Paloma Valencia actual senadora del Centro Democrático acaba de anunciar públicamente que quiere ser presidenta de Colombia. Está en todo su derecho y es sano que más mujeres se lancen al agua a cargos hasta ahora imposibles de alcanzar. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, hay muchos elementos que deben analizarse. El primero es el papel que el partido de gobierno está jugando actualmente porque pueden derivarse varias conclusiones. O están convencidos sus miembros estimulados por su gran jefe, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, que llegaron al poder para quedarse indefinidamente y por eso ya están lanzando candidatos para el 2022, o se dieron cuenta de que este gobierno va mal y están mostrando otras caras para no perder apoyo. En segundo lugar, cualquiera de las dos posibilidades señaladas demuestra realmente el poco apoyo con que cuenta el actual presidente Duque. Y la pregunta obvia es ¿por qué?
De todos los precandidatos de este partido en 2018, entre los cuales estaban el actual y deslucido canciller y la misma Paloma Valencia, Uribe escogió el que consideró mejor, y no se equivocó. Ganó Duque con millones y millones de votos. Supuso con razón que la figura amable de Iván Duque y su juventud además de su buen desempeño como senador, atraerían como de hecho sucedió, a muchos no uribistas y más bien antipetristas. Sin embargo, el lanzamiento prematuro de Paloma que conociendo como funciona su partido tiene el aval del gran jefe, puede dar elementos para poder responder a esta pregunta.
Es evidente que Paloma representa la ultraderecha explícita del Centro Democrático. Su sola propuesta de la construcción de muro para dividir al Cauca entre indígenas y blancos es la prueba fehaciente de donde están sus ideas. Nadie niega que es una mujer inteligente, pero esas mañas recuerdan líderes del pasado que vociferaban sus ideas radicales sin el menor asomo de sensibilidad social, que ahora en su precampaña pretende demostrar. Estas características de la nueva figura presidencial del uribismo, demuestran que la aparente flexibilidad de Duque, ser buena persona y otras características que lo llevaron a ser el elegido por Uribe, no tienen satisfecho a su promotor quien ahora busca la mano dura representada por una mujer.
Características de la nueva figura presidencial del uribismo,
demuestran que la aparente flexibilidad de Duque, ser buena persona y otros rasgos que lo llevaron a ser el elegido por Uribe, no tienen satisfecho a su promotor
Esto resulta difícil de entender para los que no están dentro de este juego político porque para muchos es evidente que el presidente Duque es obediente y se mete en camisa de once varas, como con las objeciones a la JEP, simplemente por seguir sus instrucciones. Pero si lo que sucede es que simplemente el expresidente Uribe se dio cuenta de que tiene que cambiar de modelo porque este no le funcionó, solo queda la peor: quemar al actual, o sea a Duque, lo más rápidamente, puro y claro oportunismo político. Este sería el propósito perverso de poner a jugar en el imaginario colectivo, la cara opuesta: mujer, de la alcurnia colombiana, de las más de extrema derecha y de probada lealtad hasta el punto de que se enerva con la misma facilidad que lo hace Álvaro Uribe. Lo que eso demuestra es que al uribismo y a su gran jefe le importa muy poco lo que sufra esta sociedad colombiana. No la tuvo en cuenta cuando escogió a quien la gobernaría durante cuatro años pero tampoco le importan las consecuencias de debilitar la presidencia de Duque aun más de lo que está, antes de tiempo.
Solo queda la esperanza de que los colombianos, de derecha, de centro y de izquierda, seamos conscientes de que con nuestro proceder les estamos haciendo el juego a quienes nos han dividido entre buenos y malos, y en eso está la explicación de que se nos manipule de esta manera. Hasta cuando, lo que decide Uribe seguirá marcando la pauta de nuestro diario vivir y lo que es peor, de nuestro futuro. Fortalezcamos esos movimientos ciudadanos como Defendamos la Paz y otros con las mismas premisas, para que juguemos un papel más protagónico en la vida nacional. Si no hacemos eso, después no nos quejemos. La precampaña presidencial de Paloma no es una paloma de paz.
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