"Hola, te debe encantar este momento. La jefa de los criminales diciendo hola al otro bando", dijo Christine Lagarde a Yanis Varoufakis con tono sarcástico mientras estrechaba la mano del ministro de Finanzas griego y esbozaba una diplomática y forzada sonrisa durante la reciente cumbre del Eurogrupo. Dos días antes, el primer ministro Alexis Tsipras había dicho en un discurso ante los parlamentarios de Syriza que el Fondo Monetario tiene una “responsabilidad criminal” en la crisis de Grecia. Ese era el origen del sarcasmo. Largarde, campeona de nado sincronizado en su adolescencia, había echado mano de la enseñanza, muy útil en política que, según ella, le dejó el deporte: “Apretar los dientes y sonreír”..
Así lo ha hecho, una y otra vez, cuando ha estado en el ojo del huracán como directora del FMI. Sobre el temido y vapuleado organismo internacional y sobre ella han caído fuertes críticas, señalando los asfixiantes planes de austeridad que llevaron al suicidio a algunos españoles cuando llegaron los desahucios y a los griegos en bancarrota soportando el corralito que vivió Argentina a principios de siglo, en colas interminables para sacar 60 euros diarios de un cajero electrónico. Que hace dos años el FMI admitió los errores del primer rescate de Grecia (2010) cuando subestimó el impacto de la austeridad y las medidas de ajuste sobre la economía, que la condonación de la deuda privada se retrasara hasta el segundo rescate del 2012. Y que Lagarde se haya subido el sueldo 11 % cuando sumaba 324.000 euros anuales, mientras recomendaba bajar el de griegos y españoles en porcentaje parecido.
Todo lo ha manejado Christine Lagarde con la serenidad imperturbable que en ella luce natural, capaz de soltar las frases más punzantes para después pasar a la diplomacia más sutil. Desde la sede principal del FMI en Washington oficia como esa dama de hierro y seda en su elegante figura más acorde con la de las esculturales modelos de cabello plateado que en la mujer que clasifica de sexta en la lista de las más poderosas del mundo en Forbes.
Allí no llegó de repente. Cuando la crisis del 2008 colocó de nuevo al FMI en la cúspide de la atención, el Chancellor of the Exchequer británico George Osborne, se fijó en su colega parisina y le puso en la cabeza la idea de aspirar a la dirección. Las piezas del rompecabezas cuadraron. El entonces director, el francés Dominique Strauss-Kahn, se vio envuelto en el escándalo sexual con la camarera de un hotel en Nueva York, que le costó el puesto. Lagarde fue propuesta para sustituirle, pero los países emergentes anotaron que no era justo cambiar un francés por una francesa en la dirección del FMI. Después de todo, Brasil and China estaban siendo los motores de la economía global, y Lagarde podría no ser neutral en el que se presagiaba como el gran dolor de cabeza: la eurozona. Su último empleo era ministra de Finanzas de Francia, y por lo tanto, la primera mujer en el exclusivo Grupo de los Siete. Allí su aplomo y competencia dejaron huella en el manejo de los desastres financieros. Y ese fue suficiente aval para aprobar su llegada al organismo que es, según el decir, el cancerbero de la salud financiera del planeta.
La hija mayor de un profesor de universidad y una maestra, nacida en París en 1956, había logrado una vez más, ser “la primera mujer”. Ahora, en el FMI. Se recordaría, entonces, que cuando tenía 17 años murió su padre debido a una enfermedad neurológica motora, que cursó sus estudios secundarios en Le Havre y en la Escuela Holton Arms de Bethesda (Maryland, EE. UU.), que posteriormente se graduó en Derecho en la Universidad de París X, y obtuvo una Maestría en el Instituto de Ciencias Políticas de Aix-en-Provence. Que después de reprobar dos veces el examen de entrada en la prestigiosa École nationale d'administration (Éna), la selecta cantera de los funcionarios franceses, se incorporó al bufete estadounidense de abogados Baker & McKenzie, donde acabó siendo “la primera mujer” en presidirlo.
A los treinta y tantos tuvo dos hijos con su primer marido, volvió a casarse cuando estaba en Chicago con un hombre de negocios británico, pero hoy vive con Xavier Giocanti, un empresario nacido en Córcega al que conoció cuando era estudiante en la Facultad de Derecho.
Lo demás es lo más reciente, lo de la última década: el regreso de Chicago para asumir la cartera de Comercio Exterior en junio de 2005, y después ocupar brevemente el cargo de ministra de Agricultura y Pesca, antes de que Nicolás Sarkozy la convirtiera en junio de 2007 en “la primera mujer” en ocupar el cargo de ministra de Economía y Finanzas de un país del G-7, antes de llegar al FMI.
No pocos se cuestionan cómo una mujer que no hace parte de los grandes economistas —como Janet Yellen en la FED—, esté al frente del organismo. Ella misma le respondió a The Guardian:
Bueno, creo que, cuando se indaga a fondo qué hace falta para ser director gerente del FMI, la capacidad de escuchar, la capacidad de comprender el punto de vista de todos los miembros, y el respeto y la tolerancia a la diversidad política y la diversidad cultural son muy importantes. Quiero decir que es frecuente que se les quite importancia porque muchos dicen que hace falta ser muy buen economista. Es posible. Pero entonces yo no estaría cualificada para estar aquí. No soy una gran economista; puedo entender de lo que hablan, tengo suficiente sentido común para ello, y he estudiado algo de economía, pero no soy una economista de primera categoría. Pero sí, esa forma de tener en cuenta los intereses de la otra parte en la mesa de negociaciones, el sentido del interés colectivo y cómo puede trascender los intereses individuales de los miembros son cosas importantes.
Grandes líderes mundiales no dudan en darle su apoyo. “Ella ha funcionado, ha tenido una voz fuerte e impacto”, dijo Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, mientras Timothy Geithner, secretario del Tesoro de Estados Unidos señala “su amplia experiencia” y George Osborne, apunta que es “la mejor persona para el cargo”. Las críticas señalan a que es excesivamente ortodoxa, quizá por su búsqueda de consensos y porque su currículum poco convencional le impide poner en marcha políticas poco convencionales. Lo cual es visto negativamente en un momento que exige estrategias muy fuertes.
A eso se anteponen los rasgos de su personalidad. La frialdad masculina en los momentos críticos, su determinación y competencia. Esta mujer chic enfundada en sus clásicos trajes Chanel y sus bolsos de Hermés, tiene una fortaleza acorde con el organismo que lidera. A ello suma su particular sentido del humor que le permite ponerse la boina francesa en un show de televisión para contar unos cuantos chistes. Y mezclar los rasgos que dejó su paso por Bethesda: un inglés impecable y el pensamiento anglosajón, a punto que algunos de sus amigos la llaman la “americana”. Mientras la francesa abstemia y vegetariana añora un verano recogiendo los frutos en su casa de Rouen en Normandía, el buceo, el yoga y su jardín.
Por lo pronto eso tendrá que esperar. La crisis griega absorbe sus días y sus noches. El comunicado del martes a las doce anunció que Grecia entra en moratoria, el paso previo a la formalización del default y a la temida salida de la zona euro. Hasta hace poco, el FMI se negaba a creer en ese escenario. A comienzos de junio, Lagarde se aferraba a las afirmaciones de Tsipras, que la invitaba a “no preocuparse”. Aún la semana pasada, un portavoz de la institución decía que Grecia honraría el compromiso heredado de los planes masivos de asistencia acordados. La ruptura de las negociaciones entre Atenas y sus acreedores aniquiló esas esperanzas durante el fin de semana. ¿Cómo se puede pagar al FMI si los bancos griegos han sido asfixiados?”, se preguntó el lunes Tsipras, tras haber convocado un referendo para aprobar o negar los ajustes, que se convirtió en el Talón de Aquiles de esta tragedia griega.
La moratoria y tres días de corralito han sido muy fuertes para Grecia. Tsipras parece estar dando bandazos y busca una salida después del plazo final. De hecho envió una carta al FMI aceptando casi todas las condiciones de la semana pasada, con ligeros retoques, según la primicia del Financial Times. "Hemos recibido tantas últimas ofertas, que se han validado, invalidado o cambiado en los últimos días, que es bastante incierto saber dónde se sitúa la última", dijo entonces Lagarde con evidente sorna en entrevista a Reuters. Pero el problema es que los socios han considerado que las “ultimas propuestas” han llegado demasiado tarde y que no negociarán nada antes del referendo del domingo 5 de julio. Así lo había anunciado el martes Ángela Merkel, la canciller de Alemania que ahora tiene la voz cantante.
Para Lagarde el desenlace de esta saga es crucial. Un paso en falso avivaría las críticas de los países que consideran que el caso de Grecia es la prueba de que el Fondo está dominado por los políticos europeos, crecerán los reproches de los escasos avances en la reforma de la gobernanza del FMI, el reparto de cuotas y la norma no escrita de que el organismo siempre esté dirigido por un europeo. Ahora, cuando Christine Lagarde aspira a la reelección, esta puede ser la batalla final. Ella y el mundo tendrán que estar preparados para lo peor.