La propuesta de privatizar el futuro metro de Bogotá mediante el sistema de concesión o de las Alianzas Público Privadas podría ser la peor decisión para la ciudad. Para que el metro contribuya a que a los bogotanos gocen del derecho a un transporte digno, debe ser público y subsidiado, como funciona en las principales ciudades del mundo.
Transmilenio es un buen ejemplo del resultado de la privatización del transporte. Los bogotanos padecemos de un pésimo servicio y de acuerdo con Fedesarrollo, pagamos una de las tarifas más caras de América Latina, superada solo por las de Río de Janeiro, Santiago de Chile y Curitiba, ciudades que también han implementado la privatización.
A pesar de ello, los caros pasajes no han sido suficientes para satisfacer la voracidad de los operadores privado pues los ingresos por tarifas no han alcanzado para pagar las ganancias que los contratos de Transmilenio les garantizan. El Distrito entonces debe financiar lo que falte con los impuestos de los bogotanos. Entre 2012 y 2014, el gobierno distrital giró 1.200 miles de millones de pesos -¡1,2 billones!- para subsidiar las ganancias de los operadores privados de Transmilenio y del SITP. Con razón, el vocero de los operadores del SITP afirmó en Portafolio: “Es una renta por 18 por ciento. No hay una inversión en el mundo con esas características ni siquiera un Tes”.
En América Latina, los metros de Sao Paulo y Río de Janeiro, operados por concesionarios privados reciben subsidios del Estado y tienen las tarifas más caras de la región, al punto que las protestas de los brasileros por los altos costos del transporte pusieron en duda la posibilidad de hacer el mundial de fútbol en Brasil. En Buenos Aires, el subsidio para el metro, también entregado en concesión, “es de cerca del 180% del total de la recaudación” según el Banco de Desarrollo de América Latina, lo que ha obligado al gobierno a aumentar la tarifa en cerca del 300%.
Quienes promueven la privatización del metro presentan el caso de Hong Kong como el ejemplo de un metro privado que no necesita subsidios, afirmación que no es cierta. En esta ciudad el gobierno es el dueño del suelo y se lo entrega gratis al concesionario del metro para que haga negocios inmobiliarios. Como lo señala el Wall Street Journal, se trata de un subsidio indirecto y bastante costoso se debe añadir pues el Estado regala un bien escaso y estratégico.
Los bogotanos hemos pagado billonarios subsidios y costosos pasajes para financiar las utilidades de los operadores privado y a cambio vivimos la dolorosa experiencia del Transmilleno. Para que la historia no se repita el metro de Bogotá debe ser público y subsidiado. Al ser público los subsidios no se irían a los bolsillos de los negociantes privados sino que se invertirían en ofrecerles a los ciudadanos tarifas accesibles y un servicio de buena calidad, como sucede en Ciudad de México.
Para evitar la privatización del metro debemos exigirle al presidente Santos que financie como mínimo el 70% de los costos de construcción. Y al alcalde Petro se le debe repetir una y otra vez lo que el senador Robledo le dijo en el Senado: en el metro no cabe ni un centímetro de privatización. Un transporte barato y de calidad es posible, unámonos para que el metro de Bogotá sea público y subsidiado.