Los caracoles africanos están atacando de noche. Han llegado por centenas a comerse los jardines de los barranquilleros, las cornisas de las casas y a contagiar de meningitis a la gente, esa enfermedad que puede ocasionar lesiones graves en el cerebro y hasta la muerte. Empezaron por Soledad y ahora se instalaron en la capital del Atlántico para acabar con el estuco y el yeso de las fachadas. Estas especies vegetarianas no necesitan colmillos para arrasar con lo que sea, pues, consumen 500 tipos de plantas, comida para perros y hasta excrementos. Son hermafroditas es decir que poseen ambos sexos, una condición que les permite reproducirse solos, dejando 200 huevos en una sola puesta. De esos, el 90% sobreviven es decir que al año un caracol puede dejar 1200 crías con las que basta para infestar rápidamente cualquier zona.
La primera vez que se encontraron fue en la década de 1960 en el sur de la Florida, Estados Unidos. Su erradicación costó un millón de dólares y tomó diez años hacerla. Después volvieron a aparecer en 2011 y a partir de ese momento se introdujeron en Colombia. Hasta el momento las autoridades han registrado un total de 42 personas muertas a causa de los parásitos contenidos en la baba de estos caracoles que se puede ingerir en una fruta o vegetal mal lavado pues así no sea venenoso causa fuertes dolores abdominales y aquella enfermedad potencialmente mortal llamada meningitis.
El caracol gigante africano considerado una de las cien especies más dañinas del mundo y reconocida como una plaga por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, viajó desde África, de donde es oriunda, hasta Suramérica para invadir Colombia. Empezó por el Amazonas, Putumayo y Huila pero terminó extendiéndose rápidamente a lo largo de 23 departamentos. Su propagación es tan acelerada que este año se llevó a cabo una jornada en la que se capturaron 15 mil en Yopal y en menos de 20 días la zona ya estaba plagada de nuevo.
Este molusco mide 30 centímetros aproximadamente y puede vivir en condiciones climáticas extremas, incluso durante periodos de sequía, entran en un sueño de verano dentro de su caparazón donde retienen agua. Por el color café de su cuerpo y el beige de su caparazón se pueden camuflar fácilmente entre la hojarasca y llegar a vivir hasta 10 años. Su capacidad de escabullirse pone en riesgo la vida de los niños quienes si saberlo pueden agarrarlos y llevar sus manos a los ojos o boca. En Tumaco un bebé de 15 días de nacido murió a causa de los parásitos contenidos en las secreciones del caracol después de una fiebre alta. Son animales polífagos es decir que mantienen hambrientos y el cemento que ingieren les ayuda a fortalecer su caparazón.
Cuando se pusieron de moda las cremas hechas con baba de caracol promocionadas en Televentas no se imaginó el peligro que esto significaba. Personas interesadas en comercializar un producto con supuestos poderes para regenerar la piel y aliviar las venas varices ingresaron al país la especie achatina fulica –un tipo de caracol gigante africano-. El manejo que se le dio fue informal, además, si se le suma que mucha gente empezó a comprar estos animales en el mercado negro para tenerlos en casa como mascotas. Como era de esperar el animal se salió de control, tanto que se encuentra regado en cultivos de papaya, yuca, plátano, banano y café, lugares donde antes era inusual verlos.
Lo que está ocurriendo en la costa atlántica ha encendido un alerta naranja al notar que ahora estos moluscos están tocando la puerta de los barranquilleros. Mientras existen cientos de especies en vía de extinción este invasor se propaga con avidez convirtiéndose en una amenaza nacional. Sin embargo los biólogos todavía tienen un as bajo la manga. La cocorota, una garza gris de tamaño medio y pecho blanco que es la única reconocida como depredadora de estos caracoles, un ave que podría convertirse en un efectivo mecanismo de control pues habita en Buenaventura donde la han visto devorar estos moluscos con su largo pico. Viendo que los planes de exterminio han quedado sepultados ante la fertilidad de estos animales, la solución parece estar en manos de la cocorota.