Como muchas otras personas, yo sufrí la decepción del resultado del plebiscito el 2 de octubre tal cual como un desamor. Entre mi círculo más cercano hablábamos de sentirnos como sin rumbo, caminábamos cabizbajas por la ciudad y no teníamos palabras para explicarnos lo que había sucedido.
En la semana del pos-NO, unas preguntas muy angustiosas nos rondaban la cabeza: “¿y ahora qué vamos a hacer? ¿qué va a pasar con este país?”
Hoy me di cuenta que algo raro nos está pasando: ese sentimiento de pena colectiva que compartimos entre muchas y muchos, se nos está transformando en algo muy poderoso.
Las marchas masivas por la paz, las acampadas en la plaza Bolívar, los cabildos abiertos, las reuniones masivas y públicas para discutir ese “qué vamos a hacer ahora”, son inéditas para mi generación y son tal vez, lo más importante que podría haber surgido de esta decepción tan desconcertante.
Durante el circo mediático que fue la campaña del Sí y el No, muchos jóvenes decidimos hacer campaña. Hablamos con gente muy diversa sobre los acuerdos, le peleamos a la abuela Uribista para que cambiara su voto. Pero en este corto tiempo, no hubo una convocatoria masiva para preguntarnos cuál sería el rol de la sociedad civil en este cambio monumental de la sociedad en paz.
Claro, eso era pensando que el Sí “obviamente iba a ganar” y que no era posible que Santos dejara que el No triunfara con una maquinaria política a su favor, como pensábamos varias.
¿Y qué pasó? Al parecer las elecciones fueron limpias, a pesar de que millones de personas votaran basándose en mentiras concebidas por una campaña de mitos. El resultado dejó ver la fractura del país y puso en evidencia que el papá Santos no tenía el control absoluto para que la sociedad votara a favor de un plebiscito crucial para Colombia.
Ahora que estamos preocupadísimos por los acuerdos, los jóvenes estamos hablando del telos, de nuestro país masivamente. Nos convocamos a las marchas, a las reuniones públicas, a acampar por la paz. Nos estamos organizando.
Estamos justamente tomando la pregunta angustiosa en nuestras manos: ¿a dónde vamos ahora? Y nuestro rol como jóvenes, como sociedad civil, está cobrando una importancia fundamental para los acuerdos de paz.
Dicen que los ‘Millenials’ somos generalmente apáticos, indiferentes. Yo pienso que tal vez es porque nunca habíamos vivido la experiencia de tener una influencia en el país tan palpable.
Este miércoles 12 a las 2 de la tarde llegarán 3 mil víctimas del conflicto y 7 mil indígenas del país a exigir un acuerdo inmediato. Haremos un corredor humano desde el planetario para recibirlos, para demostrar nuestro apoyo y para exigir la paz junto a las personas que han sufrido el conflicto en carne propia.
Hoy, las movilizaciones juveniles están en el foco de los medios. Estoy segura de que la presencia masiva que estamos logrando, va a ser fundamental para lograr que el acuerdo se implemente y para detener la posibilidad de que la guerra con las FARC reviva.
Yo predigo que además eventualmente (si Uribe no logra dilatar los acuerdos hasta el infinito y más allá), podríamos jugar un rol importante en implementar un acuerdo de paz realmente justo.
Si seguimos despiertos, podríamos apoyar masivamente un acuerdo que apoye a los campesinos, a los indígenas, a los afrocolombianos, a la población LGBTI, a las mujeres y las personas que han sido históricamente marginadas, tal como lo promete. Un acuerdo que no privilegie a las grandes empresas y a los políticos.
Podríamos forjar un camino que lucha contra la misma violencia estructural y la pobreza que nos llevó a una guerra civil en una primera instancia. Es un pronóstico tremendamente idealista, pero no es imposible.
Seguramente no todas pensamos igual, tendremos divisiones. Lo importante es que estamos saliendo a las calles, haciendo presencia y tomando un tipo de poder en nuestras manos. Si ya estamos cobrando una consciencia colectiva (que curiosamente nació de una tristeza colectiva) nos estamos dando cuenta que podemos afectar el rumbo que determinará las vidas de millones de personas. Por eso es importante que lo sigamos haciendo.
¿Qué pasa ahora? Seguimos en el limbo. Pero no tengo duda de que si podemos mantener el interés, construiremos una voz alternativa a las armas. Tal como estamos exigiendo que se cumpla el acuerdo, podemos exigir transparencia y una justicia social para un futuro cercano en el cual no podemos dejar de participar.