad que conlleva. Creemos que luchas por la igualdad de género en los deportes es parte de esa responsabilidad. Como jugadoras merecemos recibir un pago equitativo por nuestro trabajo, independientemente de nuestro género” dijo ante cámaras luego de que la acción legal se radicará ante un tribunal federal en California.
Y recientemente volvió a dar de que hablar. En el presente mundial, en la semifinal que enfrentó a Estados Unidos con Inglaterra, Morgan jugó un papel clave. Debido a la ausencia de Rapinoe por unas molestias físicas, capitaneó a su equipo y la entrenadora Jills Ellis la ubicó como referente de área, en la posición de centro delantera. Una cabalgata suya, que le mostró a su compañera la línea de pase, culminó en la segunda anotación que le dio el triunfo a Estados Unidos.
El Gran Stade de Lyon vio como Morgan, luego de recibir abrazos de sus compañeras que corrieron a festejar con ella, celebró juntando los dedos de su mano, llevándolos a su boca y simulando que tomaba una taza de té. Los británicos, especialmente su prensa deportiva, lo asumieron como una ofensa. Curiosamente, su esfuerzo, ánimo, ímpetu, ganas, destreza y pasión se vieron opacados por una simple celebración. Diarios y portales web desviaron su atención a ese detalle. Ella, juzgada y señalada, tuvo que explicar la razón de su festejo: se inspiró en la actriz Sophie Turner, quien interpreta a Sansa Stark en la aclamada serie Game of Thrones.
“Hay una especie de doble estándar para las mujeres en el deporte. Se asume que tenemos que ser humildes y agradecidas con nuestros logros, que podemos celebrar pero de forma limitada. Tú ves hombres celebrando alrededor del mundo, agarrándose sus partes íntimas o lo que sea, y cuando yo celebro tomándome una taza de té me siento un poco sorprendida. Prefiero reírme al respecto” expresó Morgan a Time después del revuelo que se causó.
Lo cierto es que su carrera, su testimonio y sus decisiones son un golpe contundente sobre la mesa. La noción de que los deportistas se restringen a las competiciones es algo que cada vez más exige ser reevaluado. Morgan es una abanderada, sin duda.