El entrenamiento extremo al que eran sometidos dio como resultados los guerreros más valientes de la antigua Grecia. Siglos después, las condiciones sociales dieron origen a unos guerreros pacifistas, tal vez, tan arrojados y valientes como los primeros. Se trata de la primera línea, esa fuerza de contención entre la fuerza brutal del estado y la ciudadanía que exige reconocimiento y reivindicación social.
Jóvenes de diversas estratificaciones sociales, pero con una historia común, el abandono y la marginalización. Escudos improvisados los visibilizan, destacando en las movilizaciones por su enorme valentía. Con orgullo defienden barricadas espontaneas que levantan las sociedades hastiadas de la corrupción, la pobreza, la falta de educación y de empleo.
Al arte gráfico los destaca, la sociedad los aclama, los medios de comunicación los mencionan, por un momento dejan de ser invisibles. Su silueta se bosqueja entre el humo de los gases lacrimógenos y el sonido de los perdigones, se encumbran a una categoría que nunca imaginaron: la de héroes. Su simbolismo son sus capuchas, pañuelos y escudos de hojalata que resignifican la protesta.
Entre los saqueos y vandalismo de falsa bandera ideados por gobiernos, partidos políticos y replicados por algunos medios de comunicación para deslegitimar las movilizaciones, la dignidad de estas encapuchadas y encapuchados de primera línea permanece incólume para un importante segmento del movimiento social; son reconocidos como valientes que arriesgan su integridad para evitar que la violencia acceda al resto de la manifestación pública. Dejan de ser marginados de un sistema social desigual, para recibir el apoyo de una comunidad que antes los ignoraba, su forma de protesta política criticada en tiempos menos turbulentos, consigue una aceptación social generalizada. Se legitiman como frente de defensa de las y los manifestantes frente a la contención estatal.
La primera línea es un elemento central de la movilización, un espacio de encuentro y participación ciudadana que más allá de la protesta, se vincula en torno a la olla comunitaria, donde se desvanece la percepción segregacionista de las ciudadanías, donde prima la solidaridad y se reúnen los pueblos; un gesto de gratitud a la valentía, a la organización de un movimiento hastiado del modelo social, político y económico imperante. Obreros, estudiantes, informales, madres cabeza de hogar, mensajeros, voluntarios de la salud, músicos, artistas, minorías étnicas que reclaman un modelo justo, equitativo, plural e incluyente. La primera línea es la expresión del legítimo derecho a exigir mejores sociedades.