Por lo general me parece ridícula la ópera. Entiendo que es el epítome de la alta cultura y todo eso pero nunca he entendido porque tienen que cantar si hablando es como uno se entiende con otra persona. Los musicales tipo Broadway me parecían aún peores. Cada vez que asistía a uno debía estar preparado para salirme discretamente en el intermedio, para reposar tranquilamente en el hombro de mi acompañante y advertirle que me mueva suavemente cuando se empiecen a escuchar los primeros ronquidos. Por eso, cuando entré al teatro de Colsubsidio a ver Annie , en el marco de la celebración de los 30 años de MISI producciones, estaba preparado para el aburrimiento.
Mis temores se disiparon una vez levantaron el telón y me encontré con la escenografía imponente que lo trasladaba a uno a la Nueva York de la década del treinta, cuando Estados Unidos aún se recuperaba del terremoto que causó la caída de la bolsa de Nueva York. Frente a mí estaban un grupo de huérfanas que, una vez comenzaron a cantar me abrieron el corazón. Con discreción trataba de limpiarme las lágrimas que salían como un torrente. Sí, Anita la huerfanita puede ser el sinónimo más común de una obra sensibilera, de los clichés de buenos y malos y más de un amigo voltearía la cara con asco si le cuento que la gocé, que fue una experiencia alucinante, que la niña Carlota López es un fenómeno absoluto y confirmó lo que habíamos visto de ella el año pasado cuando interpretó a Campanita en el montaje de Peter Pan, y que todos tenemos derecho con la ternura de un musical que se disfruta con la misma alegría que un pastel de fresas recién horneado
Yo no era el único que estaba hipnotizado. Los niños no podían dejar de mirar el escenario. Lloraban, reían, bailaban. Sus papás también se habían convertido en niños, todos éramos niños y felices y entendimos –parafraseando a Guillermo Cabrera Infante- que el musical es el único género que está hecho para hacernos felices.
Creía que, a la hora de escribir esta reseña, iba a tener un poco de consideración. Los grandes musicales solo ocurren en Broadway. El nivel de estos actores – Yaneth Waldman está más divertida que nunca- la escenografía y la coreografía, confirman el buen nombre que tiene Colombia en la región a la hora de montar este tipo de obras.
Con los ojos hinchados y tan felices como los niños, salimos del Colsubsidio. Annie reivindica ese derecho que tenemos los adultos a volver a disfrutar de la ternura. Vayan a verla: se merecen ese regalo.
