En la serie de Netflix sobre Pablo Escobar El patrón del mal encontré la crónica de un pedazo de vida y miedo. Empecé a verla por curiosidad y donde el “jingle” canta repetidamente al principio de todos los episodios: “Quien no conoce su historia, está condenada a repetirla”. Cómo lo sabemos y lo demuestran que fue un personaje sin límites para conseguir sus caprichos y objetivos con violencia. La serie, es larga pero buena, con buen director y buen guionista. Buen montaje, lo máximo la escenografía y el vestuario.
Y en esta travesía me encontré asustada cuando empezó la persecución al periódico El Espectador en donde empezaba mi carrera como crítica de arte en las páginas editoriales de los viernes y en Magazín Dominical. Trabajamos con una mística invencible mientras corría la sorda amenaza de una bomba… la bomba de Pablo Escobar en venganza a la política del periódico ante ese ser del cartel de Medellín que se convirtió en el terror de Colombia y en especial, Bogotá. Donde vivía con horror las explosiones que ocurrían. Y también fue el culmen, la toma del Palacio de Justicia que anota la película, el cerebro fue Pablo Escobar y el M-19 un grupo de títeres a sueldo.
La muerte de don Guillermo Cano fue devastadora. Quedamos en el aire y sin el apoyo de quien me había abierto las puertas y me mantuvo en unos lugares muy especiales dentro del periódico. Seguimos, pero ya nada era lo mismo. Después vino la bomba que dejó todas las instalaciones en el abismo de la destrucción.
El segundo episodio fue el avión de Avianca el 27 en el vuelo 803 rumbo a Cali que salía a las 9 de la mañana.
Yo estaba muy temprano con Jaime Téllez un amigo que, en esa época él era mi entrenador – y hoy es un gran ceramista- y, estábamos desayunando cuando entró volando por una pequeña ventana de mi cocina un pedacito de papel periódico quemado. Cuando lo vi, lo entendí todo.
Como tengo un precedente grave porque soy una sobreviviente de un accidente aéreo en Málaga, España el 13 de septiembre de 1982 rumbo a Nueva York en el vuelo 995 en un DC 10, entendí el mensaje intuitivo inmediatamente: no me voy para Cali a donde iba a dar unas conferencias en el Museo La Tertulia. Me invadió la angustia por el incumplimiento y no tenía excusa sobre la decisión repentina. Y, el avión estalló en mil pedazos a los 10 minutos de su despegue en Soacha. Dice la serie que en el vuelo debería ir el, en ese entonces, candidato presidencial Cesar Gaviria. Gran susto. El terror volvió a ser una historia ya vivida que era, otra vez, un hoy.