Salvo un difícil e inesperado resultado favorable para Donald Trump en Ohio, Michigan, Minnesota y Pennsylvania, Hillary Clinton será mañana la nueva mandataria de Estados Unidos. Ocho años en el Senado, cuatro como secretaria de Estado y su proximidad a la administración de Bill Clinton [1993-2001] permiten predecir las orientaciones que tendrá su política exterior.
Tres casos relevantes son útiles para prospectar lo que será:
Habrá el período de suavidad inicial en las relaciones con Rusia y China. Pero la candidata demócrata resumió hace algún tiempo su visión de la autocracia que impera en Moscú: “Putin fue agente de la KGB y así, por definición, no tiene alma”. Sin embargo, como secretaria de Estado instó al presidente Obama a encontrar una nouvelle entente con Moscú a partir del reconocimiento de las soberanías de antiguos integrantes de la URSS y mejoras en derechos civiles [de minorías étnicas y sexuales, por ejemplo].
Sobre China han sido reiterados sus señalamientos sobre violaciones a derechos humanos, que se inician en 1995 en su intervención en la Conferencia de la ONU sobre la Mujer en Beijing, cuando dijo contundentemente: “los derechos de las mujeres son derechos humanos”. Quince años después, como secretaria de Estado, en 201o, Clinton habló directamente del récord “deplorable” de China en derechos humanos.
En 2011 pronunció su frase famosa que tomó por sorpresa a la comunidad internacional, pues se pensó que conveniencias de Estado habían variado su posición: “La insistencia estadounidense en derechos humanos no puede ser interferida por temas de globalización económica, intereses de seguridad y cambio climático”. Se creyó que subordinaba derechos humanos a estos tres elementos.
Pronto, sin embargo, aclaró en ensayo publicado en Foreign Policy, [Octubre 11, 2011] que se trataba de encontrar un nuevo balance [rebalance strategy] dentro de la política exterior, en forma tal que derechos humanos entraran a ocupar el mismo o incluso superior rango al de los tres componentes referidos.
Vendrían en el último lustro sus menciones al nuevo colonialismo de recursos naturales de China en África que terminaron por alterar la paciencia de Beijing. No se puede olvidar: la semana siguiente a su retiro, el oficial China Daily se quejó de la voz antichina con la cual siempre habló la secretaria Clinton.
Los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro brindan la tercera clave. Palabras suyas: “nunca se ha condenado efectivamente a Venezuela por negar, como lo hace, la libertad de expresión”. Un wikileak confirma el texto de uno de sus ya legendarios-correos electrónicos: “es esencial producir un acercamiento inusual a los pares de Chávez en la región”. Hasta el día de su partida fue elocuente e inocultable su malestar e incomodidad con el régimen venezolano.
Las reclamaciones de Donald Trump a Europa en el sentido de que debe atender una cuota económica mayor para el sostenimiento de la Otan son para Hillary Clinton la negación misma del compromiso de Estados Unidos con la democracia y la libertad universales. Las posturas antagónicas en relación con México serían mañana factores determinantes de victoria de la candidata demócrata.
En medio del respaldo absoluto que ha dado el presidente Obama a la candidatura Clinton se omiten los momentos de tensión que atravesó la relación entre mandatario saliente y entonces secretaria: Obama, posiciones cautelosas, menos comprometidas con principios; Clinton, actitudes enérgicas, más involucradas en fundamentos. Hillary marcó en distintas coyunturas contraste sólido con su esposo Bill: cierta obstinación en creencias que dibujaron definitivamente la silueta de mujer tozuda hasta las últimas consecuencias, como lo demostró, en la esfera privada, la resolución férrea de salvar su vínculo matrimonial.
A estos indicios debe ceñirse cualquier predicción sobre política internacional. Como también a quienes vendrán a generar su rumbo. Se encuentra la decana de las secretarias de Estado Madeleine Albright, Santa Sanctorum del clintonismo y oráculo de los demócratas. Igualmente, el muy posible vicepresidente Tim Kaine, miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, latinoamericanista consumado, y la pléyade de nuevas estrellas. Aquí van, en primer lugar, Jake Sullivan, graduado de la Escuela de Leyes de Yale, con 39 años de edad, quien ocuparía el cargo de asesor de Seguridad Nacional. También otros nombres [varios de ellos de religión judía]: Laura Rosenberg, Andrew Shapiro y James Steinberg, veterano de las administraciones de Bill Clinton.
¿Secretario de Estado? Se apuesta por el actual vicepresidente Joe Biden ante la ausencia definitiva de Richard Holbrooke. Samantha Powers, académica, escritora, historiadora, actual embajadora ante la ONU, encarna otra opción.
Sea como fuere, lo cierto y predecible es que una presidencia de la ex secretaria de Estado Clinton dejará ver adhesión más vigorosa a principios y fundamentos de Estado. Si bajo el presidente Jimmy Carter [1977-1981] la agenda de derechos humanos fue una abstracción idealista con escaso anclaje en los parámetros del realpolitik, hoy, cuarenta años después, se trata de un genuino programa de relaciones externas con vocación de ser cristalizado.
Además de abrir capítulo único en la historia de la humanidad como primera mujer presidente de Estados Unidos, Clinton parece dispuesta a dotarlo de ingredientes sociales concordantes con lo que ha sido su carrera: apego a los segmentos más vulnerados y desfavorecidos.
Hillay Clinton ha expresado su apoyo al proceso de paz.
Es previsible, dentro de su marco de pensamiento y acción,
que se enfaticen los temas de derechos humanos
¿Postura de cara a Colombia? Ha expresado su apoyo al proceso de paz. Es previsible, dentro de su marco de pensamiento y acción, que se enfaticen los temas de derechos humanos y respeto y responsabilidad en torno del derecho internacional humanitario. En su equipo de asesores brillan mujeres dotadas de contextura académica e intelectual y principios que se distancian de las ópticas de relacionismo público estrecho con que algunos en nuestro país tienden a evaluar la evolución de las relaciones internacionales.
El presidente Santos y sobre todo la actual canciller podrían empezar a entender desde ya que no se iniciará el tercer período de Bill Clinton o de Barack Obama. Se trata de una estadista con ideas propias y decantadas que, entre otros puntos de vista, advierte en Venezuela una dictadura reprochable que incomodará a su jefe de Relaciones Exteriores, a diferencia de lo que ocurre con Holguín cuyo apoyo a la dictadura de Caracas ha sido y es irrestricto.
Mañana en la noche se verá si este es el futuro que se inicia o la incertidumbre extremista que representa Donald Trump. Entonces, ante la segunda opción, será preciso que América Latina aguce sus conocimientos y sentidos para convivir con otra política externa de la cual apenas percibimos rasgos gruesos. Y ante ella, Santos y su canciller tendrán que repensar infinidad de temas.