Durante los procesos de industrialización en Europa y Estados Unidas, en los Siglos XVIII y XIX, el carbón ocupó un lugar central como fuente de energía y parte fundamental de la producción de acero y cemento, que han sido el insumo principal para la industrialización y la construcción de infraestructura en los últimos 200 años.
A pesar de que la producción de energía con fuentes renovable ha venido siendo cada día más barata, hasta el punto que hoy producir con energía eólica o fotovoltaica es más barato que con carbón, la realidad es que, solo hasta que se consolide esta tendencia, el carbón seguirá siendo parte de la matriz energética en todo el mundo, especialmente en China, La India y los países del Sur de Asia.
Por esa razón la agonía de la producción de carbón será lenta y es posible que se extienda por varias décadas ya que como sucede con diversas materias primas, lo definitivo no son las intenciones de descarbonizar el planeta sino, la evolución de los precios. China una economía con un alto nivel de planificación y fuerte intervención del Estado asegura que en 2060 o sea dentro de 40 años logrará la neutralidad de carbono o sea que emitirá tanto dióxido de carbono como absorberá, objetivo aunque lejano, ambicioso pues es un país que consume 4.000 millones de toneladas de carbón cada año. Los pronósticos dicen que la India y demás países del sur de Asia que son los más dinámicos en el crecimiento de la economía mundial aumentarán hasta 2025 el uso de carbón. Juntos países representan el 65 % de la demanda mundial de ese mineral.
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En 2025 las energías renovables podrían superar al carbón y en ese momento ya el gas natural habrá reemplazado al petróleo como segunda fuente de energía
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Según diferentes pronósticos en 2025 las energías renovables podrían superar al carbón como fuente de energía y en ese momento ya el gas natural habrá reemplazado al petróleo como segunda fuente de energía, pero el gas natural aunque tiene un efecto menos contaminante, tiene enorme impacto en el ambiente, tanto en su uso como en la forma de extracción, por ejemplo por medio del fracking en EE. UU.
Por otra parte, con un precio del petróleo de entre 50 y 60 dólares, tal como proyectan la mayor parte de las agencias, es muy factible que los principales productores sigan extrayéndolo a un ritmo que no implique variaciones drásticas en los precios y eso en un escenario de un año 2020 de bajos precios y recesión económica. En los próximos años, cuando llegue la recuperación es previsible que no decaiga ni la oferta ni la demanda de ese producto.
Los planes europeos de reducir la emisión de gases efecto invernadero, pueden limitar el consumo de carbón en algunos países que tienen músculo tecnológico y suficientes recursos para desarrollar las energías renovables; seguramente en estas regiones el carbón entrará en relativo desuso, pero dado el aumento en los precios del gas, pueden retornar fácilmente al carbón. Visto en forma global, la producción y el consumo de carbón durante un tiempo, seguirá creciendo aunque lentamente. La otra economía importante EE. UU. apenas experimentará una leve disminución en su demanda hacia 2035 y de todas maneras Europa y EE. UU. representan apenas una décima parte del consumo mundial de carbón.
La evolución de las fuentes de energía y su diversificación depende entonces básicamente de los precios. La energía solar y eólica tiende a ser más barata que el carbón y las baterías de iones de litio se han abaratado en forma dramática, pero están disponibles para aquellos países que han adaptado su sistema de transporte y su industria a estos usos, lo cual requiere enormes inversiones en este proceso.
Es cierto que hay planes que permitirían que el uso de energías renovables cree un buen número de empleos, la producción petrolera en EE. UU. continuará pues la decisión de Biden de prohibir el fracking “en la medida de lo posible” solo en territorios federales, que representan una ínfima fracción de sus territorios pues salvo Puerto Rico entran en ellos solo unas cuantas decenas de atolones, islas deshabitadas y otros lugares con densidad poblacional muy baja. La mayor parte de la geografía de EE. UU. la conforman los 50 estados en los cuales se permite el fracking.
Aunque la descarbonización es presentada como una urgencia de vida o muerte, la verdad es que la economía marcha a otro ritmo. No depende del altruismo ni de las buenas intenciones sino de un abaratamiento de los costos de producción y de la ley de la maximización de las ganancias, que rigen la economía mundial. Desafortunadamente para el planeta, el ritmo también depende de la generalización de las innovaciones tecnológicas y de que se suministre en condiciones favorables a los países en desarrollo estas innovaciones y los recursos para implementarles. Esto puede contribuir más a detener las emisiones de gases y diversificar la matriz energética, que los sermones y propaganda en la cual se pretende culpabilizar a los ciudadanos del cambio climático.