El proceso de adaptación de nuestro cerebro nos lleva a organizar la información que recibimos del medioambiente en categorías que los psicólogos llamamos ‘esquemas’. Estos, a su vez, cumplen una función contenedora de un sistema de pensamiento más variado, pero coherente entre sí: ‘las creencias’; las cuales finalmente, se manifiestan en conductas o acciones observables (Baringlotz, 2012).
La coherencia, entonces, es el eje de todo este sistema integrado y jerárquico de esquemas, creencias y conductas.
Los más estables resultados de las investigaciones de nuestro cerebro sugieren que este está compuesto por dos sistemas de procesamiento de la información: sistema 1, rápido e intuitivo, adecuado para la supervivencia, por ejemplo, dirigir la atención de donde proviene un inesperado sonido; y sistema 2: lento, pausado y esforzado (apto para el análisis minucioso de cualquier tarea). Por ejemplo, llenar el formulario del pago de impuestos.
Estos dos sistemas funcionan de forma integrada, pero operan de acuerdo a las necesidades del ambiente.
No obstante, una característica de todo este complejo funcionamiento de nuestro cerebro es su tendencia a aceptar información nueva, si o solo sí puede agruparse con creencias previas. Por ejemplo, si se comunica en noticias que al presidente de Corea del Norte le gustan las historias de héroes, nuestro cerebro tenderá a ver la coherencia causal implícita y dirá: “Claro, como buen dictador militar”. No obstante, si la noticia fuera diametralmente opuesta, por ejemplo, que al presidente de Corea del Norte le gustan las fábulas para niños, diremos: “Claro, porque es infantil y vive en un mundo de fantasía tal como le hace vivir a sus ciudadanos”.
La cuestión es que nuestro cerebro organiza toda la información sin una buena deliberación consciente. v. (Festinger, 1957)
Ahora, si esto no llega a suceder, entramos en una incómodo estado que en psicología se entiende como ‘disonancia cognitiva’, el más citado ejemplo de este fenómeno nos sucede cuando nos enteramos que a Hitler le encantaban los animales y era buen amo, una característica incómoda para todo aquel que ve en Hitler un cúmulo de maldad.
Pero ¿qué función cumple entonces todo este complejo en temas de relevancia social en Colombia? ¿Cómo lidiar con todo este sistema automático e ‘inconsciente’, por ejemplo, si queremos tener una mejor convivencia?
Se podría empezar por lo siguiente: si reconocemos que nuestro cerebro acepta información sin mucho escrutinio, entonces quizá una actitud sensata sea moderar nuestra aceptación de información que nuestro cerebro esté predispuesto a aceptar. Por ejemplo, si a usted le gusta Enrique Peñalosa, debe tener cuidado en aceptar cualquier información favorable de su campaña, porque usted está vulnerable a creerlo. Por supuesto, que si su caso es contrario, y le sucede lo mismo pero con Clara López, entonces tenga la misma prevención.
De igual manera, si a usted no le gusta la administración de Gustavo Petro, ¡cuidado! Pues usted será presa fácil de medios de comunicación con línea editorial opuesta a ese gobierno, pero si, por el contrario, le gusta la administración Petro, entonces usted puede ser poco crítico con Canal Capital.
De lo que se trata es de reconocer nuestros límites humanos de privilegiar, aceptar y confiar en cierta información, sin el escrutinio suficiente para reconocer la verdad de los hechos.
En campaña, todos los candidatos buscarán apelar a creencias generales que llevan a lugares comunes: convivencia, democracia, paz, libertad, etc. Lo hacen psicológicamente para que el sistema de creencias de la mayoría de bogotanos no entre en disonancia y así hacerlos fácilmente influenciables (sistema 1) para aceptar sus tesis, cualquiera que estas sean.
Por último, intentar quedarnos con esta reflexión: Si nuestro sistema de creencias y nuestro sistema 1, están permanentemente activados e influyen en nuestras opiniones sin darnos cuenta ¿De qué tanta información valiosa nos estamos perdiendo? Y, por otro lado, si hemos aceptado información sin deliberar y por ende potencialmente errónea, ¿cuál debe ser nuestra posición personal con aquel que piensa y opina distinto: callarlo, pues su opinión es contraria a nuestro sistema de creencias o darle más voz y asegurarnos que sus opiniones prevalezcan en un mundo de verdades tan variadas como relativas?
@Dannyalejo7