¿En quién o en quiénes está recayendo la responsabilidad de señalar el camino a seguir de las agrupaciones juveniles de la OFB? ¿en qué momento la calidad artística empezó a medirse por el tamaño de los números?
Quienes en 2013 aplaudimos la creación del sistema de agrupaciones juveniles de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, asumimos que, con el regreso de la administración García, se consolidaría definitivamente el proyecto. Pero, parece ser que la prioridad de la gerencia actual no es precisamente el enfoque artístico, sino más bien, hacer del sistema una máquina de cifras, en donde la calidad artística se sacrifica sin miramientos por las “estadísticas”.
De lo anterior, ya se venían presentando indicios, pero, para mí, “la nota” que rebosó la copa fue el concierto del pasado 23 de abril en el Teatro Estudio, en donde la Orquesta Filarmónica Juvenil de Cámara actuó bajo la dirección del venezolano Boris Suárez. Lo menos que puedo decir del desempeño de Suárez (su nuevo director) es que la orquesta quedó en manos de un amateur. Suárez, en su actuación como solista, lució inseguro, inexacto, rítmicamente confuso y, por momentos, desafinado, con un sonido pobremente articulado.
Surgen entonces algunas preguntas: ¿En quién o en quiénes está recayendo la responsabilidad de señalar el camino a seguir de las agrupaciones juveniles? ¿Cuáles son los criterios de selección de los directores? ¿Cuál es el mensaje de profesionalismo que se quiere enviar a estos jóvenes, algunos de ellos ya egresados? Y, respecto a las cifras, ¿en qué momento la calidad artística empezó a medirse por el tamaño de los números?
Otra arista que preocupa es el excesivo afán mediático de la administración García por lograr una imagen favorable. Todos hemos presenciado eventos sin el menor sentido artístico, que se asemejan más a actos faraónicos de propaganda. Para la muestra dos botones: “El concierto más grande del mundo” y el “curioso” Himno Nacional comisionado a Victoriano Valencia que se presentó en la Plaza de Bolívar.
La cereza que adorna el pastel publicitario de la OFB está en las convocatorias del Programa Distrital de Estímulos. Ya Mauricio Peña expuso en su columna titulada “Una desafortunada decisión” (TEMPO, edición 43) que “la mayoría [de estímulos] están enfocados en nutrir la programación de los múltiples ensambles que hoy cobija la OFB bajo su sombrilla”. Pero, como si lo anterior fuera poco, en la justificación del último “apoyo” que lanzó la OFB para los medios de comunicación alternativos ($50’000.000), la “Beca transmedia para medios de comunicación”, se puede leer:
“En el marco de la celebración de los 10 años del proyecto de formación musical "Vamos a la Filarmónica” de la Filarmónica de Bogotá, y con el fin de compartir con la ciudadanía, los logros generados durante este tiempo invitamos a conformar agrupaciones interdisciplinarias que presenten propuestas transmedia, generando impacto y recordación en público capitalino”.
¿Arte o propaganda? ¿Visiones artísticas o cálculos políticos? ¿Apoyos al sector o publirreportajes? Estimado lector, usted opine.
