“oigan lo que aconteció,
y aunque es suceso que admira,
no piensen, no, que es mentira,
que lo cuenta quien lo vio,”
El manejo disparatado que el gobierno le da a las crisis, me recuerda “La perrilla”. ese divertido poema de Marroquín. Para entender lo que digo pensemos que las protestas sociales son vistas como un jabalí rebelde y peligroso:
“Levantan pronto una pieza,
un jabalí corpulento, (la protesta social)
que huye veloz, rabo al viento…”
y el Gobierno como la viejita dueña de una perrilla famélica, que de repente se da cuenta que por ahí pasa algo:
“A ver pues la batahola
la vieja al cerro subía,
de la perra en compañía,
que era lo mismo que ir sola.”
La perrilla, en mi historia, sería encarnada por el vice, los ministros, los múltiples consejeros o por el propio Presidente dependiendo. No importa quién asuma el rol, todos parecen desvalidos, a la hora de enfrentar la protesta:
flaco era el animalejo,
el más flaco de los canes,
era el rastro, eran los manes
de un cuasi-semi-ex-gozquejo;
era, otrosí, derrengada;
la derribaba un resuello;
puede decirse que aquello
no era perra ni era nada.
El gobierno se asusta con las crisis que se le aparecen de la nada y sale cazar la protesta a cualquier precio, con los Esmad, subsidios, retirada de proyecto, regalos y otras ofertas como las prestaciones sociales a los taxistas.
Desde muy temprano le midieron el aceite al presidente los trasportadores de Bogotá. El ministro de aquel entonces no logró acuerdo, mandaron a Angelino, al de Hacienda y después de forcejeos el presidente terminó entregándoles lo que querían.
Pasó lo mismo con los estudiantes del Mane. La ministra Ocampo empezó recia, hubo marchas cada vez más airadas y finalmente terminaron retirando la propuesta de reforma a la educación superior. Ni hablar de lo que pasó en el Paro Cafetero, el cacaotero, los pescadores de San Andrés, el gremio del transporte pesado o la Reforma a la Justicia y muchos otras protestas más que como jabalí corrieron con el “rabo al viento”.
No se trata de evaluar la justeza o no de cada uno de esos paros. La mayoría pedían cosas razonables y se habrían podido evitar con un buen manejo del diálogo y la concertación, pero no fue así.
Ahora está lo del Catatumbo. Al inició salió el Ministro del Interior a decir lo de siempre: “No negociaremos mientras persistan las vías de hecho”. Y persistieron. Luego acusaron a la movilización de estar infiltrada por la guerrilla y la movilización siguió a pesar de este señalamiento.
Entonces el gobierno mandó cuatro o cinco ministros que no lograron ningún avance. Echó mano del lucho Garzón que dijo un par de chistes y tampoco logró desactivar nada. Más tarde apareció otro Garzón que ni siquiera llegó al Catatumbo y la carta final, la de siempre, la propuesta de una reunión con el Presidente no se ha logrado concretar. Y por eso cabe el final cantinflezco de La Perrilla:
La vieja entonces, al ver
que escapaba por la loma,
¡sus! dijo por pura broma,
y la perra echó a correr.
“aquella perrilla, sí,
cosa es de volverse loco,
no pudo coger tampoco
al maldito jabalí.”
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