La verdad el nivel tan bajo del debate político en Colombia no solo avergüenza, sino que también preocupa.
Convencido de que a cualquier colombiano le resulta difícil opinar con objetividad sobre el tema político, decidí consultar a un autor extranjero, un profesor inglés, quien tal vez sin apasionamiento, ofrece una visión más serena de los embates históricos del país.
Malcom Deas es el fundador del Centro de Estudios para América Latina de la Universidad de Oxford, lleva apenas 60 años estudiando a Colombia, con una docena de libros escritos sobre la realidad de este país, se constituye en una verdadera autoridad académica y de obligada consulta para quienes consideramos que la política es una ciencia y no un hobbie, como muchos creen, para opinar sin la más elemental precaución.
Para M. Deas difícilmente una sociedad puede progresar si no se promueve de entrada una reconciliación de la institucionalidad con la ciudadanía, dentro de nuestra genética, se ha formado una pugnacidad constante con lo público como el causante incluso de nuestros problemas personales, sería pretencioso suponer una aceptación ciega del sistema, pero al menos si podemos procurar una visión objetiva de algo que no es novedoso. Sino que remonta su origen a un contrato social, que no es cosa distinta que la necesidad de un orden para quienes creeríamos civilizados.
Dentro de los estudios de Deas llama la atención la referencia a las investigaciones más estrambóticas que se han hecho pretendiendo buscar un origen a la conflictividad en Colombia, señalando incluso ello podía obedecer al consumo de maíz de tierra volcánica de los indios pijaos como nuestros ascendientes más inmediatos.
Sin embargo, la explicación más sensata se encuentra en la manera tan marginal del hacer política, el éxito de cualquier propuesta se finca en la capacidad y posibilidad de destruir al otro, ningún candidato promueve la reconciliación, adulamos a todo aquel que garantice la destrucción de quien no comulga con nuestro pensamiento, creemos en aquellos que venden fórmulas sacraméntales de cambio, pero no estamos dispuestos a sacrificar ninguna posibilidad que comprometa nuestra comodidad.
Dice Fernando Savater en su “política para Amador “que el lenguaje es el elemento humanizador por excelencia, sin embargo, cuando hacemos uso de él para promover la descalificación y la violencia llegamos a la conclusión que es muy poco lo que hemos avanzado con respecto a nuestros ascendientes más inmediatos, pues en Colombia para hacerse acreedor a la etiqueta de guerrillero o paramilitar ya no es necesario andar con un fusil en el monte sino simplemente expresar tu opinión.