La Bogotá nocturna es la más llamativa para los extranjeros, especialmente por la zona de tolerancia, la zona T y G. Mientras muchos duermen en sus casas o pasan el tiempo inadvertidos tras los computadores, en los hackcallejones de la capital de Colombia se liberan hormonas sexuales a ritmo “parpadeo del ojo”.
Ese día, me hallaba con una joven de tan solo16 años, vivía en una pocilga sobre la avenida Caracas. Nos encontrábamos en una calle repleta de basura, jóvenes drogadictos deambulaban en medio de ilusiones y quimeras. Sí, la chica era atractiva, la sensualidad material de su cuerpo conocía el bajo mundo.
“Es muy bakano, me encanta fokear y que me miren, me encanta que me digan “eres perra”. Así, soy más conocida”, concluye meneando su cabello lacio y extendiendo una sonrisa malévola.
A sus 12 años decidió irse de casa (decía que no la comprendían). Vivió con una amiga en Chapinero, alquiló un cupo universitario, conoció el “mundo real”.
“Chapinero fue muy cerdo, todos los días fumábamos en el cuarto, no nos decían nada. También, veíamos como entre los mismos hombres hacían orgías en los cuartos. Lo malo era que había mucho gay, pero ellos nos cuidaban”.
Actualmente ella se dedica a las “compañías” y las “citas”, arguye que tiene categoría, es prepago y no prostituta. Las otras jóvenes del sector no tratan con los “ganchos” que ella trata. Ha estado al lado de “Homero”, conoció a “Mosco” y cuando camina por la calle del Bronx todos la saludan. Además, ha hecho un recorrido por varias ciudades, entre esas: Cali, Valledupar y Cartagena; esta última la califica como “la cuna de los viejos verdes”, allá “iba mucho extranjero y les gustaba que fuera más apretado”.
Finalmente y antes de irme, tras su silueta sensual la adolescente permaneció observando la tele fijamente. La carne de la impudicia, Cristina Hurtado, posaba mostrando la entrepierna. Ella era su modelo a seguir.
“Cuando vuelva a salir protagonistas, me vuelvo a presentar”.