Parece que la división entre colombianos es cada vez más entre quienes viven dependiendo de la política y quienes están cansados de que los políticos los manipulen.
Es tal vez la explicación de por qué las votaciones que hemos tenido.
Serían estos últimos quienes no están contra la paz ni se oponen al combate contra la corrupción, pero constituyen las mayorías que empiezan a aparecer como una reacción contra el concepto y la aplicación de lo que en Colombia se entiende por ‘hacer política’.
Tanto el ‘Plebiscito por la Paz’ como la ‘Consulta Anticorrupción’ fueron instrumentos de manipulación política que fueron rechazados por la población. El cálculo de que era imposible que alguien no votara a favor de un tema tan noble como ‘la paz’ o en contra de algo tan detestable como la ‘corrupción’ se chocó con el escepticismo del votante, para el cual todo lo que proponen los políticos son formas de manipulación en las cuales lo argumentado son solo pretextos para movilizar emocionalmente a las masas.
El proceso de paz no nació ni tenía por verdadero propósito la reconciliación entre los colombianos. Desde el punto de vista del interés político de un político como lo es Santos fue la consideración de que era evidente que si no quería pasar a la historia simplemente como un presidente más, el camino era hacer un ‘acuerdo de paz’ con la guerrilla; cualquier alternativa o éxito en otro campo no dejaría nunca una huella como la de ‘terminar con un conflicto armado de 50 años’. Ni las razones y la naturaleza del conflicto, ni los términos del acuerdo tenían importancia porque al fin y al cabo la historia se forma con lo que dicen los titulares de los medios de comunicación y con ese titular quedaría su registro histórico.
El proceso de paz no nació ni tenía por verdadero propósito
la reconciliación entre los colombianos
Por eso no mereció un análisis el porqué la mayoría no apoyo la propuesta como fue presentada, y, siguiendo el mismo razonamiento, se buscó la vía alterna del Congreso y la Corte para lograr el mismo propósito sin consideración no solo al rechazo que tuvo sino al resultado al cual llevaría, no solo respecto al ‘acuerdo’ mismo, sino a la situación que se creaba ante quienes consideraban que se violaba la regla por parte del mismo poder que unilateralmente la había impuesto. La polarización consecuente no fue tenida en cuenta; la manera de ‘resolver el conflicto armado’ no respondía verdaderamente al problema existente pero creó un nuevo conflicto político más grave que es el que hoy vivimos, con una oposición cerrera y un proceso en desbarajuste (las dos partes han incumplido, pero no hay forma de castigar por ese incumplimiento).
Los argumentos y los puntos que hoy esgrimen los uribistas tampoco son los que los motivan al radicalismo con el que actúan. No los desplegaban como posición política antes del proceso de Paz (cuando el mismo Uribe decía que tocaba aceptarlos -como por ejemplo el que los guerrilleros fueran al Congreso sin pasar por etapas previas de juzgamiento-). Lo que realmente mueve a los voceros más vehementes del ‘furibismo’ es en parte lo que ellos llaman la ‘traición’, y en parte la ‘viudez del poder’, pero no el idealismo de defender el principio de la ‘Justicia’ (¿acaso José Obdulio o Paloma hablaban de crímenes de lesa humanidad o de la exclusión de la actividad política condicionada a un previo juzgamiento cuando era el presidente Uribe quien buscaba adelantar conversaciones de paz?).
La consulta anticorrupción fue un intento de manipulación típico
de la forma como aquí se maneja la política:
lo importante era acudir a las emociones del electorado
Igualmente la idea de darle el título de ‘Consulta Anticorrupción’ a un evento que ni tenía en sus preguntas el contenido que produciría ese resultado, ni era el instrumento conducente para buscarlo, lo que fue realmente fue un intento de manipulación típico de la forma como se maneja la política entre nosotros: lo importante era acudir a las emociones del electorado -no a su capacidad de raciocinio- y para ello basta con alinear a los medios de comunicación para que contribuyan a ese propósito. Si la inmensa mayoría no salió a votar (70 %) fue justamente porque no creen en la honestidad de quienes promueven propuestas políticas. Seguramente algo de convicción motiva a las dos iniciadoras, pero inmediatamente entendieron -como en el caso de Santos y la Paz- que en nuestra política hay que jugar aprovechando las reglas que aquí funcionan. Y por eso impulsaron su propuesta con engaños, pero engaños que llamaron la atención a todos los otros actores políticos que aceptaron inmediatamente participar del mismo, so pena de quedar castigados si lo denunciaban (es claro, y ya consensualmente aceptado que las preguntas y el mecanismo propuesto no atacaban la corrupción).
Pero si es artificial el planteamiento de los que buscan acceder al poder también desde arriba es manipulación la forma de ‘hacer política’: quienes hoy son gobiernistas nos presentan la situación del país como una tremenda catástrofe al tiempo que nos pretenden convencer que gracias al cambio de gobierno llega la salvación; le juegan al descontento, exagerando respecto a la mala situación del país, o a la expectativa de una revancha que calme los sentimientos de despecho que los llena; lo que menos interesa es demostrar la validez de lo que proponen, por eso la característica del momento es la incertidumbre en relación a lo que viene.