El amor por Colombia y su pueblo nos debe unir contra la amenaza autoritaria de Zuluaga-Uribe. Y eso adquiere la forma concreta de votar por Santos.
La tesis de la "agudización de las contradicciones", es decir, entre más pobre y más maltratado sea, más temprano que tarde este reaccionará, es una entelequia que disfruta del sufrimiento de las masas e incluso lo asume como necesario.
Para semejantes alucinados, un régimen de Zuluaga sería perfecto para "radicalizar" a la gente, piensan que la gente merece sufrir mucho por su ignorancia y por su inconsciencia, y que con esta agonía despertarán sus sentimientos de cambio.
Bajo esta lógica África sería la cuna del la democracia, de la libertad y de la revolución mundial.
El amor es un sentimiento que debe acompañar a los demócratas, el amor por su pueblo, por su gente, por su tierra, por su democracia, por su república, el amor que incite al cambio, a mejorar, a progresar de una manera diferente, humana.
Lo contrario es odio, apatía e indolencia frente al pueblo colombiano y dejarlo a merced de sus verdugos sin ninguna consideración o piedad. También es una completa mezquindad darle más valor a la cauda política, a los votos, a su curul, a su cretinismo parlamentario, como en una burbuja, mientras se cierne sobre el país como una mano oscura la amenaza, la noche oscura.
La decisión de mi Partido fue acertada, y aunque implicó muchas críticas, incomprensión, ataques, finalmente la postura acertada ha prevalecido que es unirnos todos contra el enemigo principal que es Uribe. Conformar un frente amplio por la paz y la democracia.