La criminalización y estigmatización al paro nacional de parte del uribismo con adjetivos descalificantes[1], tales como “terroristas vandálicos”, “guerrilleros”, “delincuentes”, “criminales”, “muertos de hambre”, “parásitos”, “gamines”, “indios” etc., ha conducido a la represión, al aumento de la violencia y la muerte de sus manifestantes. La función semántica de estos términos es rotular, difamar, estigmatizar y estereotipar a los que son considerados como enemigos. Este fenómeno político es conocido como la política del amigo-enemigo —fundamento teórico que accionó la maquinara del holocausto nazi y de los gobiernos dictatoriales—. La estrategia consiste usar la retórica de la guerra con el fin de deshumanizar y desubjetivizar al opositor que se convierte en un obstáculo. En ese sentido, surge la necesidad de reprimir, callar, violar, torturar, eliminar o desaparecer a través de la represión estatal, de manera semejante como lo hace el Esmad en el caso colombiano.
Carls Schmitt es el mayor representante en el siglo XX del modelo político del amigo-enemigo. Para este pensador, le corresponde al Estado determinar quién es el enemigo, combatirlo, declararle la guerra y disponer de sus propias vidas, con la fuerza de las armas. Esto es, para Schmitt, la función real del Estado; es decir, decretar quién es el enemigo se convierte en el carácter político del Estado, con el fin de otorgar al soberano el poder absoluto de enfrentar la guerra contra el enemigo, que no se puede mejorar sino que es necesario enfrentarlo, eliminarlo, erradicarlo y exterminarlo. Ideas que aprovechó muy bien Adolfo Hitler, el füher, para justificar su expansión por Europa y fortalecer la unidad y la fuerza del pueblo alemán frente a la inminencia del pluralismo de religiones, de clases y la degeneración de la raza (Peces Barba, 2010).
Por otra parte, en la política amigo-enemigo, el discurso es una herramienta poderosa en las dictaduras o en las aparentes democracias —como la colombiana— para enfrentar al contrincante, al adversario, al opositor, al rival, al contrario, al antagónico como su enemigo; quien no asume con obediencia, sumisión y subordinación los intereses del mandato. Este estatus de enemigo recreado por el discurso pretende negar a las personas su humanidad para facilitar física y psicológicamente el exceso de poder, la caza, la captura, la criminalización y la muerte sin remordimiento. Las modalidades para hacerlo son varias, van de la desubjetivización con adjetivos que desconoce el carácter de persona; al apelo de las emociones de miedo, a la rabia y al odio con el fin de colocarse al lado de los amigos; a las pasiones de venganza que se traduce en el goce de eliminación del otro. Así mismo, la conceptualización y artimañas retóricas que recurren a la negación, a la ridiculización, a la ironía, a la trivialización de los hechos, a las técnicas de acusación y el insulto con el fin de desprestigiar, justificar las acciones, culpabilizar al enemigo y evadir las responsabilidades políticas, jurídicas, sociales y económicas (Angarita Cañas, et. al. 2015).
Es el caso de muchas de las muertes con el paro nacional, como la de Lucas Villa con un “gamín bien muerto” la violación de Allison con expresiones misóginas del tipo “ella misma se lo provocó que la violaran, nadie la mando a salir”; “indios asquerosos”, “indios secuestradores", “maten mínimo mil indios” en referencia a la minga indígena; a los jóvenes muertos en Ibagué, “otros ñeros sin relevancia para nuestra sociedad”, “vándalos terroristas”, refiriéndose a todos los manifestantes, entre otras que ha causado la perdida de muchas vidas, la desaparición, las torturas de muchos manifestantes en especial de los muchachos de esta generación, quienes están en calles soñando por un país más justo.
En consecuencia, el uribismo, ante el afán de no perder el poder en el paro nacional, recurre a la vieja táctica política deshumanizada y sin moral de la propaganda del odio, la discriminación, el racismo, la xenofobia, el sexismo y al odio de clases que contribuyó a la solución final del exterminio sin remordimiento de los judíos—llamados “los gusanos”, “las escorias” y “los indeseables”— en los campos de concentración. Esta política es contraria a la dignidad humana, a los tratados internacionales de los derechos humanos, a la concepción de democracia y a la defensa misma de vida proclamada por muchos de ese partido que dicen ser éticos y amantes de la vida.
Solo en la cabeza de unos racionalistas, intelectuales, calculadores, estrategas y demagogos líderes del uribismo caben las forma de invertir los valores democráticos; hacer del mal el bien; de la obediencia un asunto de libertad; de la criminalidad, el abuso y la eliminación de los protestantes una cuestión de lealtad; del uso de las armas un asunto de dignidad; y hacer de las protestas sociales un problema, que pone en riesgo la perpetuación del poder en las próximas elecciones presidenciales del 2022.
Referencias
Angarita Cañas, P. E., Gallo, H., Jiménez Zuluaga, B. i., Londoño Berrrio, H., Londoño Usma, D., Ramirez Ortiz, M. E., & Ruiz Gutiérrez, A. M. (2015). La construcción del enemigo en el conflicto colombiano 1998-2010. Medellín: Sílaba, Universidad de Antioquia, Instituto de Estudios Regionales.
Peces Barba, G. (2010). La relación amigo-enemigo en la cultura politica y juridica moderna. Derechos y libertades, 19-33.
[1] Tomados del Twitter