Si eres hombre, también mujer, y estás leyendo esto, comienza dejando espacio a la vulnerabilidad y suelta la necesidad de ser fuerte. Una vez ahí te encontrarás con un sinfín de emociones difíciles de gestionar, pero el amor hacia ti mismo y concederte el permiso de ser quien eres, es siempre la respuesta.
Pasa que la vida y la naturaleza tienen sus contrastes y polos y esto no quiere decir que uno sea mejor que otro. La dualidad forma parte de nuestro mundo, de la realidad que percibimos a través de los sentidos. El bien y el mal, la luz y la oscuridad, sí y no, frío y caliente, alma y cuerpo, materia y energía…
Necesitamos de uno para reconocer el otro. Así mismo ocurre con los principios femenino y masculino, ninguno es mejor o peor que otro, si rechazamos a uno rechazamos también al otro.
El lado femenino de cualquier hombre es tan natural como el lado masculino en cualquier mujer. Somos seres duales, válidos por igual para ser felices con todas las herramientas a nuestro alcance y, además, la libre expresión de emociones y sentimientos es necesaria para conformar un ser humano libre, feliz y completo.
Los hombres ya no tenemos que ser proveedores, protectores, fuertes, valientes, conquistadores y sexuales; estos estereotipos ya están listos para ser derogados. No se debe renunciar a algunas de las condiciones más bellas del ser humano como es la ternura, la compasión y la intuición por algo tan egóico como el poder.