Hoy estamos todos angustiados con los riesgos de una guerra internacional, con los asesinatos, los desplazamientos, la devastación de la naturaleza… y eso es comprensible porque todos quisiéramos ver que florece la vida en Colombia y en el planeta. Sin embargo, hoy también se apodera de nosotros un sentimiento de impotencia que podemos superar con acciones concretas por la vida.
Por eso es importante orientar esfuerzos conjuntos hacia el mejoramiento de la educación colombiana, en todos sus niveles. En las universidades públicas, igual que en las privadas y en las instituciones de formación técnica y tecnológica, cerca del 70% de los profesores tenemos contratos diseñados para empobrecernos y arrebatarnos la dignidad que nos corresponde por la labor fundamental que cumplimos para el país. Nos contratan por cuatro meses, dos veces al año, nos dejan cuatro meses sin salario ni protección social, con un pago por hora muy bajo, y excluidos de muchas actividades profesorales.
La desfinanciación de las universidades públicas la estamos pagando, en buena parte, los docentes ocasionales a costa de una baja en la calidad de nuestra vida y un menosprecio social que redunda en disminución de opciones para las generaciones futuras. Por eso, estamos hoy exigiendo contratos que nos reconozcan un estatus igual o mejor al de otros empleados estatales; nuestra labor así lo reclama.
Los aspectos salariales y contractuales deben ser dignificantes y, en ese sentido, gracias a las negociaciones de la mesa establecida entre comunidad universitaria y gobierno, tal vez, haya un poco de justicia para nosotros.
No obstante, también necesitamos estímulos para recuperar el aliento, siendo los docentes universitarios, junto con los maestros de la educación básica, los llamados a recomponer la esperanza en el futuro del país. Por eso quiero proponer cuatro estrategias clave: la creación de redes docentes en nivel universitario y técnico tecnológico; la movilidad nacional de ocasionales como mecanismo de diálogo de saberes; el fortalecimiento de las bibliotecas en todas las universidades del país y la creación de incubadoras de docentes universitarios.
Redes de docentes universitarios
Así como está ocurriendo con los docentes de educación básica colombiana en lenguaje y otras áreas, los docentes universitarios podemos hacer redes de diálogo para compartir experiencias, discutir necesidades, proponer planes de mejora y reconocernos como colectivos por áreas o niveles de educación. En este contexto, la investigación, que también nos corresponde, es una tarea que resulta de más impacto si se hace en equipos, con miradas disímiles y a partir de necesidades verdaderas. El diálogo entre pares nos fortalecerá.
Movilidad nacional de ocasionales
La movilidad docente se incentiva en las universidades para los docentes de planta pero no para quienes soportamos ya innumerables inequidades. Movernos entre universidades, en el territorio nacional, nos permitiría llevar noticias a los estudiantes y docentes sobre experiencias y saberes como inyecciones de inquietudes y posibilidades. Las visitas a otros escenarios son en sí mismas formativas, siendo esta una herramienta importante para nuestra permanente capacitación. Además, estar en otras universidades, en universidades semejantes pero muy desiguales nos hará también vigorizar las redes de apoyo entre profesionales e instituciones.
Fortalecimiento de las bibliotecas
Las publicaciones de editoriales nacionales, de revistas universitarias y de otras fuentes deberían llegar, sin distingo, a todas las universidades e instituciones técnicas y tecnológicas del país. Este es otro mecanismo de diálogo y de apoyo para que todos los colombianos podamos acceder al conocimiento. Impulsar la producción editorial del país, en todas las áreas, hará posible que circulen los saberes y proyectos con los que se construye el sentido de desarrollo regional. En las bibliotecas debe habitar la memoria de un país que está formándose con la participación de todos. Además, como lo hacen ya en programas de la educación básica, conviene diseñar talleres y actividades que estimulen el uso de las bibliotecas.
Incubadora de docentes universitarios
Los docentes ocasionales, por ley, no deberíamos ser requeridos sino durante 3 semestres en las unidades académicas que nos contratan, pero el desfinanciamiento hace que no estemos reemplazando ocasionalmente a un profesor de planta sino que seamos nosotros los profesores a cargo. Así que las universidades deberían estar proyectando nuestra incorporación a las plantas profesorales. El empobrecimiento a que nos ha sometido el Estado, y puntualmente la Ley 30 que ordena el desfinanciamiento universitario, nos impide la solvencia necesaria para mantenernos estudiando posgrados y dedicando tiempos a la investigación.
De modo que, en justicia, las universidades debían apoyar nuestra formación siendo el cuarto semestre de contratación ocasional el momento en que se nos vincula a la carrera docente; enfrentándonos, con apoyo efectivo, a estudios de lenguas extranjeras o indígenas, posgrados, participación en grupos de investigación, y estímulos a la publicación de nuestras experiencias e investigaciones. Las incubadoras, entonces, deben llevarnos, con prerrequisitos cumplidos, a los concursos de méritos; una acción de justicia y reconocimiento.
En este sentido, también es necesario abrir las perspectivas de los concursos de mérito porque la realidad colombiana es particular y no debe reducirse a la mirada europea. Por eso, las unidades académicas que contratan, por ejemplo, a indígenas para enseñar lenguas indígenas, deben diseñar incubadoras pertinentes. Igual ocurre a intelectuales autodidactas que tiene y pueden demostrar su idoneidad más allá de las mediciones internacionales. Las incubadoras nos mantendrían en permanente cualificación mientras ejercemos un papel fundamental para el país, para las universidades, y para el futuro de nuestros estudiantes.
¡Por un sistema educativo del tamaño de nuestras necesidades y sueños!