Esta semana, Bill Gates envió el reporte anual de su fundación. Gates se ha convertido en una especie de gurú y, como todo gurú, tiene entonces sus seguidores, sus detractores y está en el centro de cantidades de teorías de la conspiración. Entre los que entraron al capitolio de Estados Unidos, probablemente la mayoría piensa que la pandemia es una creación de Gates para insertarnos un chip y, así, terminar de controlar el mundo. Es un gurú y un influencer. La tendencia a buscar estos gurús es humana, todos la tenemos: ofrecen respuestas en medio de la incertidumbre inherente a la vida. A mi me gusta leer las cosas que manda Gates y me pareció buena su serie de Netflix. Me gusta que es transparente sobre la línea que guía su razonamiento. Y que es auténtico, es un nerd que, por eso mismo, se volvió multimillonario. Esencialmente es eso y no más, un apasionado por el conocimiento y el método científico. Hasta medita, perfecto para un gurú en estos tiempos. Con una aplicación en el celular, claro.
Leyendo el reporte de Gates, tuve una sensación extraña: en Colombia estamos, en el 2021, en el equivalente de la Edad Media europea. Es una sensación, por supuesto sé que la comparación no es rigurosamente cierta. En su reporte, Gates explica cómo debemos prepararnos para la ¡próxima pandemia! Sentí algo parecido cuando escucho a Elon Musk, de la compañía Tesla, hablar sobre cómo sería la conquista de Marte. Ni la próxima pandemia ni la conquista de Marte son ciencia ficción para estos tipos: uno, desde hace años, venía sugiriendo que vendría una pandemia y el otro, el año pasado, mandó un cohete al espacio. Pero visto desde acá, desde nuestra incapacidad total de hacer un rastreo mínimo a los contactos de un positivo por el covid-19, desde nuestras cuarentenas cada vez que se acaban las ideas, desde nuestro gran debate nacional sobre el número de camas UCI y, por supuesto, revisando nuestra industria aeronáutica, sí parece ciencia ficción. Parece que vemos el presente de otros lugares, de otros gurús, de otras sociedades, desde la Edad Media.
Las sensaciones pasan y deben venir las reflexiones. Hay un riesgo que señalan recurrentemente algunos: el de caer en la “fracasomanía”. Es tentador porque hay muchos fracasos objetivos, pero también es una trampa, sin duda. Al fin y al cabo, Colombia es un país que ha avanzado en muchos campos: durante la pandemia, destacan algunos que subimos la cantidad de pruebas que se hacen, la cantidad de camas en las unidades de cuidados intensivos, alguna capacidad local y nacional para dar unos subsidios a más familias. Los anuncios de que somos el “tercer peor país del mundo” en la pandemia son además de muestra de fracasomanía, una estupidez. Los indicadores relativamente objetivos, como el de casos por millón, muertes por millón, y otros, muestran que Colombia ha sido mediocre, lo ha hecho más o menos bien, más o menos mal. Son discusiones que terminan, inevitablemente, cargadas de “política” porque las comparaciones son artificiales: ningún país mide realmente nada de la misma manera.
Yo caí en otra trampa: asociar la sensación de que estamos en la Edad Media con una crítica fácil al gobierno. Compartí un artículo que decía que los funcionarios que negociaban las vacunas no sabían inglés. Un error. Lo hice porque revisé la fuente y le di credibilidad solo por eso: Caracol Radio. Leí la nota, pensé “esta floja”, pero más pudo el afán de compartir la cosa para darle trámite a la sensación esa, la de que estamos en la Edad Media, la de que el gobierno que tenemos -que a mi no me gusta- es ridículo. Resulta que era una mentira, una nota muy pobre, muestra de un periodismo terrible. Espero que no me vuelva a pasar, sé bien lo desagradable que es recibir esos “ataques” con noticias a medias y, más importante, sé bien lo peligroso que es compartir esas notas bobas que solo buscan clics. El riesgo es real: ya vimos que pueden crear masas suficientemente grandes como para invadir el capitolio de la primera potencia mundial.
La tentación de justificarse: es difícil compartir una opinión balanceada en las redes de hoy en día. El titular es muy fácil: “Funcionarios del gobierno no hablan inglés y entonces no tenemos las vacunas, y se está muriendo la gente”. Otro: “Presidente de Colombia comete un error en el funeral de un amigo y entonces es un idiota”. Va otro: “Petro es castrochavista”. Se pueden redactar mejor, pero cualquier de esos asegura los clics, la respuesta animada de un sector de la sociedad, la viralidad. La búsqueda final: ser viral. No es una búsqueda tonta, ni mucho menos, la viralidad asegura poder en estos tiempos, y entonces es la misma búsqueda que tiene la especie desde hace milenios. Digo que entonces es una tentación justificarse porque alguien podría observar: el problema no es que haya titulares fáciles -y para mí equivocados-, el problema es que usted no ha sabido encontrar los suyos. Puede ser.
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Colombia aislada, independientemente de quién la gobierne, no es un jugador de peso en una negociación con una farmacéutica
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Pasados unos días, entonces se disuelve la sensación de nuestra Edad Media y queda una idea más formada de algo que ya había compartido en esta columna de opinión: la Edad Media no es colombiana, es la Edad Media latinoamericana. Esta región está en el limbo. No juega ningún papel relevante en ninguna discusión mundial. Somos un conjunto de países atomizados sin proyecto colectivo. El último intento fue el de Chávez que, aunque avanzó, colapsó bastante rápido como proyecto regional. Y ese conjunto dividido no tiene peso: por ejemplo, es cierto que otros países “parecidos” a Colombia han empezado a vacunar, pero también es cierto que son cifras relativamente pequeñas. No es un tema del gobierno actual: Colombia aislada, independientemente de quién la gobierne, no es un jugador de peso en una negociación con una farmacéutica. Es verdad que molesta el secretismo de los contratos que tiene el país con las farmacéuticas, pero también es verdad es que así ha sido en todos los países.
Bill Gates sugiere en su reporte anual que “la mayor parte de inversión [para preparar la próxima pandemia] debe provenir de países ricos. Los países de ingresos bajos y medios y las fundaciones como la nuestra tienen un papel que desempeñar, pero los gobiernos de los países de ingresos altos deben liderar la carga aquí porque los beneficios para ellos son enormes. Si vive en un país rico, le conviene que su gobierno haga grandes esfuerzos en la preparación para una pandemia en todo el mundo”. Es una alegría estar en desacuerdo con el gurú: es precisamente esa forma de pensar que explica parte del problema. Resulta que los países ricos piensan, en primer lugar, en los países ricos. A la Unión Europea, es evidente, le importa un pito la vacunación de nuestros viejos. Por lo menos hasta que hayan vacunado hasta el último de los suyos, incluyendo los jóvenes sanos.
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La ciudad más poderosa del país, la capital, anuncia que su innovación es pasar de la cuarentena general a la cuarentena por UPZ, pero nadie sabe qué es una UPZ ni en qué UPZ vive
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¿Por qué no podemos pensar que, para la próxima pandemia, Latinoamérica va a desarrollar su propia vacuna? Hace 50 años, China estaba en la mitad de la Revolución Cultural, el período más bajo de su historia, con millones de muertos y una sociedad destruida. Hoy estamos haciendo fila para comprarles una vacuna. No encuentro nada que nos condene a la Edad Media. Por supuesto, cuando el gobierno de turno crea un Ministerio de Ciencia y Tecnología y la ministra que nombra no juega un papel en la discusión sobre la ciencia y la tecnología, hay motivos para la desilusión, para pensar que sí estamos condenados. El vecino está peor, eso sí: Nicolás Maduro anunció que tenía unas gotas que curaban el virus. La ciudad más poderosa del país, la capital, anuncia que su innovación en el manejo de la pandemia es pasar de la cuarentena general a la cuarentena por UPZ. Una decisión que parece técnicamente correcta, pero que tiene un problema: nadie sabe qué es una UPZ ni en qué UPZ vive.
No caeré del todo en la tentación de la fracasomanía ni de resaltar más nuestras ridiculeces. Es bastante fácil. Invito más bien al que leyó, a que piense cómo fue que esta región mantiene su irrelevancia, su precariedad y qué es lo que puede cambiar para que, en la próxima pandemia, estemos haciendo vacunas para el resto del mundo. Aunque sea como ejercicio intelectual, no más.
@afajardoa