“La poesía ha modelado mi vida”: Elkin Restrepo

“La poesía ha modelado mi vida”: Elkin Restrepo

En una charla con Albeiro Arciniegas, el poeta habló de sus orígenes, pensamiento, obra, recuerdos y logros. Entrevista

Por: Albeiro Arciniegas
mayo 27, 2020
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“La poesía ha modelado mi vida”: Elkin Restrepo

En alguna oportunidad quise entrevistar en Medellín al poeta Jaime Jaramillo Escobar, me aproximé con timidez y le dije que me concediera una entrevista para un periódico de Pasto. El poeta, amablemente, pero de manera directa, contestó: “¿Y de qué vamos hablar? ¿Y para qué? Nada de lo que podamos decir es importante”. Era el año 2006 y entendí que como buen nadaista, Jaramillo Escobar, no estaba hecho para el asunto de las entrevistas o que la misma palabra era vana, si no hacía parte de la poesía. Me tomé una fotografía con él y no insistí.

Recién ahora volví a tener la osadía de querer entrevistar a un poeta de verdad, de esos que tienen obra, de esos que trascienden en Colombia, de esos que llegan a la madurez con el don intacto de quien sabe despertar en las palabras nuevas significaciones a su antojo.

El maestro Elkin Restrepo, de La generación sin nombre, nació en 1942, en el barrio Manrique de Medellín. Es creador y promotor de prestigiosas revistas literarias, autor de varios libros de poemas y de cuentos, a quien, en el 2018, la Fiesta de la Cultura y el Libro de la capital antioqueña, le otorgó el Premio León de Greiff al mérito literario, como un reconocimiento a su larga y valiosa trayectoria.

“Ni solo, ni huérfano, ni desamparado,/ puedo sentirme./No puedo decir que algo me falta/ o me sume en la derrota./ Tampoco llamar a la tristeza/ para que haga los oficios de la casa./ Ni puedo alegar razones/ porque el mundo no es como lo creo”, escribe Restrepo. Y en su palabra, la finura de los matices, la música y las imágenes, “viven en un hechizo y no se dan cuenta”.

Escéptico de la poesía moderna, de los libros y los escritores que ahora se promocionan con amplio sentido comercial, a su edad continúa dándole forma a nuevos proyectos de revistas literarias, trazando el camino de la lírica contemporánea, paradójicamente, raquítica de auténticos poetas, así abunden escribidores de versos por todos lados.

Con el maestro Elkin Restrepo hablamos en la distancia, cada uno desde su encierro, y obtuvimos estas respuestas que nos aproximan a lo que son sus orígenes, a lo que piensa, a su obra, a lo que recuerda y a sus logros.

Maestro, los padres, la familia suelen ser determinantes en la aproximación al mundo de las letras. En su caso, ¿qué factores influyeron para que en usted se despertara la vocación literaria?

Mis padres, Heriberto e Isabel, seres bellos, eran pueblerinos y vinieron a Medellín, atraídos por lo que la ciudad les ofrecía, y que, en últimas, fue sacrificio, lucha, entrega total para alimentar y educar una familia grande. En casa no había libros, pero sí rincones, patios, árboles, tejados, aves y conejos, vistas a la lejanía. Además, estaba la calle, escenario común de la vida del vecindario y de nuestras primeras amistades y juegos. Y cerca, el teatro que nos colmaba de ilusiones y la iglesia, de gravedad la vida, y la escuela, de saber. Los libros vinieron luego, en la adolescencia, cuando creció mi interés y empecé a hacerme a ellos. Pero antes fueron el cine y los cómics y la música popular. Vivía en el barrio Manrique, en la calle 72 y allí, sin saberlo, estaba el paraíso.

En sus lecturas, ¿cuáles fueron sus poetas favoritos? ¿Alguno de ellos influyó en su estilo literario?

Leía a los poetas españoles de la Generación del 26: Alberti, Guillén, Lorca, pero sólo luego de despabilarme con el Neruda de Residencia en la tierra. Del chileno leí cada libro nuevo, aprovechando su surrealismo para iniciarme en las prácticas del mío y aprovechar su libertad metafórica. Prácticas de novicio que me llevo tiempo deshacerme de ellas.

Dónde se siente más cómodo, ¿en el cuento o la poesía? ¿O son experiencias diferentes?

Escribí cuentos cuando, alejado de las clases en la Universidad de Antioquia, tuve tiempo para hacerlo y, guiado en un principio por la lectura de Borges y Cortázar, quise ir más allá en mis tareas de escritor. De pronto me descubrí imaginando historias y el placer que constituía además escribirlas. El placer y la urgencia de hacerme a un oficio nuevo y de que cada historia respondiera, ya en mi modo de ver las cosas, a “un momento de la vida”. Más cerca ahora de Dublineses de Joyce y Chejov que de Poe, por ejemplo. Respecto a su pregunta, podría decir que la poesía es el zen y el cuento, el camino al zen.

¿De dónde viene aquello de la generación sin nombre?

A finales de los años sesenta, en la imprenta de John Álvarez en Medellín, Cobo Borda, Darío Jaramillo, Álvaro Miranda, Henry Luque y yo publicamos con dinero nuestro y un dibujo de Marta Helena Vélez el libro OHHH que, diría, fue la primera noticia y la primera publicación de la que, el periodista Álvaro Burgos llamó luego Una generación sin nombre, avalada más tarde, con nuevos poetas, por la publicación, en la Editorial Rialp de España, de una antología de poetas que veníamos inmediatamente después del Nadaísmo, realizada por el poeta español Jaime Ferrán. Y de ahí en adelante el nombre derivó en etiqueta y ya no hubo salvación. El año pasado la Universidad Central, a iniciativa de Roberto Burgos, quien no alcanzó a ver su fruto, se celebraron los 50 años con la publicación de una muy amplia y comentada Antología.

Recordemos los tiempos de Acuarimántina. ¿Cómo se fundó aquella revista? ¿Y qué influencia tuvo en la literatura colombiana?

Años setenta, tiempo de revueltas, el boom y demás. En un comienzo, José Manuel Arango y yo, quienes nos conocimos en la universidad, dado nuestro interés por la poesía, cualquier día, imaginamos publicar una revista que, afirmándose en la tradición –el nombre Acuarimántima no es gratuito, corresponde a un poema de Barba Jacob–, propiciara la divulgación, además de la poesía contemporánea, de nuevos autores. El comité se integró con Jesús Gaviria, Víctor Gaviria, Helí Ramírez, Jaime Alberto Vélez, Juan José Hoyos y Rubén Darío Lotero. Acuarimántima publicó 32 números, era bimestral y duró 10 años. La Editorial Eafit de Medellín publicó hace unos años una Edición Especial con todos los números y un prólogo que cuenta su historia. ¿Influencia? Bueno, después de 46 años de haberse publicado, quizás siga siendo una señal de su permanencia e importancia en nuestra literatura, el que todavía sea un referente para los autores e interesados en la poesía.

¿Cuántos libros ha publicado? ¿Hay alguno que destaque dentro de su producción?

Pienso, a buen juicio, que habrían podido ser menos. Ayuda que los lectores de poesía no abundan y que una simple bibliografía no es una carga para nadie. Sin embargo, cada libro a su manera ilustra el proceso creativo con sus altos y bajos y, a la larga, si se ha tenido suerte, derive en un mundo muy personal, cuyas formas, ritmos, temas y asuntos, sean los propios y agreguen en lo posible a la tradición un color o sílaba más. Le enumero, entre otros: Retrato de Artistas, Absorto escuchando el cercano canto de Sirenas, La visita que no pasó del jardín, Como en tierra pagana, un vaso griego y El torso de Venus. En cuento: Fábulas, Del amor lo pasajero, La orfandad de Telémaco, Cinco cuentos inocentes y Cuentos (selección).

En un mundo materialista y ampliamente utilitario muchos se preguntan para qué sirve la poesía. ¿Cuál es la respuesta de un poeta como usted a ese tipo de inquietudes?

No me lo pregunto. La respuesta, sin embargo, es que la poesía sigue viva y quien llega a ella encuentra gratificación y sabiduría. Belleza.

Amistades, reconocimientos. ¿Qué anécdotas o experiencias le ha dejado su trabajo literario?

La poesía ha modelado mi vida, permitiéndome hacer de un oficio, un destino. Ser parte del linaje de Homero, como decía Borges, no es poca cosa. Recientemente se me concedió el Premio Iberoamericano de Poesía León de Greiff.

¿Cómo combinó actividades de editor, poeta, docente universitario y dibujante al mismo tiempo? 

Bueno, digamos, que una cosa me llevó a la otra y, así. En el fondo son una misma actividad, bajo formas distintas.

¿Cuál es la visión que usted tiene de la actual literatura colombiana?

Como en lo general, pocos autores, muchos productos comerciales.

¿A qué poetas de Colombia destacaría como primordiales, actualmente?

¿…?

¿Hay proyectos nuevos? ¿En qué viene trabajando ahora?

Proyectos: una nueva revista literaria P&p+arte (poesía, prosa y arte), en compañía de la escritora y editora Claudia Ivonne Giraldo, la artista plástica María Adelaida Correa y la traductora Isabel C. Restrepo, cuyo tercer número acaba de aparecer. Publicar un nuevo libro de cuentos y poesía y otro más de dibujos.

Es esta una entrevista breve y llena de silencios, como la buena poesía. Una decantación de la palabra que aflora en recuerdos de lo que ha sido su trasegar por el mundo de las letras. Elkin Restrepo es un poeta que, en palabras de Harold Alvarado Tenorio, escribe “una poesía que se hunde en la desesperanza porque lo cotidiano le asombra”.

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