Un patrullero de la policía de Cali ha puesto el dedo en la llaga después de negarse a obedecer la orden de desalojo a unos ocupantes ilegales en las riberas del río Pance, terrenos públicos destinados a la protección ambiental.
Ángel Zúñiga se llama ese bicho raro que actuó siguiendo su conciencia y no aplicando las normas del deber policial. Aseguró, el patrullero. que no podía obedecer una orden de desalojo porque a las personas que iban a sacar de ahí no se les había resuelto su situación, no se les había adjudicado otro sitio para ubicarse y, además. estamos en plena cuarentena cuando es mucho más difícil tener ingresos y resolver el sitio de vivienda.
Por otro lado, y con argumentos que precisamente nos ha puesto a revisar el patrullero Zúñiga, el comandante de la policía Cali asegura que ningún miembro de la Institución puede negarse a cumplir su deber cuando hay una orden judicial, emanada de autoridad competente, como fue el caso en Cali.
También salió el alcalde Jorge Iván Ospina a dar explicaciones para informar a la ciudadanía que era un procedimiento que venía tramitándose con muchos meses de anticipación, que además se trataba de una invasión en terrenos públicos de protección ambiental del río Pance.
Este debate se da en medio de la crisis generada por la muerte atroz en manos de la policía de la ciudad de Minneapolis en Estados Unidos. Este asesinato, que ya nadie duda en calificarlo como tal excepto Donald Trump, es la muestra contraria a la acción del patrullero Zúñiga. Derek Chauvin y tres policías más aplicaron procedimientos policiales “legales” sin ningún miramiento humanitario, ni respeto por los derechos de George Floyd. La fuerza de estar armados y vestir un uniforme les dio patente de corso para delinquir, especialmente si contra quien se actúa es un hombre negro.
En el caso americano no cabe duda de que hubo abuso del poder policial, se actuó en forma desproporcionada frente a un ciudadano indefenso lo que les hizo perder toda la legitimidad que argumentaban como policías. Por el contrario, en el caso de Ángel Zúñiga las cosas no son tan claras. Su objeción de conciencia, debe respetarse porque significa que antes que policía él es un ser humano con principios. Pero, por otro lado, indica que para la policía y para las fuerzas armadas la obediencia es un valor en sí mismo que, de cuestionarse. llevaría a un debilitamiento de la autoridad y a cuestionar el Estado de derecho.
Sin regresar a unas fuerzas militares y de policía deliberantes, tan peligrosas para una democracia como son las de Venezuela, por ejemplo, sí debe abrirse el debate sobre la necesidad de respetar la objeción de conciencia, que no significa desobediencia como cuerpo armado, ni adhesión a una determinada política partidista. Se trata en cambio, de una posición personal, basada en la convicción moral de que una determinada orden es incumplible.
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No se trata de debilitar a la policía sino de recuperar su papel como protectora, por encima de un valor abstracto como la obediencia
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Sería justamente lo que debieron aplicar los policías norteamericanos si no estuvieran enceguecidos de racismo y de odio. La vida de Floyd no se había perdido y Estados Unidos sería más grande y más democrático. No se trata de debilitar a la policía sino de recuperar su papel como protectora, por encima de un valor abstracto como la obediencia.
Es el mismo debate que se debe dar frente al Esmad un cuerpo represivo que cuando se salta los parámetros humanitarios y el respeto a los derechos humanos comete asesinatos como el que vimos en Estados Unidos o como el que se vivió el año pasado en Colombia cuando un miembro de ese cuerpo disparó a la cabeza de Dilan Cruz, un manifestante desarmado que nunca debió haber sido asesinado a nombre de la seguridad ciudadana.