“Llevaré una vida irreprochable como ejemplo para todos, mostraré valor y calma frente al peligro, al desprecio, al abuso o al oprobio; practicaré la moderación en todo y tendré constantemente presente el bienestar de los demás. Seré honesto en mi pensamiento y en mis acciones, tanto en mi vida personal como profesional, seré un ejemplo en el cumplimiento de las leyes y de los reglamentos de mi institución. Todo lo que observe de naturaleza confidencial o que se me confíe en el ejercicio de mis funciones oficiales, lo guardaré en secreto a menos que su revelación sea necesaria en cumplimiento de mi deber. Nunca actuaré ilegalmente ni permitiré que los sentimientos, prejuicios, animosidades o amistades personales lleguen a influir sobre mis decisiones. Seré inflexible pero justo con los delincuentes y haré observar las leyes en forma cortés y adecuada, sin temores ni favores, sin malicia o mala voluntad, sin emplear la violencia o fuerza innecesaria y sin aceptar jamás recompensas".
El párrafo anterior es un extracto del Código Ético de la Policía, código que visiblemente la institución no cumple y que han dejado en el olvido. La Policía Nacional está desatada y es una vergüenza para la patria, el rechazo generalizado hacia la institución se está haciendo evidente en redes sociales en donde la mayoría se ha pronunciado en su contra. Y por más que las redes censuren las publicaciones o los medios traten de minimizar el problema, la realidad es que la institución se ve mal, es poco efectiva y ya está bastante contaminada por el proceder corrupto de nosotros lo colombianos.
En un país tan violento como el nuestro, en donde la vida vale menos que una gaseosa, en donde todos los órganos judiciales, los organismos gubernamentales y casi todas las instituciones públicas son corruptas, la Policía se ha dedicado a ufanarse de un código dictatorial instaurado a la fuerza para sentir que aún tienen algo de autoridad e imponer una ley que viene de la mano con el abuso de poder. La autoridad se gana y el respeto se forja con amor y empatía, no siendo el brazo represivo de un Estado paternalista y fallido que nunca acepta un error y que está constituido en su mayoría por personas ignorantes en casi todas las áreas de conocimiento y que persiguen lo único que en Colombia llena a un ser humano: el dinero… fácil, rápido y a toda costa.
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Las noticias vienen una tras otra como las ráfagas de balas que nos están asesinando, un niño grita con el alma al ver a su mamá tirada en el piso con dos balazos en el cuerpo, hemos sido testigos del nacimiento de otro colombiano más lleno de ira, de rabia, de odio que seguramente crecerá planeando cómo vengar a su madre. Pero cuando vemos la reacción de las autoridades, nos damos cuenta de que son muy efectivos persiguiendo a los vendedores ambulantes de empanadas y a los que se fuman un “bareto” en un parque, que a quienes están desangrando este país y lo han convertido en un río de horror. ¿Pero a quién pedir ayuda? Si la misma Policía es la que está atracando y la que está matando. La situación es desesperante, en Colombia no funciona nada.
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¿Qué pasa? ¿Acaso se perdió el sentido común en la humanidad? ¿Acaso estamos buscando que la sociedad se convierta en una bomba de tiempo y explote para que nada quede en pie? La sensación generalizada es la de rabia, dolor e impotencia, es tan larga la lista de acciones ilegales, corruptas y de abusos de poder de la Policía Nacional que ya deberíamos haber pedido ayuda internacional para intervenir e instaurar un poco de orden en esta patria.
Como padre, como ciudadano, como ser humano, es necesario levantar la voz y pedir ayuda internacional para frenar la violencia y las masacres perpetradas en Colombia cada día, cada minuto, cada segundo que pasa, no quiero pensar que la única salida que tendríamos sería la de enfrentarnos unos a otros por la supervivencia haciendo realidad aquellos mundos distópicos de la literatura los cuales ya parecen ser un chiste al lado de la realidad. Es urgente que se intervenga este país que está resentido, dolido, polarizado y desesperado antes de que sea demasiado tarde si es que ya no lo es.
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A la Policía Nacional solo queda recordarle que son el cuerpo que debería protegernos, defendernos. Lo juraron ante Dios y la patria. La palabra y la lealtad son lo único que nos hace humanos. La Policía se ha convertido en el instrumento de un Estado dictatorial para destruir y polarizar más a una sociedad en necesidad, a un Estado fallido que quieren disfrazar en las noticias como uno de los países más felices del mundo mientras todos lloramos a diario.
Que alguien salve esta patria por favor que nosotros no pudimos.
