En la escala de tiempo de las naciones Colombia es una adolescente. Sólo tenemos aproximadamente doscientos años que son pocos comparados con otras sociedades. Los emocionales momentos que hemos vivido en las últimas semanas parecen el resultado de un nueva pataleta de nuestra nación. Traemos traumas severos de niñez que se ven reflejados en nuestra adolescencia. Fuimos explotados, maltratados y luego abandonados por nuestra madre ibérica. Además, nuestra riquísima variedad de orígenes que nos permite tener mujeres bellas, buenos deportistas y excelentes empresarios nos condena a una adolescencia conflictiva en el campo de las ideas. Dos males de adolescencia son los que tal vez nos aquejan más y que han salido a relucir durante las últimas semana: Uno, la inmadurez de nuestra clase política. El otro, la incapacidad de manejar la diferencia, el disenso, o lo que ahora llamamos polarización. Ambos nos llevaron a esta crisis emocional y existencial como país.
Estos dos males han existido desde siempre en nuestra historia. Nos llevaron al periodo conocido como la patria boba, a la violencia de los años cincuenta del siglo pasado, al nacimiento de los grupos insurgentes más duraderos del planeta, al paramilitarismo y ahora a la crisis presente. Sobre el primer problema, la incompetencia de nuestra clase política, se ha escrito mucho y ya nada parece sorprendernos. Ver hoy a Uribe, a Pastrana o al ex-procurador desfilando por la casa de Nariño convocados por Santos no produce sino desdén. No podían haber hecho esto hace un año? En cuanto al segundo mal, la polarización, no deja de ser llamativa en las etapas previas, durante, y posteriores al plebiscito del pasado dos de octubre.
Hace sólo un poco más de medio siglo los colombianos nos cogíamos a machete defendiendo las posturas de los liberales y los conservadores. La iglesia católica (porque en ese entonces no habían más credos significativos en Colombia) abiertamente declaraban que no era pecado matar a un liberal. En los últimos sesenta años hemos mejorado mucho, somos menos viscerales. La religión sigue manipulando a sus seguidores pero al menos ya no los manda a la barbarie. Sin embargo no somos menos obtusos, seguimos intentando eliminar al que piensa diferente pero esta vez la confrontación se trasladó a las redes sociales. Cambiamos el machete por el meme.
Actualmente en las redes sociales se libra una fuerte disputa entre los que votaron por el SI y por el NO y es triste pensarlo pero muy probablemente haya aguerridos ciber-políticos que ni siquiera votaron. Las formas de ataque de un lado y del otro son variadas, no se puede negar nuestra versatilidad y originalidad cuando de atacar al otro se trata. El humor negro y el sarcasmo las herramientas más utilizadas. Este es el reflejo más reciente de la polarización y es tal vez ahí justamente donde un nuevo país puede nacer y la adolescente Colombia dar un paso significativo hacia la madurez. El futuro que se vaticina para Colombia es brillante pero para que este se de hay que reconocer que hay medio país que piensa diferente a nosotros y que atacarlo y creernos superiores a ellos en nada contribuye. Los ganadores del NO podrían dejar de buscar nexos castrochavistas en Noruega y alegrarse por el Nobel. Los perdedores del SÍ podemos dejar a un lado la tusa y dejar de criticar las maniobras populistas de Uribe ya que por un lado no tienen ningún efecto en el otro supuesto bando y no hacen sino fortalecer la polarización. En vez de tratarnos mutuamente como “castrochavistas” o “uribestias”, los más de doce millones de colombianos que votamos debemos unirnos para exigir a la clase dirigente que nos representa algo de diligencia y así resolver el otro problema de adolescencia de nuestro país.