La problemática con los indígenas en Medellín

La problemática con los indígenas en Medellín

El aumento de estas comunidades ha sido notorio desde hace un par de años, su llegada ha traído retos tanto para ellos como para el lugar que los acoje

Por: Cristian Zapata Cartagena
octubre 26, 2017
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La problemática con los indígenas en Medellín
Foto: Esneyder Gutiérrez Cardona

Hoy, en Medellín, hay cerca de tres mil indígenas que caminan por las calles de la ciudad y sus alrededores, que viven entre la población ejerciendo sus derechos y deberes. Trabajan, estudian y hacen lo que todo ciudadano normal hace en este gran y complicado territorio.

Según Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos, esta población va en aumento. De acuerdo con esa entidad hace 10 años solo unos 1.500 o 2.000 indígenas vivían en Medellín. La explicación del aumento, sin embargo, no está solo en la violencia, las mejores oportunidades de estudio y empleo también tendrían que ver.

Las comunidades indígenas también buscan un mejor lugar para mejorar su calidad de vida y nutrirse del conocimiento que una ciudad como Medellín puede afectar. La vida en las tribus indígenas de Colombia podría relacionarse con el mundo antiguo: mujeres sin cubrir sus glándulas mamarias, chamanes, curadores y líderes que visten coronas hechas de materiales que les proporciona la “Pachamama”, artesanías curiosas hechas con sus propias manos, y muchas más cosas que nos podrían parecer antiguas en este siglo.

El acoplamiento para los indígenas a una ciudad tan desarrollada como lo es Medellín es duro, no es lo mismo caminar a coger el metro, tampoco usar tarjetas electromagnéticas para abrir puertas que para ellos nunca han existido y que algunos ni entienden su funcionamiento. También es difícil el tener que estar obligados a usar un aparato relativamente complicado como lo es el smartphone.

Todas estas situaciones son las que hacen de la vida de los indígenas de la ciudad un completo desafío y también una de las causas por las cuales se ven obligados a acceder a trabajos mal pagados, a veces de situaciones que denigran el ser de cada uno de ellos y los obligan hasta a pasar la barrera de la dignidad.

Prostitutas, habitantes de calle, ladrones, e irónicamente “indigentes” es lo que podemos encontrar en las calles de Medellín. La vida de los indígenas es un trabajo arduo, el cual necesita el apoyo y la inclusión de los ciudadanos de Medellín.

Tanto en la ciudadanía de Medellín como en las de otras regiones de Colombia, los indígenas no son tratados de la mejor forma. Una de las razones es que el imaginario que tenemos de esta comunidad es que solo han servido para ser personas que casi siempre las vemos en el suelo mendigando o vendiendo artesanías para conseguir la comida necesaria para cada día.

Por ese tipo de pensamientos es que las puertas se cierran para los indígenas y hasta a ellos que están acostumbrados a los ambientes selváticos, les queda imposible sobrevivir en esta “jungla de cemento”.

Iniciativa personal

Podemos empezar quitándonos de la cabeza la idea de que ellos son otra clase de “seres humanos”, porque todos somos de una misma raza y debemos luchar por la subsistencia de la misma. El poder aceptarlos como parte de la ciudad es un gran paso que damos a favor de ellos, ya que quitando esas ideas sin fundamento e irracionales de la cabeza podemos dar paso a las acciones que nuestra mentalidad nos impide.

Ahora, si sabemos que la discriminación les ha cerrado las puertas tanto laboral como educativamente, tenemos que hacerle saber a los líderes de empresas y los colegios que ellos tienen igual derecho que nosotros. Así mismo, cuando tengamos un compañero de estudio o de trabajo indígena, tenemos que tratarlo como a alguien común y corriente, que tiene diferencias físicas e ideológicas muy diferentes a las de nosotros, pero que no le quitan capacidades metacognitivas ni físicas para realizar las labores propuestas.

Como no todos los integrantes de la etnia indígena pueden estar en un claustro educativo o en un espacio donde laborar con un salario mínimo al menos, no podemos creer que el cambio solo se puede dar en esos lugares. También en las calles hay habitantes que su mirada nos gritas que los ayudemos o que están sufriendo. Sabemos que muchos de nosotros no podemos “darles” una vida digna, tampoco sostenerlos por un tiempo, pero una prenda que no usemos, una moneda que no necesitemos o un trozo de comida (o comida entera) que les podamos ofrecer con todo el gusto es más que suficiente para arreglarles el día o incluso la semana.

El valor de la intención con que ofrecemos la ayuda es fundamental para que ellos entiendan que no son invisibles, que no son una plaga y que entendemos lo que les pasa. Incluso si no tenemos nada de lo dicho anteriormente para dar, con un simple saludo que les demos o con el simple hecho de no ignorarlos o “asustarnos” ante su presencia es un paso que estamos dando a favor del proceso de inclusión que ellos necesitan en esta ciudad.

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