Este 25 de septiembre se presentaron los filtros del estado para aspirar a un cupo dentro del sistema estatal de educación, filas de cientos de personas en múltiples colegios de Bogotá.
Salones atiborrados de mentes brillantes, con aspiraciones salariales, en la búsqueda de un futuro más digno para una profesión tan vilipendiada como el de ser profesor en este país “ la tercera más bella del mundo” según datos de los principales portales informativos, algo que descrestaría a cualquier turista de la educación, paisajes hermosos con un sistema educativo que se cae a pedazos.
Y allí apareció la enorme historia de Oswaldo en el examen, una historia bastante existencialista y nada alejada de la realidad, antes y durante de la pandemia.
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Un ser humano que debe hasta el propio computador en el que departe clases de forma virtual, paga arriendo y más encima le toca aguantarse la creatividad de los vecinos que se han reinventado y el no, algo muy particular cuando le toca compartir los pocos cuartos que tiene con cinco personas más, incluida su bebé recién nacida durante el aislamiento.
"Probe de ti", dice una famosa canción, Oswaldo sin un buen acceso a recursos pedagógicos y didácticos sumido en su propia inexistencia, producto del dolor de espalda producido por su silla Rimax, elaborada con un polipropileno bien reforzado, ese que convierte las posaderas solo en recuerdo.
Algo que no puede ser considerado enfermedad laboral por ninguna ARL, puesto que, el empleado no tiene derecho a exigir al empleador unas condiciones dignas de trabajo.
No se entiende el por qué Oswaldo termina aceptando su realidad en la historia y lo único que puede hacer es tomar un respiro, tirar madrazos mentales y buscar el reinventarse.
Ahora bien, como si fuera poco, hubo algo del antiguo edificio del colegio donde trabajaba de forma presencial, no se entendía por qué en la pregunta de llevar un mensaje del edificio A de la institución hasta el B sin internet, una de las respuestas válidas que no apareció pudo haber sido utilizar palomas mensajeras o correos humanos, ya que, el solo hecho de no saber si Excel funciona con la tecla f5 o f2 ya es en sí un reto hasta para la propia secretaría del cole.
No se sabe con certeza quién escribe estos test de terapia colectiva, puestos en un papel con “jerarquía de prueba del Estado”, pero es inevitable no conmoverse con las numerosas preguntas sobre pandillas, agresiones, xenofobia, etc. nada más cercano a la realidad de un país que aún cree que educar es resolver problemas de orden social desde la escuela y no desde el propio Estado.
Como si fuera poco no es raro entender que, a falta de presupuesto, el probe Oswaldo debe vender su alma a las ONG privadas que quieren invertir en el auditorio del colegio para convertirlo en un teatro de alguna marca de supermercados reconocidos o servir de soplón si un compañero, colega o amigo de su ambiente laboral le pide un favor ¿hasta donde llega la imaginación?
¿Era una prueba psicotécnica, especifica, de conocimiento propios, o un caso cerrado de esos de la doctora Polo?
La verdad es que nunca se conocerá el origen de estos test, lo cierto es que miles de almas hoy le pedían al señor caído, la virgen, Ala, Jehová, buda, que les salga el puestico, pues nada más optimo para un profesional en educación que las escuelas urbanas de sus propias barriadas.
Con poco tiempo para pensar cada caso de la convivencia institucional en una sola pregunta y con mucho que decir y expresar acerca de lo que realmente busca el sistema educativo colombiano, la mayoría se echaba la bendición al entregar la prueba resuelta al jurado.
¿Quiere convertir las escuelas en ONG? ¿montar un consultorio jurídico en la rectoría? ¿tener una comisaria de familia en los baños? ¿una cárcel con policías en vez de docentes?
Esto esta por verse, porque al ritmo en el que se mueve el mundo y la manera en el que la escuela es el reflejo de una sociedad con histeria colectiva, es muy probable que todo lo que hasta ahora se conoce termine por convertirse en una historia de terror y no de paz y armonía.
La mejor parte del mismo escenario en la prueba fue el momento de los conflictos laborales, por quién pagaba el tinto o traía el café para la semana, algo nada fuera de lo común en cada sala de profes y sumado ya al siempre personaje conchudo y cizañero de la historia, el que quiere vendetta contra su pares académicos solo por problemas de orden personal mas no académico.
Oswaldo, al final, se quedará con la interrogante de sí pasará o no al Distrito… hasta la próxima amigos y recuerden nunca dejes que tu vida llegue a ser como la de Oswaldo, el profesor de las pruebas de Estado que quiere un cupito en sus altares.