La precariedad del pueblo trabajador colombiano explicada en un mensaje de WhatsApp

La precariedad del pueblo trabajador colombiano explicada en un mensaje de WhatsApp

Después del aumento del salario mínimo, circuló un mensaje que intentaba hacer un cálculo del “gasto de mantenimiento mensual de una familia estándar"

Por: Nadieshda Miraslovaki
enero 31, 2022
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La precariedad del pueblo trabajador colombiano explicada en un mensaje de WhatsApp
Foto: Pixabay

Hace unos días, después del aumento del salario mínimo, circulaba un mensaje por WhapsApp que intentaba hacer un cálculo del “costo mantenimiento mensual familia de 4 integrantes, 2 adultos (padre y madre trabajando) y 2 hijos en edad escolar en colegio público”. Una familia promedio colombiana, se podría arriesgar a decir. El cálculo continuaba haciendo un inventario de lo básico comprable en un hogar con estas características.

Todo muy frugal en los gastos calculados. Que incluían las tres comidas al día, implementos y gastos de aseo personal y mensual, transporte Transmilenio, o Mío o Transcaribe del padre y la madre, un arriendo de un apartamento pequeño ubicado en un sector modesto y pago de servicios públicos en la misma línea.

En total esta familia con este cálculo gastaba al mes 1’965.000 pesos colombianos. Con un sueldo mínimo de 1’117.712 pesos, que incluye subsidio de transporte, el padre y la madre alcanzan a reunir 2’235.424 (el mensaje de WhatsApp hacía el cálculo de 1’117.000 pesos, 712 pesos menos de los legales, lo que le arroja un cálculo del ingreso familiar de 2’234.000).

Un ingreso familiar al que le quedarían libres después de los gastos de subsistencia (comida, pasajes, renta y servicios) tan solo 270.424. Según lo expresado por el mensaje esta familia tendría que pagar la colegiatura de sus hijos con lo que no le quedaría nada para ahorrar.

Sin embargo, si se es más realista aún se puede decir que no sólo no le quedaría nada, sino que partiría de un déficit antes de incluso pensar en pagar colegiatura a sus hijos.

El mensaje de Whatapps no incluyó en lo que se resta al ingreso de un trabajador lo que se debe pagar por concepto de obligaciones de pago de pensión, salud y riesgos profesionales.

Para un sueldo mínimo son de 290.300, sin incluir pago a Cajas de Compensación que le posibilitarían algún tipo de acceso a recreación o a subsidios de vivienda; es decir, negándose la posibilidad de tener algún día vivienda o darle a sus hijos escenarios de recreación.

Si incluimos estos gastos en la estructura y lógica establecida por el mensaje de WhatsApps a los 2’235.424 habría que restarle 580.600 correspondientes al pago de salud, riesgos laborales y pensiones de los adultos cabeza de hogar.

Es decir, que el ingreso neto de este matrimonio no le alcanza siquiera para llevar una vida modesta al mínimo, ni mucho menos para brindar condiciones favorables para el futuro de sus hijos.

Esta precariedad de la vida en los hogares y el mundo laboral colombiano es masiva. Según datos de una nota económica realizada por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Los Andes a junio de 2021 el 42 % de los hogares colombianos tenían un ingreso menor a un salario mínimo (https://www.portafolio.co/economia/gobierno/ingresos-de-las-familias-colombianas-segun-estudio-de-universidad-de-los-andes-555714).

Así mismo, según un informe del DANE de 2020, citado por la revista FORBES el 63,8 % de los trabajadores no ganaban más de un salario mínimo, y tan solo 11,2 % llegaba en sus ingresos a devengar más de dos salarios mínimos (https://forbes.co/2020/12/07/economia-y-finanzas/en-colombia-el-638-de-las-personas-no-ganan-mas-de-un-minimo/).

El mensaje de WhatsApps brinda más detalles de esta situación de precariedad: “Según el Dane más de 32 millones de colombianos sobreviven con un salario mínimo, de este número un gran porcentaje pertenece al grupo de los 21 millones de colombianos que son pobres ya que su núcleo familiar se mantiene con un salario mínimo y otros 7.8 millones de colombianos viven en la pobreza extrema ya que sus ingresos no alcanzan ni a los 145.000 pesos mensuales y se encuentran en las zonas marginadas de las ciudades y del país”.

La familia ejemplo en un escenario de tanta precariedad, en la que hay gente que no vive, sino que se mantiene prácticamente con sus funciones vitales en una estado de inanición crónica, puede considerarse afortunada. Y esta es la situación de muchos.

Este estado de sobrevivencia, con un sustento material menesteroso, lleva décadas en Colombia y ha generado generaciones que han hecho de la precariedad un estado natural, la cosmogonía de medida sobre la cual es posible estimar todo.

El año pasado conversaba con un gran amigo. Había logrado conseguir un trabajo en una universidad privada colombiana, le iban a pagar alrededor de 4 millones de pesos que con descuentos por seguridad social y demás le quedaría en algo así como 3 millones 300mil.

Se sentía feliz, pues en el trabajo anterior de docente de otra universidad privada le pagaban 2 millones 500 mil. Me decía que al fin le reconocían su título de doctorado obtenido en México gracias a una beca del Estado mexicano. No obstante, a los meses se quejaba del nivel de explotación al que estaba siendo sometido.

Con ese sueldo vive en una zona popular de Bogotá y ayuda a la familia de una hermana que le ha dado una habitación donde vivir en su casa. Su situación de vida sigue siendo precaria con su sueldo y no tiene cómo asegurarse una seguridad extra sobre su vida, y esto le sucede sin tener hijos ni su propia familia.

Los augurios de la CEPAL para el 2022 no son nada alentadores. En su informe Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2021 (https://www.cepal.org/es/publicaciones/47669-balance-preliminar-economias-america-latina-caribe-2021 ) señala un panorama complejo para América Latina con la persistente incertidumbre sobre el destino de la pandemia, pronunciada desaceleración de la economía, baja inversión y productividad, así como lenta recuperación del empleo, con disminución y déficit fiscal, menor gasto y presiones inflacionarias y desequilibrios financieros. Un 2022 que promete mayor precarización y pobreza.

La dirección de este panorama nada halagüeño no cambiará si no se da un golpe de timón. Y este no vendrá de la misma lógica económica que ha regido a Colombia desde décadas atrás.

Se requiere un viraje político y cultural que rompa con la inercia del enriquecimiento de unos cuantos a costa del ejercicio a través del Estado de la violencia económica en contra de la mayoría. Se requiere que el Estado deje de ser cómplice del saqueo.

El poder está en esas mayorías precarizadas durante años, las víctimas de este sistema. El primer paso está en elegir un Congreso con intereses afines a las mayorías, a ese pueblo trabajador que no tiene seguridad social y que no es capaz por su precariedad garantizar un futuro mejor a sus hijos.

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