¿Dónde están los miles de policías que estuvieron recibiendo a los jugadores de fútbol de Colombia? ¿Dónde estuvieron cuando el pasado 2 de julio del 2018 siete mujeres transexuales fueron acorraladas y masacradas fuertemente en la localidad de Fontibón? Eso sin contar las miles de riñas que se dieron en el día del orgullo gay, ya fueran disputas, agresiones, insultos y para sintetizar la discriminación que este país aún ejecuta en contra de lo que su ética no considera naturalmente normal.
¿Dónde están los policías? ¿Poniendo partes por consumir marihuana? Quizás… ¿buscando a quien sacarle cincuenta mil formas para arreglar un problema? O… ¿golpeando a las personas de la comunidad LGBTI? Y como lo que a esta sociedad lo que no le importa lo obvia, nadie se entera de los miles de casos que hay de violencia por parte de la policía nacional de Colombia hacia las personas de la comunidad LGBTI, quienes dentro de muchas agresiones suelen usar la intimidación, los ataques, la humillación, los golpes, y la que más les gusta: la recriminación, a lo que le adjudican la frase “eso le pasa por marica”.
Recordemos el caso que se dio en Cartagena en el 2016 cuando la policía entró a la casa de una pareja homosexual sin una orden, rompiendo los candados a punta de golpes, intimidando a todos los que estuvieran y cogiendo a esta pareja gay para reventarla a punta de patadas, afirmando que ser gay y besarse en espacios públicos era ilegal. Este es uno de muchos otros. Son miles los que se dan a diario y son miles los que se van a quejar, pero como es de esperarse de la justicia de este país se ignora lo que no es de incumbencia de la población, y como la comunidad LGBTI es marginada la atención que se les brinda no es ni siquiera el 50% que le dan a la llegada de un jugador de fútbol, a la bajada del pantalón de Mockus o al “misterioso” que irrumpió en la iglesia del padre Chucho.
Afortunadamente, cada vez son más los y las que se suman a esta causa, gais, lesbianas, transexuales, asexuales, maricones, locas, machorras, roscones, marimachos, partidas, y hasta heterosexuales, orgullosos y orgullosas de ser lo que son, de salir en falda y en tacones, con maquillaje o sin, con sus senos al aire, o quizá con un par de cadenas en sus cinturas, dispuestas y dispuestos a gritar a los cinco vientos quienes son, dispuestos a enfrentarse ante cualquiera que quiera pasar por encima de ellos. Eso sí, con respeto, con argumentos y con tolerancia, como dirían por ahí.
Desafortunadamente en la policía y en el gobierno, como tal, son muchos los que acolitan este tipo de ataques, los que los disculpan y hasta los que los que los respaldan, pero esta generación no es la del oscurantismo, ni mucho menos la de un gobierno totalitario, o al menos no hasta ahora, por eso es que como dirían las personas de la red comunitaria trans “podrán cortar todas las flores, pero no se detendrá la primavera”.