El asunto es bien serio así uno lo pueda tomar a mamadera de gallo. Hay que estar mosca, pilas y alertas con esta cuestión. Nunca se sabe y es mejor que estés prevenido en lo profundo de tu íntimo cacumen sicológico. Así que veamos tal posibilidad a vuelo de cazabombardero F-35, Sujói Su-57, Xian JH-7 o Súper Étendard... quiero decir: a vuelo de pájaro, o sea de rapidez, a grosso modo, de pasón, por encima, de refilón. Unos apuntes musicales, cinematográficos y ensayísticos antes de entrar en materia.
Canciones: Después de la guerra, compuesta por los argentinos Óscar Anderle y Sandro de América, dice en un aparte: “Vi tanta maldad, tanto dolor, que hoy parece un sueño estar contando las cosas miserables de aquel infierno atroz”. Si la guerra es buen negocio, invierte a tus hijos, letra compuesta por el bogotano Humberto Monroy, con interpretación de Los Speakers, una banda de rock del siglo pasado; el título va dirigido a gobernantes picapleitos que quieren lanzar su nación a la guerra, pero eso sí, que en los frentes de batalla no asomen sus narices ni familiares ni amigos. “Solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente. Es un monstruo grande y pisa fuerte...” exclama la cantautora argentina Mercedes Sosa. “La guerra lanza al vuelo las campanas”, canta la italiana Gigliola Cinquetti, en Gira l'amore, de autoría de Andrea Pace, Mario Panzeri y Tullio Pilati. En la canción Paz, Frankie Dante y la Orquesta Flamboyán proclaman: “...no quiero guerra, yo quiero paz...”. En la canción New York 1990, el rockero colombiano Lukas nos habla de bondadosos ET´s: “En este planeta Tierra ya no habrá guerras jamás. Los venimos a llevar al espacio sideral. Los venimos a llevar a la nueva humanidad... Son los hombrecitos de color azul celeste. Son los hombrecitos del espacio sideral”.
Películas: Dunkerque, El puente sobre el río Kwai, Midway: batalla en el Pacífico y Rescatando al soldado Ryan, por el cine norteamericano, entre muchas otras. Al combate solo van los veteranos, rusa. Masacre: ven y mira, por el lado del desaparecido bloque soviético. ¿Arde París?, es francesa. La caída, que es de producción alemana.
Libros: los ocho tomos de Historia de la guerra del Peloponeso, del escritor y general ateniense Tucídides; El arte de la guerra, del chino Sun Tzu; Stalingrado, de Antony Beevor; La Segunda Guerra Mundial, de Ricardo Artola; La Guerra del Pacífico 1941 a 1945, de John Costello.
Ahora sí al grano, que en este candente caso puede ser un detonante botón rojo. ¿Cuándo podría comenzar? Mañana mismo y durar semanas, meses o años. Que Madam Kalalú, Madam Brujilda Calandraca de Chambacú, la bruja Dioselina, el Indio Amazónico, Fu-Manchú y Mandrake nos tiren sus predicciones.
¿Dónde y con quiénes? Una posibilidad: la Ucrania medio aliada a la Otán, que está que invade Donbás... “Cuidadito cruzas la línea roja”, advierte Putin. Otra con probabilidades: la China de Xi Jinping tiene a Taiwán a tiro de piedra y nada más está esperando que los herederos ideológicos de Chang Kai-shek firmen una alianza militar con algún tercer país. Otra con factibilidad: la antigua Persia de Ciro, Darío, Jerjes y Artajerjes, que hoy es el Irán de Alí Jameini, quien para orar dirige su vista a La Meca mientras observa de reojo a su alrededor: Arabia Saudita, Israel, buques de Estados Unidos. Otro más: Corea del Norte, la de Kim Jong-un, que sigue probando modernos misiles. Adiciónale la India de Ram Nath Kovind y el Paquistán de Arif Alvi, ambos con proyectiles nucleares a su disposición y en posiciones de lanzamiento. El resto está como fuera de juego, aunque nunca se sabe: África y el subcontinente del río Bravo o Grande del Norte para abajo, o sea nosotros. Podría ser por aquí o por allá, ahora o después, por un pedazo de mar o unos metros de tierra, por orgullo chovinista o locura demencial. Pero que no te quepa la menor duda: hay diablillos reptilianos en cerebelos de presidentes agresivos, dispuestos a dar rienda suelta a su feroz, satánico y cruel instinto de Thánatos.
Freud planteó en una carta a Albert Einstein: “Pero, ¿por qué nos rebelamos tan vigorosamente contra la guerra, usted y yo y tantos otros, y por qué no la aceptamos como una de las innumerables vicisitudes de la vida? Parece sin embargo estar conforme con la naturaleza, tener un claro fundamento biológico, ser casi inevitable... Y he aquí cuál será la respuesta: porque todo hombre tiene derecho a su propia vida, porque la guerra destruye vidas humanas cargadas de promesas, coloca al individuo en situaciones que lo deshonran, lo obliga a matar a su prójimo contra su voluntad, aniquila preciosos valores materiales, producto de la actividad humana, etc. Podrá añadirse, además, que la guerra, en su forma actual, no permite de ningún modo que se manifieste el antiguo ideal de heroísmo y que la guerra del mañana, gracias al perfeccionamiento de los instrumentos de destrucción, equivaldría al exterminio de uno de los adversarios o quizás de los dos”.
Todos los días aumentan más, más y más los arsenales bélicos del dios Marte, y por tanto mayor es el peligro de que se destape la caja de Pandora. Como dijo una vez Antonio Caballero, un nostálgico de la despachurrada tauromaquia: las bombas nucleares son productos del mundo global y por tanto son bienes de consumo. Fueron producidas y más tarde o más temprano serán usadas: son las leyes inflexibles del márketing.
Vale entonces que nos encomendemos a Dios, sea cual sea la idea que tengamos de él, como dice el poema Desiderata, del Max Ehrmann. ¡Ah!, y de punto final un mensaje pertinente: en las próximas elecciones del 2022 en nuestro país vota por candidatos que digan sí a la paz y no a la guerra.