Muy seguramente esta mañana amanecerán reventados los medios celebrando la victoria de Humberto de la Calle, el candidato oficialista, a la Presidencia de la República. Pero la verdad es que, vistos los resultados de la consulta liberal, lo primero que hay que decir es que nunca debió celebrarse. Los resultados crudos son tan malos, que esta representa, si acaso, una victoria pírrica para De La Calle si no un retroceso, y lo sitúa en una posición de franca debilidad.
Y es que, repito, la consulta nunca debió realizarse. Gravísimo error. El Partido Liberal optó por un mecanismo que, según la ley, es optativo y no obligatorio. En una elección tan crítica, con el partido invertido en defender la paz como su bandera, y teniendo a Humberto de la Calle, que de lejos era la mejor de sus opciones desde el principio, lo insólito es que no hayan sido capaces de ponerse de acuerdo en elegir a un candidato en convención sin desgastarlo en una consulta previa. Esto refleja no solo las profundas divisiones al interior del liberalismo, especialmente entre entre samperistas y gaviristas, sino que demuestra el estado anémico en el que se encuentran sus maquinarias y el poco interés que el partido despierta entre el voto de opinión.
Y es que es una doble derrota. Para el momento en que cierro esta columna (gracias a la extraordinaria paciencia de mi editora), la diferencia entre Humberto de la Calle y Juan Fernando Cristo era de poco más de 40 000 votos. Teniendo en cuenta que se anularon más de 54 000 votos (nulos o no marcados), esta se convierte en una victoria por “margen de error”. Se decidió por centavos.
Con toda la maquinaria que movió el partido, la que movió Santos,
la de otros partidos por razones estratégicas,
y el voto de opinión por los acuerdos de paz, votaron 744.521 personas
Lo más diciente, sin embargo, es que la consulta, con toda la maquinaria que movió el partido, sumada a la maquinaria que movió el presidente Santos quien tenía un interés especial en el resultado, y a la maquinaria de otros partidos (que le apostaban a uno u otro candidato por razones estratégicas), más el voto de opinión preocupado por la estabilidad de los acuerdos de paz, apenas si se movilizaron 744.521 personas, lo que representa al 2,12% de los votantes. Prácticamente De La Calle vence con el 1%. ¡Le va mejor en las encuestas!
Es un error desvincular las consultas internas de los partidos de la elección general para cuerpos colegiados (Cámara de Representantes y Senado), tal y como estaba originalmente previsto en la Ley 3ª de 1989. Para darles una idea, la primera consulta del Partido Liberal realizada en marzo de 1990 (conjuntamente con las elecciones para Congreso), motivo la participación del 57,9 % del volumen total de votantes en esa fecha. Un resultado así, lanza con fuerza una candidatura y le proporciona la plataforma pública para exponer los temas de gobierno y Estado que todos queremos escuchar.
Pero, tanto el número de votantes, como el margen que terminó decidiendo la candidatura de De la Calle, terminaron empobreciendo su candidatura, al atarlo al estado anémico de la clientela liberal, de la balcanización del partido (en el que milita desde la ultraderecha religiosa hasta el socialismo recalcitrante) y del poco entusiasmo que despierta entre el voto de opinión. Teniendo en cuenta que esta consulta en particular esta tan estrechamente relacionada con el futuro del proceso de paz, bien puede decirse que esta elección envía una clara señal al Congreso (tan reticente a sacar adelante la JEP) sobre el eventual costo político que terminaran pagando el año entrante en las urnas.
Una votación tan pobre, en un país dónde el clientelismo electoral constituye una constante, indica una pérdida de peso de estas fuerzas liberales al nivel nacional. El partido liberal se confirma como un partido agotado, en camino a convertirse en una opción de minorías. Muy mal presagio este resultado. ¿Será capaz Humberto de la Calle de remontarlo? Es posible, a mérito propio. Hay que recordar que no solo Vargas Lleras ha estado haciendo campaña ocho años, sino también el mismo De la Calle, quién desde su posición como jefe negociador, ha alcanzado una talla y un prestigio que no debió comprometer en una consulta que habla más del mal momento por el que atraviesa el partido, que de su compromiso con la paz.
Publicada originalmente el 20 de noviembre de 2017