Espero estar equivocado pero las autoridades ambientales, tanto desde la esfera nacional como regional, no nos están diciendo por una y otra razón la real amenaza que sobre la salud pública se cierne a propósito se la polución.
Muchas voces comienzan a conocerse cada vez más fuertes y con mayor preparación en el tema frente a que esa contaminación del aire que se venía tan lejana en Colombia y que nos habíamos acostumbrado a ver como algo catastrófico y terrorífico en ciudades de China, EE. UU. o la misma Europa, con nubes de un gris oscuro o negro posándose sobre edificios, impidiendo ver el azul del cielo e interrumpiendo los rayos del Sol, ya es un hecho.
Recuerden que en la capital antioqueña desde hace un poco más de dos años la llamada emergencia ambiental se ha vuelto paisaje común por culpa de la toxicidad del aire, han instaurado monitoreos permanentes en zonas específicas de la ciudad, decretado la alerta por contaminación del aire e implementado el pico y placa ambiental.
En otras ciudades como Cali, Bucaramanga y algunas intermedias ya se conocen de niveles de contaminación altos para ciertas épocas del año y según las condiciones climáticas que toquen ese mismo lapso del tiempo.
En Bogotá ya se dio un paso que no tendrá regreso, el pico y placa los fines de semana y el aumento de número de horas por día en los horarios regulares, es decir, ahora va en casi todo el día desde las 6:00 a.m. para evitar una mayor contaminación debido al aumento exagerado de material particulado en la atmósfera y la declaratoria de la emergencia naranja.
Y así cada día en más ciudades grandes y medianas ya no del mundo sino de nuestro país se enfrentan a esta problemática que llegó para quedarse y no tiene una reversa fácil, por el contrario, es más bien compleja y lenta.
Por eso, sería bueno conocer de manera real y cierta (lo subrayo y lo dejo como un antecedente público e histórico) de cómo estamos nosotros en esa escala, cuál es el riesgo que corremos a propósito de las chimeneas que todas las noches se encienden desde la zona industrial que nos acompaña, más todos los otros focos de contaminación por la tala y quema para nuevas construcciones, tapones sobre los acuíferos de la meseta contaminados de químicos y pesticidas por los cultivos, las basuras en las tuberías, así como la gran cantidad de dióxido de carbono que emiten los vehículos particulares y nuestro vetusto transporte público (¡Ah! No verdad, que las autoridades dijeron en días pasados que son los que menos contaminan la ciudad. Permítanme la duda enorme y pensar más bien en otras cositas).
Además, sería bueno saber qué políticas públicas, estudios a largo plazo, planes, programas y proyectos tienen ya las secretarías de ambiente y de prevención del riesgo del departamento y municipio sobre este tema de la polución en mi natal Ibagué, por ejemplo, que no es solo una simple amenaza si no una realidad concreta que nos afectará en nuestra cotidianidad. Temo equivocarme, pero seguramente será lo de siempre aquí, anuncios, iniciativas, colchones, tejas y mercados básicos de 20 mil pesos para repartir como en campaña, pero del aspecto fundamental nada.
No sea el día muy cercano en que nos levantamos en Ibagué, por ejemplo, y no podamos ver por la polución ni la Martinica, los cerros noroccidentales ni siquiera Pan de Azúcar. No sea el día.