“Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y persiguen”. Estas palabras de Jesús demuestran de manera inconmensurable el amor al prójimo, que es absolutamente opuesto a la lucha de clases proclamada por el marxismo que se fundamenta en el odio, la mentira y la violencia. Sin embargo, dentro de la malignidad del comunismo totalitario se ha utilizado a la religión como otra “forma de lucha” para alcanzar el poder político, como ocurre con la teología de la liberación, diseñada desde principio de los años 60 del siglo pasado para imbuir al cristianismo católico.
Dos personajes siniestros del comunismo totalitario han usado a la religión para darle rienda suelta a sus instintos insanos, buscando someter a la esclavitud a sus semejantes mediante la fuerza represiva del Estado. Ellos son Hugo Chávez de Venezuela (ya fallecido) que en su mente perturbada pretendió hacer una mezcolanza entre el marxismo y cristianismo, basándose en la religiosidad del pueblo venezolano; semejante sincretismo es un verdadero exabrupto, porque el amor al prójimo es totalmente contrario al odio que enseña la lucha de clases.
Nicolás Maduro, el otro engendro diabólico que se proclama “cristiano practicante” para engañar a la ciudadanía venezolana, ha cometido genocidios en contra de la población, con crímenes guerra y delitos de lesa humanidad. Este señor no puede ser cristiano, ya que el amor prójimo supera cualquier expresión de la burocracia estatal. No hay que olvidar que Maduro, el actual dictador de Venezuela, fue enviado a Cuba antes de pertenecer al equipo de Chávez para ser amaestrado por los Castro.
La doctrina marxista es perversa y ha ocasionado millones de víctimas durante su existencia para conquistar o aferrarse al poder político de algunas naciones, sometiendo a los pueblos a la ignominia. Por esa razón es que los libertarios, quienes derrotaron filosófica e ideológicamente a Karl Marx en el siglo XlX, coinciden con el cristianismo, resaltando las palabras de Pierre-Joseph Proudhon quien decía: “Libertad absoluta del hombre y del ciudadano. Esta es nuestra profesión de fe política y social”.
Jesús hace 2000 años enseñó la caridad en favor de los más necesitados y en varias oportunidades dio muestras de privilegiar a los humildes por encima de la opulencia de los acaudalados de aquel tiempo, continuando sus apóstoles con las enseñanzas, en donde el cristianismo primitivo tenía un gran fervor por el servicio a la comunidad. Acá hay que recordar que en el libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra la forma como tenían todas las cosas en común, ya que vendían sus propiedades y sus bienes, repartiéndolas según la necesidad de cada uno.
Esa costumbre se practicó durante al menos 3 siglos de cristianismo en el imperio romano, en donde se destaca a San Lorenzo mártir y diácono, quien fue sacrificado en el año 258 d.C., pues administraba los bienes de la iglesia y cuidaba de los pobres, a los que consideraba el mayor tesoro, situación que no permitieron las autoridades romanas quienes lo quemaron vivo.
El 15 de mayo de 1891, fue promulgada la encíclica Rerum Novarum del papa León Xlll. En ella se muestra el carácter social de la Iglesia, al apoyar a los sindicatos, condenando la avaricia hacia el capital como causante de la pobreza y degradación del trabajo.
Ese documento se enmarcó dentro de la lucha ideológica al interior de los trabajadores en aquel entonces, pues existía la Segunda Internacional, en donde se enfrentaban comunistas totalitarios basados en el marxismo, con los libertarios y las corrientes socialdemócratas, así que la Iglesia supo percibir el momento histórico y propuso esa encíclica social, que tiene vigencia hasta nuestros días.
El cristianismo católico vivió momentos difíciles a finales del siglo XlX, por la descristianización de los sectores proletarios, impulsada principalmente por el marxismo cuyo fundador planteó que la religión era el opio del pueblo y además le hacía apología a la violencia, pero no lo acompañó en esa postura el dirigente libertario Bakunin, contradictor de Marx en la Primera Internacional, quien manifestaba su catolicismo por no tener elementos científicos válidos para volverse ateo(eso lo escribió en el documento sobre la libertad). Así que la Iglesia con la encíclica Rerum novarum, discernió el signo de los tiempos, siendo una actitud fundamental para contrarrestar a los adversarios de la Iglesia y proyectar su doctrina social, que es base indispensable para la construcción del Reino de Dios entre nosotros.
La Iglesia pudo contrarrestar con el documento del papa Leon Xlll en su aplicación práctica la influencia de ideas totalitarias, que buscaban que el materialismo fuera asumido íntegramente por los trabajadores, por ello hay resaltar que en la búsqueda de la dignidad de los obreros, la Iglesia ha promulgado a través de los años otras encíclicas de contenido social como: Quadragesimo Anno de Pío Xl en 1931; Mater et magistra en 1961 de Juan XXlll; Centesimus Annus de Juan Pablo ll; Populorum progressio de Pablo Vl en 1967; Laborem exercens del papa Juan Pablo ll. Todas estas encíclicas exaltan el trabajo humano y rechazan las doctrinas absolutistas, el secularismo, el mercantilismo y el desempleo, recalcando que en el trabajo se imita a Dios, siendo Jesucristo hombre de trabajo. Además, Benedicto XVl durante su pontificado promulgó la encíclica Caritas in veritate, en donde se reconoce grandemente la labor de los trabajadores.
El cristianismo católica, que es una institución histórica, toma el trabajo como condición necesaria para el progreso, en donde este no se puede deshumanizar como lo hace el neoliberalismo y la globalización. De ahí que la opción preferencial por los pobres es una premisa para el desarrollo eclesiástico siguiendo las enseñanzas de la palabra de Dios, respetando la tradición y fortaleciendo el magisterio.
La acción pastoral a favor de los necesitados reconforta para lograr la dignidad social, sin olvidar que hay que trabajar defendiendo la creación, que corre peligro por el afán excesivo de poseer y acumular riquezas, como lo expuso el papa Francisco en la encíclica Laudato Si, que se refiere al medio ambiente. Por ello, el desarrollo de las organizaciones sindicales debe de ir de la mano con la defensa de los nobles intereses, que mueven a las mujeres y los hombres de buena voluntad.
El cristianismo social tiene una tarea preponderante para seguir ayudando mediante acciones caritativas a los más necesitados y así contribuir a lograr la paz, en donde las organizaciones sindicales pueden incrementar su participación, buscando elevar la calidad de vida de la ciudadanía con sus luchas diarias. No hay que olvidar que el marxismo-leninismo, inmerso en la perversidad, busca exterminar los valores de la sociedad cristiana.