El hombre nace e inmediatamente inicia su proceso de desarrollo, desarrollando sus capacidades y su desenvolvimiento en la vida cotidiana. Así mismo, nace el trabajo, esta actividad humana que tiene como fin satisfacer las necesidades de las personas, tanto materiales como espirituales (Morales, 1996).
Mediante el trabajo se obtiene alimento, casa, ropa y medicinas, o se puede disfrutar otros aspectos que ofrece la vida. El colombiano se caracteriza por ser una persona echada para adelante, como se diría coloquialmente. Aunque las oportunidades de trabajo estén escasas, siempre buscamos la manera de salir adelante, ¿pero bajo qué condiciones lo estamos haciendo?
El desempleo en Colombia para el año 2020 fue de 15,9%, es decir, aumentó 5,4 puntos porcentuales frente a la cifra del año 2019, que fue de 10,5%, según el Dane. La pandemia por COVID-19 nos cayó por sorpresa a todos, pensamos que el virus no llegaría al país y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos en cuarentena total. A raíz de esto muchos negocios se fueron a la quiebra, otros se vieron obligados a cerrar y a despedir a su personal de trabajo, y otros simplemente migraron de lo presencial a lo digital.
Los colombianos vieron en las plataformas delivery una manera de mantenerse y generar ingresos, ya que estas han tenido un importante crecimiento en tiempos de COVID-19. Sí, muy bonita la oportunidad, ¿pero a qué precio?
Las relaciones de trabajo de iFood con sus domiciliarios son bastante complejas, las condiciones laborales siguen siendo muy precarias, ya que para ganarse el almuerzo del día deben trabajar todo el día y no existe una flexibilidad laboral para ellos. Además, no cuentan con un contrato fijo o un tiempo de trabajo limitado, lo cual es inconcebible. Igualmente, no pueden descansar lo suficientemente para desarrollarse en relación con su propia persona y familia, un día que no trabajan es un día que posiblemente no coman.
Por otro lado, la compañía multinacional Rappi, que ha sido víctima de críticas por las condiciones laborales muy deficientes de sus empleados, quienes no reciben un salario fijo, sino que trabajan por los servicios prestados y no tienen un contrato fijo con la empresa. Este nuevo sistema económico llamado "precariedad laboral" afecta de manera muy clara y directa a los rappitenderos, que por diversas razones están obligados a pasar por incertidumbres, falta de garantías en sus condiciones de trabajo y hasta pueden llegar a ver afectada su integridad física.
Recordemos que a raíz de estas condiciones, más de 400 rappitenderos se tomaron las calles de Barranquilla para protestar por estas condiciones a las que están sometidos y muchas más inconformidades. Uno de los principales motivos de la protesta fue el alto costo de la maleta de Rappi que obligatoriamente deben comprar para poder ser habilitados, pasó de costar $80.000 a $130.000 y muchas veces lo que hacen en un día de trabajo no pasa de $35.000 (Impacto News, 2020).
Considero que estas compañías vulneran los derechos laborales de los trabajadores y, a su vez, trabajan sin ética profesional, debido a la precariedad laboral a la que son sometidos solo por llevar el sustento del día a su hogar.