Vi un texto interesante sobre la propuesta de reducir el salario mínimo para jóvenes, el texto para mi suerte resultó ser de alguien cercano a mí. Tengo algunos comentarios que harán mejor el debate, pero primero creo debo hacer ciertas claridades: primero, Juan Felipe, quien escribió el texto que encontré, es un estudiante de los que dan esperanza a Colombia; segundo, en este tipo de debates hay que minimizar las pasiones, se debe buscar lo más cercano a la verdad; tercero, los que queremos ejercer la economía desde lo público debemos tener claro que es un trabajo impopular e ingrato y por ello debemos defender políticas públicas que a nadie, ni a nosotros, nos parezcan perfectas.
Para empezar, concuerdo con Juan Felipe en que el salario mínimo en Colombia es tan alto como insuficiente. Alto, porque está muy por encima del salario de equilibrio, por ello el desempleo estructural volvió a 2 cifras. Insuficiente, porque no hace falta estudiar economía para darse cuenta de que $800.000 no alcanzan para tener una vida digna en Colombia. En ese sentido, la propuesta de bajar el salario mínimo para jóvenes es atractiva, más si tenemos en cuenta que 1 de cada 5 colombianos entre los 15 y los 25 años con un título de estudio superior al de secundaria está desempleado (queriendo trabajar).
En un inicio defendí fehacientemente esta propuesta y estuve de acuerdo con Juan Felipe. Sin embargo, con un poco de reflexión concluí que este análisis cae en un error que solemos tener los estudiantes de economía: la sobresimplificación de la realidad. ¿Por qué? Por dos motivos: primero, no estoy de acuerdo con el argumento de que los jóvenes sin experiencia merecen un menor salario; segundo, no existe claridad de que el incentivo termine generando menor desempleo.
Primero, la experiencia importa, pero no debe ser el determinante. Juan Felipe se pregunta ¿los jóvenes sin experiencia merecen retribuciones iguales a las personas que han desempeñado en sus respectivos sectores por un tiempo considerable? Al respecto, considero que ser joven no es sinónimo de no tener experiencia y en un contexto como el colombiano, como se lo expresé al mismo Juan Felipe, la palabra merecer me resulta injusta, porque claramente un joven sin experiencia puede merecer más de $800.000. Por eso recalco: si bien la experiencia importa, no debe ser el determinante. Con esta medida hay un claro incentivo a ignorar la productividad de las personas menores a 25 años con una medida que puede llegar a ser arbitraria, la edad. No niego que la especialización seguirá siendo premiada, debo aclarar.
Segundo, no encuentro garantías de que genere menor desempleo. La política pública propuesta no garantiza que esa reducción de costos se vea en nuevos empleados: desde la teoría económica básica, las empresas tienen trabajadores y capital (máquinas, inversiones, etc) si bien reducir el salario mínimo es un incentivo para contratar más empleados, no me es claro cómo este dinero irá en mayor medida a nuevos empleados y no a inversiones de capital de las firmas, haciendo que el desempleo no disminuya significativamente y, que por el contrario, aumente la desigualdad y disminuya el bienestar social.
Dicho lo anterior, aún creo que esta propuesta no es descabellada y puede ser trabajada para que cumpla con menores costos su objetivo. Así mismo, para algunos críticos del texto de Juan Felipe me siento en la obligación de recordar que una política pública sin costos no existe y que culpar a la corrupción cuando no se encuentran las medidas óptimas, aunque cierto, es un ejercicio de pereza mental. Hay que dar el debate con argumentos, no con posturas populares y cortoplacistas.
