Repasemos un poco el mundo del surrealista belga René Magritte (1898-1967) quien pintó íconos del mundo surrealista que ingeniosamente también fueron utilizados por el mundo de la publicidad durante el siglo XX.
Punto fundamental del surrealismo de René Magritte es la reconciliación de los opuestos. Objetos ordinarios, objetos de la vida, los confronta con otras situaciones inesperadas donde logra una extraña metamorfosis de poderes insospechados. Como lo hizo en La condición humana donde pintó un paisaje sobre otro cuadro igual que, es visto desde una ventana abierta, El Imperio de la luz donde combina el día en el cielo con la noche de una calle, El hijo del hombre donde sale su característica imagen de un señor con sombrero negro al que le tapa la cara una manzana verde, El tiempo atónito donde con fuerza entra un tren por una chimenea o los Valores personales donde en un cuarto abierto al cielo cambia las dimensiones de los objetos.
En su trabajo aparece una reconciliación entre la representación de un mundo real que se conjuga en una plana superficie pictórica. Así el artista desde la simplicidad siembra la profunda duda de la no certeza. Sus pinturas pueden ser falsos espejos donde la realidad no es inocente. Magritte sigue la tradición de Hieronymus Bosch (ca. 1450-1516) o de James Ensor (1860-1949) donde la fantasía y la alegoría hacen parte del realismo mágico belga.
En 1965 Magritte anota: “Cuando pinto no yuxtapongo extraños elementos para confundir, sino describo mis pensamientos que son la unión de todo lo que se conoce y lo acerco a lo incierto”. Las ideas solo podían ser expresadas en pintura, concepto que atrajo la atención de los filósofos que hicieron el camino de la modernidad, como fue el caso de Michel Foucault en 1960 o Jacques Derrida en 1970. Magritte se concentró en pintar lo real inexplicable a través de la pintura mientras buscaba llegar a algo esencial en el hombre, algo que se acercara más con la ética que a la estética porque le interesaba la percepción de la condición humana y la inteligencia del ojo.
A pesar de que lo integraron al Surrealismo Parisino durante los años 20. En 1930 se alejó de sus principios, se movió a Bélgica donde vivió el resto de su vida. Casi siempre en un pequeño pueblo de Chatelet al sur de país. En los años 40 se vio obligado a trabajar en publicidad, mientras continuaba pintando en un rincón de la sala de su casa vestido con saco y corbata y así, entre el anonimato y el camuflado, se creó con independencia el Surrealismo belga junto con Paul Nougé (1895-1967) Camille Goemans (1900-60) quien además trabajó como su galerista en algunas ocasiones, Marcel Lecomte (1900-66) y Louis Scutenaire (1905-87).
Otra de las instancias interesantes de las pinturas de Magritte fueron sus títulos porque no quería explicar la imagen sino proteger su integridad poética. Los títulos eran elegidos de forma para prevenir que sus pinturas fueran ubicadas automáticamente en una región segura de la mente. Para entender el significado el público se tenía que salir de la zona de confort para buscar otro sentido más amplio, más propio y menos simple. Por algo, en su juego de palabras Louis Scutinaire dijo “Margritte es un gran pintor. Magritte no es pintor”.