Hay dos escenarios que deben preocuparnos a los colombianos de cara a las elecciones presidenciales. Por un lado, que el Centro Democrático llegue al poder, y que con ello se produzca un desconocimiento a los acuerdos del proceso de paz. Mucho ha costado construirlo, muchas vicisitudes y odios antiguos han tenido que superarse como para que el presidente de turno, más por rencor personal de su mentor hacia el actual presidente que por la existencia de razones de peso, llegue al poder a revertir lo decidido, que se encuentra en proceso de ejecución.
Es cierto que esta no es la paz más perfecta. El acuerdo tiene imperfectos, puntos que resultan controvertidos. Pero la experiencia internacional nos ha demostrado que no existen acuerdos perfectos. Y que con todo, esta es una paz correcta. Al punto de que varios expertos en el tema de conflictos han afirmado, luego de analizar el proceso de paz en Colombia, que es uno de los mejores que se ha celebrado en el mundo en las últimas décadas.
La segunda posibilidad que debe preocuparnos es que el candidato elegido sea Germán Vargas Lleras. Para mí, es aún más preocupante que la anterior. Porque eso significaría que el Estado siga rigiéndose por un sistema de corrupción y clientelismo. Lo que se conoce con el eufemismo de “mermelada”.
El gobierno del presidente Santos ha sido muy cuestionado por la existencia de redes de corrupción al interior del sector público, que ha generado una desconfianza generaliza en la sociedad hacia las instituciones. Ha contribuido a ello fenómenos como Odebrecht, como el escándalo del fiscal anticorrupción, el de Ñoño Elías y Musa Besaile. Además del escándalo de los magistrados de las altas cortes.
De llegar Vargas Lleras al poder esas redes se mantendrían, e incluso podrían agravarse. Como es sabido, Cambio Radical, el partido que lo apoya más allá de la fachada de las firmas, y del que es máximo líder, es un auténtico nido de corrupción. Muchos de sus miembros han terminado en la cárcel, o destituidos, o se encuentran con proceso de investigación en firme. Y por diversos medios ha quedado en evidencia la manera tramposa en que el mismo Vargas Lleras hace campaña, como el famoso hecho de inducir al error al ciudadano en el proceso de recolección de firmas.
Los resultados de las elecciones legislativas del pasado domingo resultan, en ese sentido, preocupantes. Primero, porque el Centro Democrático demostró, tanto en las legislativas como en la consulta interna, el enorme poder de movilización que sigue teniendo el expresidente Álvaro Uribe. Lo que hace que sea casi seguro que su candidato esté en segunda vuelta.
Segundo, porque Cambio Radical fue el segundo partido con más curules para el Senado, solo superado, precisamente, por el Centro Democrático. Y con esto demuestra el gran poder que tiene su maquinaria política, en especial en ciertas zonas del país. Como es lógico suponer, la mayor fuerza la tienen en aquellos lugares donde más se cuestiona la legitimidad de los comicios.
Ante este panorama mucho se ha hablado en los medios últimamente de la posibilidad de una coalición entre Petro, Humberto de la Calle y Fajardo. Una posibilidad que ha estado latente desde meses atrás y que muchos vemos con buenos ojos.
Es cierto que Fajardo ha descartado desde el principio de su candidatura la posibilidad de una alianza con Gustavo Petro. Incluso cuando se encontraba apenas en conversaciones preliminares para constituir la futura Coalición Colombia, quedó claro la decisión de no incluir a Petro en el proyecto. Sin embargo, el exalcalde de Medellín se ha caracterizado por ser un hombre no dogmático, reflexivo, receptivo a evaluar diferentes alternativas. Por su lado, Petro ya ha evidenciado que la idea de la alianza con Fajardo no le disgusta.
Es cierto que ambos candidatos tienen diferencias sustanciales alrededor de ciertos puntos, en especial en materia económica. Pero la existencia de una alianza no excluye la posibilidad de diferencias entre los aliados, todo lo contrario. Lo que pretende es un afianzamiento de los puntos comunes que permita la superación de las diferencias.
Y son varias las ideas en que tienen afinidad, como la conciencia de que el mal mayor de la sociedad colombiana es la corrupción, por lo que hay que tomar medidas eficientes para vencerla. Ambos se han caracterizado por ser vehementes defensores de la transparencia en el manejo de lo público. También convergen en la importancia dada a la educación, al concebirla como verdadero motor del desarrollo social. Y ambos son conscientes de la necesidad de crear medidas que impacten favorablemente a las comunidades más necesitadas.
Hará parte de la humildad de ambos considerar con sus asesores seriamente la posibilidad de una alianza. Y hará parte de su inteligencia (ambos son personas muy inteligentes, con una preparación académica intachable, además de que están rodeados de personas igualmente muy inteligentes) poder concertar una alianza donde los puntos de encuentro permitan trascender las diferencias. Ambos deben ser conscientes de que quien termine siendo el candidato deberá dterminar las directrices a seguir en aquellos puntos donde hay diferencias insalvables.
Por la polarización en términos políticos que vive el país, me atrevería a decir que lo conveniente es que el candidato en que confluyan los otros dos sea Sergio Fajardo.
Lo de Fajardo con Humberto de la Calle parece aún más sencillo. Ambos han expresado públicamente la mucha afinidad ideológica que tienen entre sí. Desde tiempo atrás se viene escuchando el rumor de que existen acercamientos.
Ojalá, por el bien del país, esta coalición en tres frentes pueda concretarse. De esta manera se crearía una gran alianza, sostenida por el voto de opinión, que se convertiría en la gran favorita para llegar a la Casa de Nariño.
